Occidente–Oriente: la pugna por la “verdadera” narrativa

LA MIRADA INCÓMODA

“El verdadero conocimiento es conocer la extensión de la propia ignorancia”: Confucio.

Por Alfredo César Dachary

La lucha por la hegemonía mundial es una complicada competencia que difícilmente podría ser solucionada por acuerdos o, excepcionalmente, asumirlo como lo hizo Gran Bretaña, ya que la cultura que domina en Estados Unidos es de competencia y, para colmo, la sociedad se ha creído sus propios mitos desde el país elegido al destino manifiesto entre otros sueños de una sociedad mayoritariamente individualista y superficial, donde la venganza puede ser asumida desde el Presidente a cualquier ciudadano con los resultados ya conocidos.

A esta “característica” incivilizada e inusual entre magistrados de primer nivel y la propia sociedad, lo reafirmó el presidente Biden al hablar de los atentados en el aeropuerto de Kabul, donde plantea venganza luego de dos décadas de crímenes sin aclarar, ya que la guerra no se logró al estilo clásico y que concluyó con la huida,  como la vergonzosa repetición de Saigón, hoy ciudad Ho Chi Minh.

Por ello no habrá un G-2 o G-3, por la imposibilidad y el orgullo que no permite aceptar lo que cada día es más inevitable, la caída del único sostén el depreciado dólar. Tampoco son socios de fiar y el mundo fue testigo como la gente que sirvió a las fuerzas de ocupación en Afganistán fue abandonada a su suerte, una lección que se repitió antes, en los 70´, ya que sigue vigente la frase de John Foster Dulles: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”.

Pero a Europa le queda una batalla mayor, defender lo indefendible, la construcción de una narrativa desde la cúspide del racismo sobre el resto de la humanidad a los que se considera inferiores, la vieja y decrepita historia universal, las ciencias sociales erguidas como intento por controlar la realidad colonial y certificar el entierro de las culturas de los pueblos originarios, o para entenderlos o controlarlos.

La naturaleza se la clasificó y ordenó como se hace con las piezas del saqueo arqueológico para ser expuestas en un museo, ayer la clasificaron y van por más por entender esa naturaleza y los sentidos, usos y opciones que le genera a los sueños que conviven en ella, para superar la visión mecanicista y superficial del positivismo.  

A redescubrir la geografía construida desde los barcos, haciendo del mundo un catálogo de “héroes” que no conocemos, mientras se dividían los territorios para debilitar pueblos o extinguir culturas; si Europa pierde la máscara que oculta los genocidios que generó y los problemas que creó, aceleraría la pérdida de la imagen que ya las dos guerras mundiales erosionaron.

Esto es más fuerte que la hegemonía de Estados Unidos, es perder la aparente autoridad científica y cultural, desconocida por sus súbditos, que vieron el resultado en la herencia colonial que cinco siglos después mantiene a la geografía de la pobreza separada por un gran “abismo” como dice Boaventura de Souza Santos y ratifica el último estudio de Oxfam del 2020.

No se trata de la caída de una potencia sino de una narrativa que ha ocultado la realidad de los últimos cinco siglos y le ha permitido a la alianza occidental destruir, controlar y saquear pueblos, aunque la idea, según el actual presidente y los que estuvieron antes fue siempre la de civilizar, como lo testimonia los más de 150 millones de afrodescendientes en América, descendientes del mayor atropello de los pueblos africanos, solo superado por el genocidio del propietario del Congo, el rey de Bélgica Leopoldo II en tres década de explotación, que dejó una triste secuela de muertes y amputaciones.

De allí que el desplazamiento de la hegemonía hacia Asia se observa desde Occidente con mezcla de preocupación y admiración, ya que el neoliberalismo con medio siglo en el poder no puede entender los grandes logros y el funcionamiento del modelo que se despliega en China, que alcanzó en un poco más de tres décadas sacar de la pobreza a más de 700 millones de chinos, algo similar al 10% de la población mundial.

Hoy, en la China del final de la segunda década del siglo XXI, no existe más una población pobre, recordando que a mitad del siglo XX cuando se crea la República Popular con Mao, era el país más pobre del mundo y en la actualidad China, ha alcanzado un PIB per cápita de 10,000 dólares en 2019. 

En el Occidente de los países centrales no solo hay poco crecimiento, sino que aparece con más inequidad, lo que demuestra que el neoliberalismo como sistema no está dando respuesta a las demandas de la gente que más representación necesita, porque su voz es menos potente, construyendo un gran ejército de marginados que empuja a los desocupados y pobres en general al fascismo autoritario por toda Europa, en lugares impensados, como Suecia.

Para poder entender este modelo que ha logrado sacar a China adelante, se debe partir del eje del sistema que es la planificación económica china, que tiene sus raíces en el modelo soviético, aunque con una visión amplia y más novedosa derivado de la propia experiencia de la URSS que debía remontar el modelo en plena guerra fría.

China, en 1953, lanzó su primer plan quinquenal que, desde entonces, sigue siendo la principal herramienta de planificación económica, y desde esa fecha a la actualidad se han implementado trece planes, siendo 2021 el primer año del decimocuarto plan quinquenal.

Más allá de esta planificación a mediano plazo, se utilizan otros instrumentos estratégicos a nivel central y local, como el programa China Manufacturing 2025, el sistema de "crédito social", que establece una calificación que se aplica a personas y empresas, los Estándares de China 2035. Todas estas políticas son parte del modelo económico de China y los líderes insisten en la naturaleza específica de su socialismo que también se puede describir como un "capitalismo de Estado". 

En el modelo chino, la planificación va más allá de la asignación de crédito porque la gran mayoría de los bancos están controlados por el gobierno central o local, ya que una parte significativa de los bienes y servicios son producidos por empresas estatales controladas por el gobierno central.

En Occidente, ante el hecho irreversible del crecimiento económico, emerge un discurso que intenta redefinir el modelo chino al definir este “triunfo” debido a que el país se desarrolla convirtiéndose en «capitalista», una simplificación que quiere ocultar un modelo exitoso y novedoso que, pese a las diferentes críticas, no deja de expandirse.

La “corta historia” de este modelo social y económico ha pasado por varias etapas y se ha tenido que enfrentar a diferentes coyunturas del capitalismo mundial dominante, especialmente en dos momentos históricos, la crisis de Estados Unidos de los 70´y la caída de la URSS a fines de los 80´, hecho que coincide con el gran cambio en China generado por Deng Xiaoping.

En la primera etapa que fue el periodo en que gobernó Mao Zedong (1950-1980) el sistema capitalista heredado del viejo imperio y luego de la ocupación japonesa, se fue erradicado progresivamente en la China popular y ello le permitió lograr sus primeros éxitos en la reforma agraria y así garantizar la soberanía alimenticia de este gigante que comenzaba caminar.

El 1° de octubre de 1949 se erige la República Popular China, que en ese momento, era el país más pobre del mundo. Su PIB per cápita era alrededor de la mitad del de África y menos de tres cuartas partes del de la India. Pero de 1950 a 1980, durante el período maoísta, el PIB creció de forma regular (2,8 % de media anual), el país se industrializó y la población pasó de 552 a 1,017 millones de habitantes. Esto se refleja en el incremento de la esperanza de vida pasó de 44 años en 1950 a 68 años en 1980.

Los logros en la educación fueron muy significativos, ya que el porcentaje de población analfabeta pasó del 80 % en 1950 al 16 % en 1980, y ello incluye a las mujeres chinas que fueron educadas y liberadas de un patriarcado ancestral.

Fue entre 1950 y 1980 cuando el socialismo puso las bases de un sólido desarrollo agrícola, apoyado por la Academia China de Ciencias Agrícolas creada por la República Popular, que lograron la reproducción de variedades de arroz de alto rendimiento, sumado a la restauración progresiva del sistema de riego, los progresos realizados en la reproducción de semillas y la producción de abonos nitrogenados transformaron la agricultura.

La segunda etapa la lidera Deng Xiaoping, a partir de 1979, quién inyectó una dosis masiva de capitalismo en la economía, pero bajo la impulsión del Estado, con una liberalización parcial de la economía y la apertura al comercio internacional que muestran una decisión política deliberada.

La autoridad política dirige la economía de manera que produzca más riqueza de forma más eficaz y, por ello, la economía de mercado es un instrumento, no una finalidad; y la apertura es una condición de eficacia y conduce a esta directiva económica operativa para poder alcanzar y superar a Occidente.

Los reformadores chinos quieren que el comercio refuerce el crecimiento de la economía nacional, no que la destruya, por ello este sistema contractual vincula a las empresas chinas y las empresas extranjeras, las Zonas de Exportación Especiales (ZES).  El reparto de las tareas está en el origen de un doble fenómeno que no ha dejado de acentuarse desde hace 30 años, el crecimiento económico de China y la desindustrialización de Occidente.

Decir que China triunfó debido a que se convirtió en un país capitalista, abandonando el comunista es un deseo de los opuestos y no una realidad de la China actual.

Los avances de la Republica Popular van más allá de lo económico, recuperando su peso cultural de una milenaria experiencia y científico de una nueva generación de chinos, el país se ha vuelto una realidad muy difícil de ocultar, de hacer retroceder o claudicar.

Por ello, el entierro de la hegemonía única y la emergencia de una compartida servirán de epitafio a la narración del eurocentrismo, hoy cuestionada incluso desde los centros metropolitanos de Europa y Estados Unidos. La visión real a la larga se impone porque dispone del tiempo para esperar la única respuesta posible que es la verdad, una manera de reencontrarnos con un pasado que se quiso ocultar y aún vive entre el mestizaje, los pueblos originarios y sus descendientes.