Neofascismo o derecha extrema

LA MIRADA INCÓMODA

“Las esperanzas extremas nacen de la pobreza extrema”: Bertrand Russell.

Por Alfredo César Dachary -

cesaralfredo552@gmail.com

En el siglo XXI ha emergido como fuerza política una “Derecha extrema”, que otros denominan como neofascismo y que ha toma mucha fuerza en Europa, en Estados Unidos y en algunos países latinoamericanos. Para el caso de Estados Unidos, el punto de consolidación se da en el 2016 con el triunfo de Donald Trump para presidente de ese país.

Su triunfo promueve la emergencia de la Derecha alternativa, formada por diferentes grupos incluidos los muy radicales, que cuestionan el progresismo, liberal-conservadora y neoliberal, que había sido la bandera de los Demócratas con Clinton y Obama.

Pero esto comenzó antes en Europa occidental, con las denominadas derechas “liberales” que llegan al gobierno en Polonia, Hungría y en América en Brasil estaba el movimiento más fuerte presidido por el presidente J. Bolsonaro, que llega al poder ayudado por un golpe judicial, que le dio una ventaja momentánea hasta que empezó a promover sus “ideas irracionales” contra todo desde la naturaleza al género.

Sin propaganda y sin la “condena de Occidente”, Rusia inicia el regreso de la “Nueva derecha” con una visión imperial, y una teoría propia denominada la Cuarta Teoría, ya que había tres antes que emergieron en el siglo XIX, el liberalismo, el marxismo y los nacionalismos. El líder y teórico principal de esta “revolución” es Alexander Dugin, filósofo cuya formulación central es el rechazo al neoliberalismo y desmontar la modernidad, que había transformado negativamente a la sociedad.

Hay muchas interpretaciones de esta “nueva derecha”, para distinguirla de la conservadora o tradicional, para Enzo Traverso este Pos fascismo es un concepto elaborado por el filósofo húngaro Gáspár Miklós Tamás, para diferenciar las nuevas derechas diferentes a las de antaño, que eran movimientos antisistema; hoy los líderes no se rapan ni se tatúan esvásticas, o sea, tratan de ser políticos respetables.

Otra característica de estos movimientos es que cada vez hay menos nazis, ni fuerzas políticas que pretenden ser autoritarias, porque no se basan en juegos de masas violentos, ni voluntaristas ni anticapitalista.

Para otros, estos grupos emergentes son un conjunto corriente que aún no terminó de estabilizarse ideológicamente ya que emerge en un régimen de comienzo del siglo XXI, inestable, contradictorio y con políticas antinómicas ante el ocaso de las ideas tradicionales, de la hegemonía de la última gran revolución industrial y frente a cambios disruptivos.

Jean – Yves Camus propone definirlos como “Nacional populismo”, que se organizan para construir un “pueblo” frente a la élite del poder que son los globalistas.

Para Steven Forti, estamos frente a una nueva “extrema derecha 2.0” que emerge en medio de una revolución tecnológica por ello utiliza un nuevo lenguaje, que sustituyó lo racial por lo “cultural”, y ha adoptado provocaciones anti sistemas usando nuevas tecnologías, desde las redes sociales a todas las opciones que plantea Internet en esta nueva 4ª. Revolución industrial.

Camus en 2011 habló de las derechas populistas y xenófobas, opuestas a las liberales conservadoras que dominaban la política desde 1945, mientras Anne Applebaum, se queja de que esta nueva derecha ha enterrado la “revolución conservadora” de los 80’, que tuvo como líderes a Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

En Europa, las extremas derechas comparten mínimos comunes, como son: un nacionalismo exacerbado: euroescépticos; rechazo a los globalistas y a la inmigración musulmana, así como una visión mitificada del pasado y una defensa a los valores sociales conservadores, lo que los lleva a plantear el peligro de la islamización de Europa y pérdida de la cultura europea.

Las extremas derechas del sur y centro-este europeo son más conservadoras y religiosas, un caso particular es Francia con una derecha más liberal, con referentes gay o lesbianas en sus filas, y Rusia se tiene como el modelo anti globalista.

Otros grupos son más estatistas “el chauvinismo del bienestar”: Francia, Italia y otros son descendientes del viejo fascismo, y éstos asumen ser más ecologistas y racistas.

En este juego ideológico hay nuevas extremas derechas que han regresado a la guerra fría con un anticomunismo de los 50´sin respuesta, ya que no hay partidos comunistas y gran parte de la clase obrera, como en Francia, vota a la derecha de Marion A. Le Pen.

Esta nueva derecha al igual que la rusa, en el gobierno, defiende como bandera la defensa de los valores tradicionales, excluye a la equidad de género y a los LGBT, ya que esa es la “degeneración moral del capitalismo”, que los ha llevado a la situación crítica que hoy viven: “marginación social”.

En realidad, estos grupos políticos son antisistema, pero no para hacer una revolución, sino para “recuperar el pasado”, por ello definen la contradicción principal entre el pueblo que es la gente corriente, que cada vez vive con mayores limitaciones añorando el estado del bienestar versus las elites globalistas, y eso les permite sumarse a los ataques de Trump contra la OMS, la ONU y demás instituciones del Estado, que fueron erigidas por el sistema al final de la segunda gran guerra.

Pero esta crítica a un sistema en decadencia va más allá de Europa, ya existen movimiento de extrema derecha musulmanes que llevan sus ideas a la práctica en las Guerras Santas como la globalización que los quiere controlar y un sistema que les quiere extinguir su idioma y, con ello, su cultura.

A mitad de la segunda década del siglo XXI se planteaba que había 20,000.  yihadistas extranjeros, la mayoría nacidos y criados en Europa, que habrían entrado en Irak y en Siria para engrosar las filas de la Organización Estado Islámico (OEI) y de otros grupos.

El espectacular auge de la OEI en esta región y sus repercusiones a escala mundial, la coalición internacional, actos terroristas en nombre de la OEI, y otros hechos obligan actualmente a muchos países europeos a luchar contra un fenómeno de magnitud mundial: la creciente salida de jóvenes y de menos jóvenes que abandonan el país en el que han vivido siempre para dirigirse a lugares donde la extrema violencia convive con una utopía político-religiosa, la “nueva derecha religiosa del Islam”, deja de ser prioridad de Europa y América del Norte y pasa a ser un fenómeno mundial que se da en los demás continentes.

Esas nuevas características territoriales, ideológicas, estructurales e incluso institucionales son las que deben llevarnos a reflexionar sobre las razones mismas del atractivo de la OEI si se pretende, a la larga, desactivarla, sobre todo teniendo en cuenta que los perfiles que la OEI atrae son cada vez más diversificados.

Los perfiles radicalizados tradicionales que eran habituales considerar están actualmente superados y muchos yihadistas todavía responden al perfil de joven marginado, excluido en términos socioeconómicos y políticos, cuyo pasado se ha visto obstaculizado por dificultades personales o de delincuencia menor o media, y que se habría radicalizado entrando en contacto con un reclutador.

Sin embargo, aparecen perfiles cada vez más diversificados de los nuevos convertidos, casi el 25 % de los yihadistas franceses, por ejemplo, personas procedentes de clases medias y familias enteras que se han marchado para vivir en “tierra del islam”.

Como se ha acelerado este fenómeno que toma auge con la famosa oleada de las “primaveras árabes” que generó enormes expectativas en materia de democratización, pero al chocar éstas contra algunas resistencias en determinados países árabes como Bahréin, en Libia, en Yemen y especialmente en Siria, precipitó a estos tres últimos países a guerras civiles, entre las que la guerra siria movilizó especialmente a la opinión pública y a las sociedades civiles debido a la extrema violencia y los horrores que la caracterizan, además de la presencia militar extranjera por un lado de Estados Unidos e Israel y, por el otro, de Rusia y Turquía, con alianzas que han mantenido esta última guerra hasta la actualidad.

Puede ser audaz, pero más útil, pensar que no es coincidencia que las juventudes sin destino claro, hijos de Estados que le dieron protección antes de la debacle neoliberal, terminen en el extremismo, esa fue la fuerza del nazismo y el fascismo en el siglo pasado, o sea, decadencia del sistema.

Todos estos casos aparentemente anómalos son la normalidad de la crisis de un sistema que ha logrado el mayor número de pobres en comparación con el siglo pasado, con la tragedia de la sociedad del consumo, que vive ofreciendo lo que se puede lograr. De los destructores de máquinas a los anarquistas, de éstos a los grupos de izquierda radical y de ello a una ideología de derecha que es antisistema, en la medida en que éste sobreviva.