LA MIRADA INCÓMODA

“La tecnología es un sirviente útil pero un jefe peligroso”: Christian Lous Lange, historiador y pacifista noruego.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

Hace cuatro décadas comienza a masificarse lentamente la informática, y con el nuevo siglo da grandes saltos, hasta hoy que, en menos de 20 meses, la sociedad digital se hizo cotidianidad debido a la pandemia de Covid-19, desde los niños a los adultos mayores; unos con las computadoras otros con los celulares, muchos con ambos a la vez y otros aparatos que se han ido sumando.

Esto fue posible, además de la emergencia de la pandemia, porque los nuevos patrones de consumo del ser humano han sido alentados por los avances tecnológicos, desde el cine a la televisión y de ésta al ordenador hasta llegar a los nuevos celulares que unían no solo comunicación, sino también la información y el entretenimiento, lo cual implicó un gran avance dado las facilidades para su adquisición.

Pero en medio de esta expansión, que hace que el sujeto y la familia en general cambien ciertas adicciones de las que genera estas nuevas opciones de comunicación – entretenimiento.

De estos cambios destaca últimamente, y se aceleró con la pandemia, un desarrollo tecnológico que ha disminuido el número de horas que el hombre dedica a ver televisión: la aparición del Internet y el desarrollo del fenómeno conocido como Streaming.

Éste es un nuevo medio de comunicación en Internet, por el cual los archivos de audio o video son trasmitidos al mismo tiempo que son descargados, sin tener que esperar a que dicho archivo sea totalmente descargado por el usuario en su computadora, es la manera automática en que el usuario consume el producto en paralelo mientras se descarga.

Así y sin que “nos diéramos cuenta” fueron desapareciendo primero los negocios de renta de videos, los famosos Blockbuster, en la primera década del siglo actual y son suplantados por nuevas tecnologías de plataforma entre la que destaca Netflix, un vanguardista en ese negocio, como lo fue antes Facebook en las redes sociales.

Netflix ha pasado de ser una empresa de alquiler de DVD por correo a ser un líder mundial en la industria del entretenimiento, ya gracias al uso de bigdata sobre una inmensa cantidad de datos del cliente que recoge y analiza, para tener un claro perfil de sus usuarios, según lo que buscan y cómo lo etiquetan y a dónde, cuándo y cómo lo consumen.

Esta estrategia le permite híper segmentar al cliente, al individualizar el contenido que es más afín a sus gustos como consumidor. Pero estos análisis van más allá, al poder predecir las claves del éxito y las tendencias, para poder producir y generar contenidos propios, afín a los gustos de su amplísimo mercado de consumidores.

Esta plataforma de video por suscripción ha sabido aprovechar como nadie las posibilidades que le ofrece no ya solo el Big Data, sino el Deep Data, que devela el verdadero valor de los datos, ya que estudia el comportamiento y los hábitos de sus consumidores, para de allí inferir sobre bases sólidas a estos millones de consumidores.

Los datos están al centro de la revolución tecnológica actual y este escenario difícilmente cambiará en los próximos años, podrá ampliarse en opciones y resultados nuevos. Cada minuto Estados Unidos genera más de tres millones de gigabytes de datos y se planteaba en el 2018 que en el 2020 por cada ser humano sobre el planeta se crearán 1.7 Mb de información por segundo, no sabemos si la pandemia aceleró más esta tendencia o la estabilizó.

Los datos se han ganado el apodo del “petróleo del siglo XXI” y la comparación hasta podría quedarse corta: el mercado de Big Data proyecta crecimiento de $42,000 millones de dólares en 2018 a más de $103,000 millones en 2027, un ritmo del 10% anual.

De acuerdo con un estudio de Accenture, cuatro de cada cinco ejecutivos concuerdan en que las compañías que no abracen el Big Data perderán su posición competitiva y podrían extinguirse. Coincidentemente, ese mismo 83% de empresas ya están persiguiendo proyectos basados en datos para obtener una ventaja competitiva.

Netflix pasó de 3,500 empleados en el 2015 a 11,300 en el 2021, con un total de 221,8 millones de suscriptores, los cuales 67,3% son de Estados Unidos y que genera un ingreso anual de 29,700 millones de dólares, antes de la pandemia (2019) y ratifica el éxito de las tecnologías de punta para operar a nivel mundial con una gran masa de suscriptores.

Para lograr esta gran masa de datos que procesa Netflix lo tiene fácil para acceder a la información que a través del proveedor de video puede extraer los datos de todos sus usuarios: desde qué búsquedas realizan, los dispositivos que usan, los días que dedican más a este ocio y el tiempo que dedican, entre otros más.

Las valoraciones de los consumidores y las preferencias que tienen en común con sus amigos o con la audiencia de su misma zona geográfica, es además complementada con sus perfiles en redes sociales, lo cual permite identificar y calificar en forma muy específica a cada cliente, lo cual es posible gracias a la ciencia actual y sus tecnologías.

La información que han recopilado durante casi 20 años es lo que les permite decidir qué películas y series incluir en su parrilla. Y de esta forma la firma estadounidense arrasa en todos los países donde se implanta. En cada uno de ellos, ofrece una programación adaptada a los datos que ha recogido, almacenado y analizado de los espectadores de esa región.

Al comparar los resultados de las cadenas convencionales con los de la plataforma de vídeo en Streaming a partir de que lanzan una nueva serie, ésta tiene tan solo un 35% de posibilidades de triunfar y mantenerse en la parrilla, pero Netflix en sus posibilidades ascienden al 70%, para mantenerse y llegar a ser éxito.

El ritmo de estrenos se ha vuelto casi demencial, por lo que es sorprendente que Netflix sea capaz de convertir muchos de ellos en tendencia y el tema estrella de muchas de nuestras conversaciones. Parecería que Netflix ha dado con la fórmula para dar visibilidad a programas que se estrenan y la recurrencia del fenómeno hace pensar que hay algo de método a la hora de «cocinar» contenido de moda: coinciden con las ideas dominantes de la sociedad actual.

En la era del pico televisivo, la audiencia no se concentra en torno a un puñado de programas, como era tres décadas atrás, ya que hoy los hay por cientos y esto se debe no solo a la multiplicación de las plataformas de Streaming basadas en un modelo de suscripción, y de nuevas formas de llegar a un público que exige y está en crecimiento.

Por ello, todas estas opciones están en posesión de una buena cartera de contenido, en muchos casos no solamente original sino exclusivo, como gancho para seducir a un espectador saturado de estímulos, que los lleva a un largo zapping entre opciones. 

Así a más programas y más plataformas de contenido, menor capacidad para concentrar el visionado ya que, si no se da la tan temida fragmentación de audiencias, por ello la batalla por el tiempo y la atención del espectador se ha recrudecido, y cada vez es más difícil tener la suficiente visibilidad para que el usuario sepa, siquiera, que un estreno se produce.

Netflix parece haber encontrado la manera de burlar esta saturación, poniendo sus contenidos en donde, a día de hoy, resulta más difícil estar: en la conversación del público.

En los más de 10 años que Netflix lleva monitorizando nuestros hábitos de consumo en Streaming, ha desarrollado una extraordinaria capacidad para, de un lado, dimensionar la audiencia potencial de todo el producto que incorpora a la plataforma y, de otro, para crear una presentación “a medida” de cada usuario.

El uso de bigdata que se genera a partir de los usuarios les ha otorgado una posición privilegiada en términos de conocimiento de la audiencia, ha llevado a aislar más de 2,000 comunidades de gustos sobre las que pueden trabajar de manera híper personalizada.

El bigdata también es útil en términos de conocimiento del contenido. En ello a muchas personas se les paga por ver contenido y asignarle una serie de etiquetas o para elegir las imágenes y frases más relevantes, respectivamente.

En base a este sistema se construye la arquitectura de su popular sistema de recomendación, que cuenta con miles de micro géneros bajo los cuales puede presentar el contenido y decenas de alternativas gráficas para el mismo.

La cosa funcionaría más o menos así: nuestros círculos hablan apasionadamente sobre la serie que están viendo y despiertan nuestro interés.

La expectación y el temor a perdernos algo importante (el famoso FOMO) nos anima a verla. La experiencia es satisfactoria, lo que reafirma y multiplica nuestro interés por compartir esa misma pasión por el hallazgo con otros.

Las nuevas tecnologías específicamente bigdata, nos han hecho volver en el tiempo a la época en que el principal argumento para elegir lugares de viaje y tipos o formas de hacerlo venía de la experiencia de los demás, el famoso, “boca a boca”.

Lo maravilloso de esto es que lo más moderno nos permite encontrarnos con nuestro verdadero sentimiento del gusto y la necesidad de ejercerlo, ¿estamos volviendo al pasado, camino al futuro?

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