OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Paola Schietekat es una de tantas mexicanas que encontró el éxito fuera de su país. Paola obtuvo una maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y luego recibió una oferta de trabajo que ella misma consideró como “lo mejor que me ha pasado en la vida”. El “Supreme Committee for Delivery and Legacy” es una organización fundada en 2011, y encargada de establecer las condiciones, los estadios y la organización para que la Copa Mundial FIFA de 2022 sea un éxito en Qatar. Paola recibió la invitación para trabajar con ellos, y se trasladó a Doha, la capital.

Parte de las labores del SC consiste en extender lazos de amistad internacional, para que tanto los países participantes, como quienes asistan a los partidos, tengan una buena experiencia.

Esto suena muy bonito, pero no es tan fácil. Qatar es un país muy rico en petróleo, y buena parte de sus ingresos se han invertido en convertir a Doha en una ciudad cosmopolita, moderna, funcional e ideal para establecer negocios. Uno llega a Qatar, y todo grita “modernidad”, pero con rascar un poco la superficie, empiezan a salir las inconsistencias.

Ningún país que presuma de civilización puede mantener en vigencia leyes que emanan de creencias religiosas y que son aprovechadas para perpetuar un estado de opresión sobre las mujeres. No es el único lugar en el que ser mujer es un calvario. Lo mismo pasa en Afganistán, en Arabia Saudita, y generalmente en el mundo árabe, donde todavía imperan costumbres medievales que no reconocen la paridad de los sexos.

Para organizar un mundial de futbol, Qatar ha tenido que hacer muchas excepciones. Tendrá que permitir el acceso a las mujeres a los estadios, asunto normalmente prohibido. También aceptó relajar, por lo menos temporalmente, las reglas para la venta y consumo de alcohol en público, tema prohibido para la religión islámica. Pero la convicción de que la mujer es un ser inferior, no se quita con un mundial de futbol.

La noche del 6 de junio, un sujeto, a quien Paola consideraba su amigo, entró por la noche a su departamento mientras ella dormía. Él tipo quiso abusar de ella, forcejearon, Paola cayó al suelo y logró escapar. Se refugió en un hotel. Al día siguiente, viendo en su cuerpo las huellas del forcejeo, fue a un médico, que le extendió un certificado, y luego acudió al consulado mexicano en Doha. El cónsul Julio César Martínez la acompañó a la policía a presentar la denuncia.

Por la noche, Paola recibió una llamada telefónica de la policía, exigiendo su presencia inmediata, y advirtiéndole que, de no presentarse, su denuncia sería descartada. Le hubiera ido mejor si no va.

Llegó a la estación, y la carearon con el acusado. Luego fue interrogada durante tres horas, donde le exigieron una prueba de virginidad. El tipo dijo en su declaración que era su novio, y estaba en su derecho de exigirle sexo. Pero al no estar casados, el asunto se vuelve una relación extramarital, donde la culpable es, por decreto, siempre la mujer.

La prueba de virginidad era imposible: a los 16 años fue violada con violencia por un novio que tenía, y quien la encerró en su departamento. Esto le ocasionó un trauma emocional que no ha podido superar bien a bien, y que no le permitió pasar por alto este nuevo agravio.

El caso fue turnado a la fiscalía, y luego de la primera audiencia, que se basó en la acusación de relación extramarital, tuvo que entregar su teléfono, desbloqueado, o ser arrestada. La situación ya era peligrosa, y Paola recurrió a amigos del SC, que la ayudaron a salir de Qatar. Para sorpresa de nadie, y ya en ausencia, Paola fue sentenciada a 100 latigazos y 7 años de cárcel.

Por discriminar a gente de color, durante años, Sudáfrica fue un paria internacional. No entiendo cómo el mundo permite que, por excusas obsoletas basadas en fanatismos religiosos, las mujeres del mundo árabe sean sometidas a tratamiento de esclavas. Un buen amigo mío, un francés llamado Richard Schilling, vivió en Riyadh, en Arabia Saudita, durante cuatro años.

Casado con una mexicana, muy guapa por cierto, llamada Gloria, Richard me contó historias de la vida cotidiana en Riyadh. A partir de las 11 de la noche, los árabes ricos, que son muchos, abren sus bares privados en sus casas. Allí beben y se divierten de lo lindo. A Richard le llegaron a ofrecer cuatro camellos a cambio de su mujer.

No exagero. Es un país cuyo líder manda asesinar periodistas a discreción, y que ahora quiere comprar el golf del mundo, ofreciendo muchos millones. Fueron rechazados.

Pero la FIFA es otro asunto. Todos sabemos que Qatar como sede del mundial, es un mal chiste. No tiene tradición futbolera, el clima es abominable, pero tienen mucho, mucho dinero. Y como ya está documentado y comprobado, compraron ese mundial a través de sobornos y tráfico de influencias.

Yo no sé si la Selección Mexicana de futbol califique para el mundial. Por como juegan, creo que la calificación peligra. Pero como país, deberíamos boicotear ese mundial. La manera como trataron y tratan a nuestra compatriota Paola Schietekat debería tener más peso. Ahora, el canciller Marcelo Ebrard la recibió, y le va a dar ayuda legal.

Un poco a destiempo, ¿no canciller? Porque el cónsul Martínez desapareció a la hora de la audiencia, y la abogada local que le asignaron a Paola fue una desgracia.

Espero, en alguna columna futura, contarles un final feliz de esta historia.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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