José Reyes Burgos
Puerto Vallarta


El ahora destino turístico enferma en su economía, al ver, repentinamente, sus niveles de afluencia de visitantes, reducida al mínimo, debido a la pandemia de COVID19 que azota a todo el mundo. Los extranjeros se fueron y continúan escapando ante el cierre de fronteras; hoteles completos se vacían y registran cancelaciones en masa; personas que trabajan en ellos son enviadas a descansar. Ahora también bares, antros y restaurantes, no podrán dar servicio. Se ha cancelado la vida del turista en Puerto Vallarta.

Pero no sería la primera vez, y tampoco se trata del fin de esta ciudad. Ya ha sobrevivido a otras catástrofes y el optimismo se asienta en asumir que este 2020, la ciudad más amigable de México logrará salir de la crisis en cuanto esta termine su pico de mayor gravedad.

En 1920, un brote de gripe española que también fue pandemia mundial, se sumó a la ya temida fiebre amarilla que entonces causaba miedo en la costa del Pacífico mexicano, a donde llegaban barcos con marineros de distintos lugares del país y el mundo.

Puerto Vallarta, entonces un municipio joven, pueblito minero, pesquero y bananero, estaba creciendo a un ritmo gradual por sus actividades económicas. Sólo en 1922, al menos cinco muertos y 11 casos graves que se registraron, pero la tradición oral marca que la epidemia infundió pánico en toda la costa, donde distintas ciudades registraban peores cifras.

No obstante, el pueblito siguió trabajando para crecer y mantener su aislado ritmo de vida. Diez años más tarde, en 1932, un terrible tsunami y una serie de tres terremotos sacudieron a la región, matando a cientos de personas en distintos puntos entre Colima y San Blas, e inundando poblaciones enteras. Puerto Vallarta fue una de las más afectadas, y toda su infraestructura para cargar minerales y bananas quedó devastada.

Pero Puerto Vallarta, una vez pasado el desastre, se reconstruyó y volvió a ponerse en pie. Únicamente para en algún momento de la década de los 30, ser totalmente destruido por un gigantesco huracán categoría 5 que destruyó toda la costa del Pacífico Mexicano, y de hecho, la marejada fue tan grande, que cambió el paisaje para siempre. En ese desastre, se crearon las islas del Cuale y el río Ameca, tras el golpe de vientos, olas y mareas.

Asímismo, en el 2003, el desastre más grande de la historia moderna de Puerto Vallarta tuvo lugar: otro huracán. Kenna dejó irreconocible el centro histórico y el Malecón, con daños valuados en 40 millones de dólares. Fue la primera vez que, siendo de vocación turística, el destino, con su hermano naciente, la Riviera Nayarit, sufría un embate total.

Sin embargo, a inicios de ese mismo invierno, la reconstrucción ya estaba avanzada y el destino recibió turismo para recuperarse. La gente insistió en querer trabajar y continuar creciendo, porque el lugar siempre ha sido perfecto para recibir visitantes.

Tras 5 años ininterrumpidos de temporadas llenas a más no poder, llegó la crisis económica mundial del 2008, y para colmo, la pandemia de influenza AH1N1 de 2009 a 2010. Esta ocasión el golpe no dañó ninguna infraestructura, pero sí el bolsillo de todos los vallartenses.

Negocios quebrados, hoteles cerrados, calles y sitios de interés, vacíos, por al menos dos temporadas. Los empresarios y trabajadores del puerto trabajaron arduamente para promover al destino en Canadá y Estados Unidos y que así el turismo regresara en un auge que apenas, y daba una cresta de esplendor a finales de diciembre pasado.

Apenas hace 15 días la temporada de invierno lucía espectacularmente llena, reservaciones al tope, cruceros agendados para todas las semanas y hasta en triple arribo y vuelos que traían casi 50 mil extranjeros en tres días de fin de semana.

Pero la nueva crisis, una pandemia seguida de una recesión económica que los economistas predicen como inminente, ha hecho que los vallartenses y rivieranayaritenses prueben el amargo trago de la ilusión hecha pedazos, de un día para otro.

Y en cuestión de una semana, el turismo se fue y los que iban a venir, no lo harán. Apenas se había anunciado la segunda terminal del aeropuerto y más cruceros para este año; y ahora, si viene algo el turismo nacional en Semana Santa, tendremos suerte.

Pero, la historia marca la tendencia, y si bien ya no pasamos el mejor momento, este destino se va a recuperar como en las pasadas ocasiones, porque la gente que vive aquí insiste en buscar el éxito y salir adelante. Es únicamente cuestión de tiempo.

 

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