TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Estamos en época olímpica y muchos estamos inmersos en los medios electrónicos siguiendo esta justa deportiva que convoca a los más grandes atletas del mundo.  Poco importan horarios y desvelos.  Hay que estar allí presenciando el esfuerzo, la disciplina, la fuerza, la velocidad, la resistencia, la maestría, el dominio de cuerpo y mente y admirando las proezas de los atletas que participan en las distintas disciplinas individuales o de conjunto.

No podemos dejar de asombrarnos ante la perfección a la que llegan estos seres humanos que logran hasta lo imposible.  Han venido a revolucionar las leyes de la física y la gravedad de lo que el cuerpo puede alcanzar. Consiguen movimientos, saltos, giros, posiciones, trayectos, tiros, levantamientos de gran calidad y precisión que tal vez en otras épocas resultaran imposibles. La medicina deportiva, la ciencia, la técnica han sido claves para la formación del talento deportivo.

Ahora hay todo tipo de herramientas tecnológicas que permiten medir el somatotipo, o constitución física, tipo de fibras, de oxigenación, de recuperación muscular, de velocidad para eliminar el ácido láctico, en fin.   Por ello sorprenden que deportistas de países menos desarrollados logren obtener medallas ante los avances de otros que cuentan con mayores opciones para integrar la capacidad humana y la técnica con los avances científicos. 

Ante todo, es la constancia, la disciplina, la habilidad desarrollada y la fuerza física y mental lo que determina que toda una vida de práctica tenga su instante de privilegio y corone el esfuerzo con una medalla olímpica.  Llama la atención cómo hay deportes donde la precisión milimétrica cambia un resultado y el esfuerzo de toda una vida se viene abajo.

Tal es el caso de la gimnasia donde un parpadeo se puede volver catastrófico, a diferencia de otros deportes donde hay oportunidad de hacer varios intentos.  Tiro con pistola, arco, lanzamiento de bala, jabalina y disco, salto de altura y longitud, levantamiento de pesas, pugilismo, lucha, taekwondo.  O deportes donde es la consistencia y la uniformidad la que determinan un resultado como en el tenis, el golf, el beisbol, el básquet y volibol e incluso el futbol entre muchos otros donde un error puede repararse con una buena actuación acto seguido.

No así en la gimnasia.  Un error y quedas fuera.  Es el parpadeo de un instante lo que hace cambiar un resultado. Una disciplina que como pocas exige el mayor rigor y la mayor precisión durante toda la ejecución.  No hay cabida para fallas, errores, distracciones.  Es salvajemente cruel.  Tal vez el otro deporte que se le asemeje en precisión sean los clavados, aunque en el foso un pequeño error mientras no sea muy grave, puede subsanarse en los siguientes cuatro intentos.

En gimnasia no hay más.  Cuando vimos a Alexa Moreno lanzarse al salto de caballo, ahora denominado salto de tabla me di cuenta de lo importante de la precisión.  No hay una segunda oportunidad, sino que es una suma de lo que se consiga en ambos saltos. 

Sin embargo, allí no termina el ejercicio. Hay que pasar por el otro rasero. Jueces siguiendo ciertos parámetros evidentemente técnicos, que, sumados a su buen entender ejercen algo muy temido: la calificación por lo observado sin opción a repetición en pantalla.  Es solamente la apreciación del instante que va de lo técnico a lo subjetivo.

Deporte de extremo rigor que requiere de una precisión milimétrica para ejecutarlo, pero para evaluarlo influye el factor humano que puede tender a favorecer o perjudicar a uno u otro deportista cuando las diferencias no son muy palpables.  Cuando escuchas a los comentaristas te das cuenta de la poca capacidad que tiene uno para evaluar muchos aspectos técnicos que nos parecen imperceptibles a quienes no somos expertos en estas disciplinas.

No obstante, hay aspectos que son visibles y que a lo largo de las justas olímpicas han presentado dudas en algunos y en otros casos escandalosos como lo sucedido a Carlos Girón en Moscú 1980.  El clavadista mexicano de trampolín de 3 metros había alcanzado la máxima puntuación de la contienda, pero el ruso Aleksandr Portonov que se aventó un clavado literalmente de espaldas, tuvo una segunda oportunidad de volver a ejecutarlo para alzarse con la de oro.  Un juez sueco argumentó que el público lo había desconcentrado.

Ante protestas que duraron dos días por lo sucedido que también afectó al italiano que obtuvo medalla de bronce y al alemán oriental que se quedó sin medalla, nada pudo hacerse.  Eran los tiempos de la guerra fría, la Unión Soviética era una potencia mundial temida y así quedaron las cosas.  Cómo olvidar la descalificación de Bernardo Segura en la caminata de 20 kilómetros en Sidney 2000 que llegó en primer lugar y luego le dijeron que un juez polaco lo había descalificado presentándole la tercera tarjeta de amonestación minutos antes, por “flotar”.  Eso fue dramático.

En esta olimpiada en el relevo de 4 x400 metros mixto, el equipo norteamericano había sido descalificado por no estar en la posición adecuada.  Argumentaron que los jueces los habían puesto allí y pudieron entrar en la contienda.  Menos mal que no ganaron el oro que obtuvieron los polacos, porque se habría armado tremenda polémica.

Los mexicanos siempre estamos con el “ya merito”, “nos hicieron trampa”, “favorecieron al otro”, pero creo que en el caso de Alexa nuestra gimnasta saltadora, se aplicó una severidad que la dejó por 27 milésimas fuera de las medallas para darle el bronce a Corea.  La vida a veces se resume en un parpadeo.  Alexa se ha sobrepuesto a situaciones adversas más allá de lo deportivo como el bullying al que estuvo expuesta mucho tiempo, ahora al estilo Lady Di, no la coronaron pero será la reina en los corazones de la gimnasia mexicana.

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