LA MIRADA INCÓMODA

“Un libro de arte es un museo sin paredes”: André Malraux.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Los museos fueron la continuación lógica de los primeros “gabinetes” de los viajeros que coleccionaban cosas exóticas, históricas, atractivas y también es la continuación del colonialismo, a través de una sola narrativa planteada por los que tenían el poder.

El peligro de una sola historia es una conocida conferencia de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en la que habla de las historias y del modo en que las historias son importantes, y la idea central de Adichie es que cuando se lanza al dominio público una historia única, ésta se convierte en hegemónica. El poder de una sola historia es que puede hacernos creer que el mundo es como lo cuenta tal historia, sin poner en cuestión a los autores que construyen el relato.

Adichie escribe un ensayo centrado en el Museo de Arte Islámico de Doha y en el Museo de las Civilizaciones Asiáticas de Singapur, donde examina el museo como historia y como espacio de narración. La historia particular del museo es una construcción occidental, por ello es que señalar como ejes a la modernidad y tradición, son conceptos propios de unos relatos europeos.

La idea y concepto de modernidad es un buen ejemplo de una historia única que durante mucho tiempo ha tenido la potestad de denigrar y reprobar todo aquello que fuese no moderno, en opinión de los actores e instituciones que definen qué es o qué debe ser la modernidad. En los relatos europeos las modernidades se edificaron en oposición a la tradición, ya que la tradición no es un momento ontológico de la historia humana.

El mayor centro de concentración del saqueo global de los pueblos es el Museo Británico, y podría sostenerse que existe una tradición europea de apropiarse de las artes y demás expresiones culturales como botín de guerra. Por todo ello fue que Walter Benjamin sostenía que “los museos son un documento de la barbarie humana”. Hay veces en que muchas tradiciones originarias de sociedades no europeas, que a menudo son vistas y descritas desde perspectivas europeas como resultado del proceso de colonización, se pretendió sacarles el verdadero significado y sentido a las mismas.

En los museos, la representación occidental de culturas diferentes a la suya ha sido una cuestión controvertida a la hora de pensar la institución, el eurocentrismo no permitía ponerlas a la par de las colonizadas, pero a finales del siglo XX y comienzos del XXI el auge económico de Asia Oriental y del Cercano Oriente ha alterado esa ecuación.

Hoy si se visita Shanghái o Doha salta a la vista que, según los relatos europeos de modernidad, ésta ha dejado de estar en Europa. Desde Hong Kong, Shanghái y Singapur hasta París, Londres o Berlín es evidente que Europa se ha convertido en la tradición de su propio concepto de modernidad y que Doha y Kuala Lumpur son hoy lo que en la segunda mitad del siglo XIX fue Liverpool.

Por ello es que se tratará de explorar el surgimiento de un orden mundial multipolar y desentrañar las múltiples historias desde el período de occidentalización, imperialismo, colonización y hegemonía de Occidente, hasta la era de des- occidentalización y des-colonialidad.

Cuando uno visita Abu Dhabi y ve la réplica del museo emblema de Francia, el Louvre, que está alojado en una obra de arte postmoderna, y cuya función principal es la de ser un gran atractivo turístico, como son los museos turísticos diseñados para un corto tiempo y que forman parte de una larga cadena de atracciones para visitantes, donde lo “cultural” es un “simulacro”.

El Museo Nacional de China, ubicado en el este de la Plaza Tiananmén en la ciudad de Beijing, es un museo integral de colección, exhibición, estudio de antigüedades, educación pública y comunicación cultural, con una superficie total de 200 mil metros cuadrados, que lo convierte en el museo más grande del mundo con una sola área de construcción y uno de los museos con la colección más rica de reliquias culturales chinas.

Junto a éste y la larga lista de grandes museos está la de los grandes aeropuertos para el turismo en plena expansión, de algo prácticamente desconocido en gran parte del siglo XX, y que se han transformado en grandes centros de atracción de los turistas, como un atractivo más.

Los primeros museos, institución que emerge hace solo dos siglos en las capitales imperiales y en pleno auge del capitalismo, siendo los principales exponentes de comienzos del siglo XIX, el Museo del Prado, el Louvre y el Altes Museum en Berlín.

Para D. Horne (1984), la experiencia típica del turista es la que el museo ha funcionado como una metáfora del poder del Estado, el conocimiento de un académico y el genio de un artista.

Pero en los museos postmodernos hay profundos cambios desde diferentes modos de representación y conservación, algo que surge de un cambio en la concepción de la historia a una interpretación diferente a la nacional del país, y emergen muchas temáticas nuevas para museos especializados.

Por ello es que Lumnley (1988) resume los cambios en el remplazo de la idea del museo como una colección para uso académico, ahora se trata de un medio de comunicación. La soberanía del consumidor y las tendencias del gusto popular se están coludiendo para transformar el papel social del museo, por ello son más accesibles, al masificarse se simplifica el lenguaje para que lo entiendan todos.

Sarah Benson, considera que el suvenir es un elemento epistemológico, hace de la repetitividad un estándar de autenticidad, fragmenta el paisaje urbano en segmentos comprensibles y los colecciona bajo una mirada interpretativa, ya que el mercado más amplio son los turistas, que coleccionan estos suvenires como huellas del viaje, o como hoy son las selfis que luego se socializan en la red social.

Para Manuel Delgado, tenemos que entender al turista, involucrado activamente en un proceso que está modificando los contextos que irrumpe, generando negocios, transformando paisajes, determinando políticas, desestructurando y reestructurando configuraciones sociales.

En este contexto los grandes artefactos culturales como museos, monumentos, etc., ya no responden tanto a las necesidades de escenificar los mitos fundacionales del Estado y ofrecer un espacio de auto reconocimiento a la burguesía como en un parque temático, por ello ya no se puede hablar de la regeneración del museo, ya que lo que hay es una experiencia comercial tipo Disney World.

El Guggenheim de Bilbao es a los valores tradicionales de la cultura, lo que la pornografía al ideal clásico de la belleza humana. La cuestión central del pensamiento filosófico y político es la transformación del mundo en imagen y no en una imagen total como pretendía Heidegger, sino fragmentada. Es la sustitución de la mercancía física por un signo, que es la clave de la revolución capitalista de fines del siglo XX.

El auge de los museos y las exposiciones se desarrollan en forma notable desde la segunda mitad del siglo XIX a las primeras décadas del XX, ya que ambos mostraban al mundo colonizador por un lado y el colonizado, por el otro, como partes de un todo, que se operaba con narrativa hoy obsoleta de lo universal.

El gran impacto de las Exposiciones Universales, la primera de 1852, Crystal Palace asociada al barrio South Kensington, donde en ese mismo año se abre el Museo de las Manufacturas, que adquiere mucho patrimonio histórico y que es reinaugurado en un edificio nuevo en 1909: Museo Victoria y Alberto.

Los museos etnológicos a veces presentan materiales de la vida de la gente de las colonias, pero esa presentación es como atractivo inicial ya que generalmente va acompañada de las riquezas de esa región y su potencial de explotación.

Pero los museos no están solamente siendo transformados por la nueva neo- colonización que genera el turismo, hay otra amenaza mayor, el cambio climático y sus consecuencias. Hace tres años, en 2018, lluvias torrenciales desbordaron el río Guadalevín, en Málaga, y tiraron abajo un muro de los baños árabes de Ronda. Ese día se recogieron 220 litros de agua por metro cuadrado y resultaron arrasados una parte de los jardines y mobiliario del interior de las termas construidas hace siete siglos.

Los especialistas del Laboratorio de Estudios en Geofísica y Oceanografía Espaciales en Toulouse aseguran que el cambio climático está acelerando la aparición de fenómenos meteorológicos extremos y que las inundaciones, que en el pasado se consideraban excepcionales, en el futuro serán la normalidad. 

Ni el patrimonio italiano ni el español están libres de las lluvias torrenciales, las sequías, la desertificación, los huracanes, las heladas, la crecida de los mares o los desplazamientos humanos. Tampoco lo están la Estatua de la Libertad, en Nueva York y el Teatro de la Ópera, en Sydney.

La plaza de San Marcos en Venecia, que integra la lista de los 40 sitios considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es uno de los que desaparecerían por el cambio climático.

El futuro del pasado, como el de la sociedad, se expone a un riesgo inédito y no hay planes para afrontarlo o para reinventarlo en lugares menos amenazados por el agua, como una de las formas más violentas en que se expresa esta nueva situación climática global.

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