Nace una nueva generación de huracanes

EDITORIAL

El devastador paso del huracán “Otis” -con una destructiva categoría 5- sobre el puerto de Acapulco, Guerrero, durante la noche del martes 24 y madrugada del miércoles 25 de octubre pasado, ha generado un alud de información, historias, análisis, críticas y pronósticos para los años por venir en cuanto a estos fenómenos naturales.

Esta semana, nuestro diario hermano Nayarit Opina publicó una interesante entrevista con el especialista Mario Alberto Ortiz, quien advirtió que con Otis -que azotó y devastó gran parte de las costas de Guerrero- es y será parte de una nueva generación de estos fenómenos meteorológicos que asolarán el territorio nacional durante las temporadas de lluvias y más allá de ellas, como consecuencia del calentamiento global y el cambio climático provocado por la actividad humanidad.

Esta advertencia sobre el rápido desarrollo de una tormenta tropical a huracán de gran categoría en solo unas horas, particularmente en aguas del Océano Pacífico, ya la habíamos escuchado hace unos días en voz del meteorólogo Víctor Manuel Cornejo López, integrante del Comité Científico de Protección Civil de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas.

En sus reportes meteorológicos diarios, Cornejo López alertó sobre el inusual fortalecimiento de las tormentas tropicales, que esta temporada estaban pasando a huracanes con categorías 1, 2, 3, 4 y 5 en solo unas cuantas horas, siendo potencialmente peligrosos y destructivos, tal como sucedió en esta región con el huracán “Lidia” el pasado martes 10 de octubre.

Sobre el tema, el especialista Mario Alberto Ortiz consideró que Otis pertenece ya a una nueva generación de huracanes, los cuales se gestan de una manera rápida y pasan de ser tormentas tropicales a catastróficos huracanes categoría 5.

Explicó también que conforme Otis se acercó a las costas de Guerrero en lugar de frenar con el primer toque en tierra, por el contrario, pisó el acelerador para golpear el puerto de Acapulco con vientos de 270 kilómetros por hora y rachas superiores a los 300 kilómetros por hora.

Es así que esta fuerza de la naturaleza provocó una destrucción que todavía no estima el gobierno federal y tampoco el sector privado en el puerto de Acapulco, tanto en la infraestructura hotelera y turística como en las viviendas aledañas de la población en general.

“Esto nos habla de que el planeta tiene una nueva realidad climática, en donde lo único que se visualiza a futuro son fenómenos de esta naturaleza y que de repente se convierten en verdaderos monstruos; es decir, arrasan no solamente el punto de la costa que embate, sino todavía se van como huracán categoría 5 tierra adentro y van disminuyendo su intensidad hasta que llegan a 250 kilómetros todavía como tormenta tropical”, esta es la opinión del especialista que estamos obligados a considerar en los próximos eventos meteorológicos.

En cuanto al calentamiento global y el cambio climático, hay que recordar que es atribuido directamente a las actividades humanas como las emisiones de gases de efecto invernadero, la producción industrial, la movilidad y el cambio de uso de suelo, entre otros como la quema de combustibles fósiles para generar energía que, luego, se va a la atmósfera para calentar más el planeta, el aire y el océano que conlleva riesgos como ocurrió con Otis.

Usualmente, con 29 grados centígrados de temperatura sobre la superficie del océano los huracanes tienen suficiente para tomar fuerza e intensificarse; sin embargo, en el caso de Otis se encontró con temperaturas de hasta 31 grados centígrados, a unos 90 o 100 kilómetros del puerto de Acapulco para convertirse en un destructivo huracán categoría 5.

En opinión de Mario Alberto Ortiz, Otis fue exacerbado también por el fenómeno del niño que se presenta este año en el Océano Pacífico, en donde hay aguas demasiado cálidas que son, precisamente, el combustible que alimenta los motores de los huracanes, además de que ese es otro de los comportamientos anómalos porque se desplazan muy lentos en el mar y eso “es como tener una regadera, que cuando impacta en tierra puede soltar grandes cantidades de agua como sucedió en Sinaloa”.

Hurgando un poco más sobre el tema, nos encontramos con que las advertencias sobre el surgimiento de una nueva generación de huracanes se hicieron hace casi una década.

Resulta que en julio de 2014 los especialistas usaron por primera vez el término, al referirse a la destrucción provocada por el huracán “Arturo”.

Los analistas publicaron entonces que “en cuestión de días la costa este de los Estados Unidos sufrirá los embates de Arturo, la primera tormenta tropical de 2014. Con vientos de hasta 100 kilómetros por hora con un recorrido previsto desde Florida hasta Massachusetts, el fenómeno es parte de una nueva generación de huracanes que se alimenta y desplaza en océanos, cuyo nivel ha subido 3,2 mm por año en los últimos 20 años (el doble que en los 80 años anteriores). Cuando concluya su recorrido, hacia finales de la tercera semana de julio, Arturo y los daños que deje a su paso se sumarán a otros nombres y cifras que han quedado registrados en la historia de los desastres naturales de los últimos 20 años: daños por 212,000 millones de dólares, casi el doble del PIB de todos los países caribeños, por ejemplo”.

Hace cuatro años, en noviembre de 2019, la página web Sinc, publicó: “Los huracanes devastadores en el Atlántico, de momento, son una rara avis. Solo el 7% de los 243 colosos de este tipo observados desde que comenzaron las mediciones por satélite en 1983 han alcanzado la categoría 5, la más catastrófica de la escala de Saffir-Simpson. Lo recuerda el meteorólogo Jeff Masters en un artículo publicado en Scientific American. El huracán Dorian es uno de ellos. Con vientos que alcanzaron los 295 kilómetros por hora, causó gran devastación en las Bahamas, en concreto en las islas Ábaco y Gran Bahama el pasado mes de septiembre. Aunque sus valores encajan dentro de la categoría 5 –que abarca huracanes con vientos, como mínimo, de 252 km/h–, su virulencia ha provocado que expertos como Masters y otros meteorólogos pidan que se revise la clasificación y se amplíe. La decisión correspondería al Centro Nacional de Huracanes, con sede en Miami (EEUU), cuyos expertos, a priori, no consideran que sea necesario añadir un nuevo nivel. ‘La categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson ya incluye daño catastrófico del viento, por lo que no está claro que sea necesaria otra categoría, incluso aunque las tormentas se hicieran más fuertes’, explicó a Sinc Dennis Feltgen, meteorólogo y responsable de comunicación del organismo.

Es así que existe la posibilidad de que, efectivamente, estemos presenciado el nacimiento de una nueva generación de huracanes, con una formación mucho más rápida y altamente destructiva. Este debe ser un fuerte jalón de orejas para las autoridades en sus tres órdenes de gobierno.

Es un fuerte y hasta desalentador llamado de atención para los gobierno federal, estatal y municipal, especialmente parta quienes están en el poder y para quienes aspiran a ocupar esos mismos cargos el año entrante.

Una cosa debe quedar clara: si los gobiernos en sus tres niveles no se aplican para prepararse más y mejor en las acciones prevención efectivas y tempranas, así como para reaccionar con eficiencia ante las catástrofes provocadas por los huracanes, entonces como sociedad estaremos a la deriva, indefensos y en espera de que el destino nos alcance y nos vuelva a rebasar con el lamentable saldo de muertos, heridos y desaparecidos ya conocido, amén de los daños y afectaciones materiales también ya sabidos.