OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Uno de los más sabios consejos en la ideología popular nos llama a “nombrar las cosas por su nombre”. Si bien la frase suena peyorativa, tiene mucho de fondo, porque es una condena explícita a la simulación y al sofisma. A Morena y a su líder, el presidente Andrés Manuel López Obrador, esto los tiene sin cuidado.

De un plumazo, nos encontramos con que Sedesol, ya era la Secretaría del Bienestar, Banjército era el Banco del Bienestar, el Seguro Popular se convirtió en el Instituto de Salud y Bienestar, y en todos los casos, lo que se incrementó fue el malestar. Pero esta fijación con la nomenclatura causa precedente. Y, viendo que el presidente hace ese tipo de cambios por sus pistolas, y sin medir consecuencias, sus subalternos quieren emular las hazañas del líder, intentando gobernar sus pequeños feudos a imagen y semejanza del caudillo.

En esa tentación ha caído el gobernador de Nayarit, Dr. Miguel Ángel Navarro. No se puede argumentar ignorancia, porque el Dr. Navarro tiene títulos y vasta experiencia profesional y política. Empezó, no podría ser de otra manera, en el PRI. Dos veces trató de ser alcalde de Tepic, y dos veces perdió. También intentó dos veces ganar la gubernatura del estado, y tampoco pudo. Su carrera política fue básicamente legislativa, alternando el servicio entre diputado y senador, mientras brincó del PRI al PRD, porque los priistas le negaron la candidatura al gobierno de Nayarit. Del PRD brincó al PAN, que lo mandó de delegado del IMSS a Chiapas, y ahí se hizo cuaterol del impresentable Manuel Velasco (que me perdone Anahí), de quien fue asesor. Ahí se enredó con los Morenos, y ahora es gobernador.

Uno supondría que con toda esa experiencia, sus decisiones serían menos precipitadas y mejor meditadas, pero no ha sido así.

La primera señal vino en el Tianguis Turístico, donde, para sorpresa y desencanto de hoteleros y empresarios, su gobierno desapareció, así sin avisar, la marca “Riviera Nayarit”. Luego siguió la destitución de Mark Murphy del Fideicomiso de Bahía de Banderas. Espero que muestren evidencias para justificar los argumentos contra Murphy, un especialista turístico reconocido mundialmente y que, dicen, causaron su despido. Me temo que, como las pruebas de corrupción en fideicomisos que prometió el presidente López Obrador para eliminarlos, nos quedaremos esperando.

Ahora, el gobernador envió una iniciativa al Congreso del estado para cambiar el nombre de Nuevo Vallarta a Nuevo Nayarit. También quiere que Punta de Mita se llame ahora Punta Nayarit. Empecemos por el hecho de que el estado libre y soberano de Nayarit no es propiedad del gobierno en turno, sino de sus ciudadanos. Son ellos quienes eligen a los gobernantes con el encargo de administrar el estado de manera que se incremente su riqueza, que es la única forma de cerrar la brecha entre ricos y pobres, que el gobernador pretende terminar. No es cambiando los nombres, por Dios, sino es trabajando a favor del estado.

Nuevo Vallarta y Punta de Mita son nombres conocidos internacionalmente. Ya están establecidos, y los turistas los reconocen. ¿Se trata de confundir a quienes con sus visitas aportan la mayor cantidad de fondos de que dispone el estado? Necesita asesores en mercadotecnia, gobernador. Le recuerdo que gobierna para todos, no solo para Morena, y menos solo para congraciarse con el presidente. Está, con esos cambios, atentando con nuestro mejor recurso, que es el turismo.

Leí con atención la entrevista en este diario a Jorge Villanueva, presidente de la Asociación de Empresarios de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas. Él es más político que yo, pero señala, con toda razón, que tratando de sortear los impactos negativos en la economía de una pandemia brutal, es el momento menos adecuado para una medida tan radical como el cambio de nombre. Él no lo menciona, pero yo sí. Espero que esto de los cambios de nombre no sea un distractor para el aumento del 3% al 5% en el impuesto hotelero. Ese es otro atentado contra nuestra mayor fuente de ingresos, que son los turistas. Vendrán menos.

Esta fijación con el cambio de nomenclatura va más allá, y cobra tintes patológicos al intentar, en la misma iniciativa, cambiar el nombre de la tradicional Salsa Huichol a Salsa Nayarit. No sé quién sea el dueño de la marca, pero espero que no lo permita. Digo, la Salsa Tabasco se embotella en Luisiana, Estados Unidos. Ya parece que el gobernador intentara eliminar la marca “Tabasco” por la de “Luisiana”. Lo linchan. Acá, no pasa nada.

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Los cambios en el gabinete del presidente López Obrador fueron descritos por el periodista Raymundo Rivapalacio diciendo que salen unos ineptos para dar paso a otros ineptos. Solo les digo que Javier May, el nuevo director de Fonatur, quien estará encargado de desviar todos los recursos del Fondo al Tren Maya, que nadie usará, y a los que acá daríamos mucho mejor uso, no acabó ni la prepa. Pero ya fue secretario del mencionado “bienestar”, y es de Tabasco, que es el único dato curricular que se requiere para estar en este gabinete.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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