Por Juan Carlos Arce/Ciudad de México

El conflicto entre Rusia y Ucrania comenzó en el 2014, cuando los rusos tomaron el control de Crimea, acrecentando la enemistad de ambas naciones.

Además, desde ese año, Vladimir Putin apoyó a las fuerzas separatistas de dos regiones del este de Ucrania: Donetsk y Luhansk, las cuales reconoció como independientes.

Después de Rusia, Ucrania es el segundo país más grande de Europa por superficie, y ambos comparten una frontera terrestre.

Históricamente, Ucrania constituía una parte importante del territorio habitado por el pueblo de la gran Rus (antiguos que dieron nombre a Rusia y Bielorrusia); era políticamente dominante entre los Rus antes de que el Imperio Mongol la invadiera en el siglo XIII.

El territorio nunca se recuperó del todo, y sus vecinos, incluida una Rusia centrada en Moscú, se repartieron continuamente la tierra hasta principios del siglo XX.

Aunque Ucrania disfrutó de un breve periodo de independencia entre 1918 y 1920, posteriormente se unió a la Unión Soviética, que se derrumbó en 1991. Desde entonces, Ucrania goza de plena independencia política.

En 2014, las cosas llegaron a un punto crítico. Marines, paracaidistas y fuerzas especiales Spetsnaz rusas invadieron y capturaron la región ucraniana de Crimea sin apenas combatir.

Al mismo tiempo, fuerzas respaldadas por Rusia atacaron a Ucrania en la región de Donbás del país, tratando de separarla de Ucrania y unirla a Rusia.

La guerra no oficial siguió en curso, con estallidos ocasionales de violencia a lo largo de la frontera entre Rusia y Ucrania.

UCRANIA Y SU RELACIÓN CON OCCIDENTE

Rusia se desconcertó cuando, en 2014, un levantamiento remplazó al presidente de Ucrania, que mantenía buenas relaciones con Rusia, con un gobierno de inclinaciones claras hacia Occidente.

La mayoría de las antiguas repúblicas soviéticas y aliados en Europa ya se han unido a la Unión Europea o a la OTAN. El alejamiento de Ucrania de la influencia rusa se sintió como el último clavo en el ataúd del poder ruso en Europa del Este.

Para Europa y Estados Unidos, Ucrania es importante en parte porque la consideran como un indicador de su propia influencia y de las intenciones rusas en el resto de Europa. Ucrania no es parte de la Unión Europea ni de la OTAN.

Sin embargo, recibe apoyos militares y financieros considerables de Europa y Estados Unidos. La invasión de Rusia podría sugerir que Moscú se siente empoderado para elevar las tensiones con otras antiguas repúblicas soviéticas que ahora son miembros de la alianza occidental, como Estonia, Letonia y Lituania.

La guerra también representaría una mayor amenaza para el dominio estadounidense en los asuntos mundiales. Al ganar la Guerra Fría, Estados Unidos estableció una gran influencia sobre el orden internacional, pero esa influencia ha disminuido durante la década pasada y la invasión rusa podría acelerar ese proceso.

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