Prohibición

OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) - m.jorge.berry@gmail.com

En 1920, Estados Unidos, a través de la 18ª enmienda constitucional, prohibió la venta, fabricación y distribución de bebidas embriagantes. Esto se llamó el “decreto Volstead”, y marcó el principio de lo que hoy se conoce como “la prohibición”.

Las intenciones de los legisladores de entonces no tomaron en cuenta el demonio que estaban desatando. No es tan fácil restarle libertad individual a la gente, y un papel no basta. Así que en cuanto entró en vigor la prohibición, empezaron a florecer destilerías clandestinas, que vendían licor por todo el país, proliferaron las cantinas ilegales, cuya existencia se pasaba de boca en boca, y no tardaron en formarse bandas del crimen organizado que empezaron a controlar el tráfico de las bebidas embriagantes. Utilizando alcohol destilado principalmente en Canadá, se desarrolló el negocio, distribuido nacionalmente por las mafias, aunque también importaban de Irlanda, donde el producto tenía mayor calidad, y se podía vender más caro en Estados Unidos.

A la sombra de esto, se hicieron enormes fortunas. Al Capone, el más famoso mafioso de su tiempo, hizo, según cálculos, unos 100 millones de dólares, en esos tiempos, una riqueza considerable. Pero no fue el único. Dice la leyenda que la fortuna de la familia Kennedy tuvo su origen en el tráfico ilegal de alcohol. El viejo Joe Kennedy, padre del ex-presidente asesinado, tenía su cadenita de distribución desde Canadá.

El problema más serio fue tratar de aplicar la ley. Si bien en las comunidades rurales y poblados pequeños se vivía una ola de fervor religioso similar a lo que pasa hoy, y la gente en su mayoría estaba dispuesta a someterse a la prohibición, la historia era bien distinta en las zonas urbanas y centros de población más grandes. Ahí, la gente se negaba a aceptar la ley, y encontraba la manera seguir bebiendo. Se creó el “buró de la prohibición” para tratar de aplicar la ley, pero cada establecimiento que cerraban era suplido por cuatro o cinco nuevos. Sin remedio, empezaron a subir las cifras de violencia en torno al tráfico del alcohol. Las mafias tenían, literalmente, batallas campales para controlar la distribución en diferentes zonas geográficas. Fue el origen de las famosas cinco grandes familias de origen italiano, que encabezaban distintos grupos de mafiosos.

Para 1933, el gobierno se convenció de que la prohibición había sido un enorme fracaso. Bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, se volvió a modificar la Constitución para abolir el decreto Volstead, y reanudar el comercio de “bebidas espirituosas”, como le llaman allá.

Cuentan que el nuevo presidente Roosevelt celebró el acto bebiéndose un Martini.

Les cuento todo esto luego de enterarme que el gobernador de Nayarit, Miguel Ángel Navarro Quintero, decidió prohibir el consumo y venta de alcohol en la feria de Nayarit. Él es libre de practicar un puritanismo radical si así lo desea, pero no imponerlo a todos los ciudadanos. Y el argumento no es defender el consumo de alcohol. Es defender la libertad individual que tenemos quienes vivimos en una democracia, a decidir por nosotros mismos.

Pero más allá de eso, el gobernador, al más puro estilo obradorista, se deja ir con otro de esos caprichos absurdos que afecta directamente los intereses económicos de sus gobernados. Anuncian que la feria será “únicamente cultural”. Pues entonces no es feria. Una feria es para divertirse, comer bien con sus familias, echarse un clavado al palenque, subirse a los juegos mecánicos, en fin. Pero esta enfermedad muy 4tera de querer imponer la voluntad propia a los actos de los demás, es ir demasiado lejos.

La gente que vaya a la feria y quiera beber, encontrará la forma de hacerlo. Pero para justificar la absurda prohibición tendrán a las fuerzas de seguridad vigilando los hábitos personales de los ciudadanos, en lugar de cuidar la realización exitosa del evento.

Espero que esta prohibición no sea presagio de una peor, que podría abarcar a todo el estado. El gobernador Navarro ha demostrado una y otra vez, que no le importa el turismo, la fuente de ingresos más importante de nuestra región. Espero que el burócrata que tiene como secretario, Suarez del Real, no lo convenza de que el turismo sobrevive una prohibición.

Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, no lo sobrevivió. Nosotros menos.

¡Hasta el lunes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.