OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Ya pasó poco más de una semana de la muerte de mi amigo, colega y compañero Ricardo Rocha. Sigue siendo difícil de digerir.

Conocí a Ricardo a finales de 1973, cuando ambos hacíamos nuestros pininos en el complicado y muy competido mundo de la televisión. Nuestras historias eran similares. Él abandonó sus estudios universitarios para dedicarse de lleno al periodismo, y yo dejé trunca mi carrera de abogado para hacer lo mismo.

La amistad comenzó casi de inmediato. El ahora constitucionalista Eduardo Andrade tenía un resumen deportivo los domingos por la noche y me invitó a colaborar. Ricardo acababa de dejar ese programa para dedicarse de lleno a la información general.

Así, poco a poco, nuestras carreras fueron avanzando de forma paralela y también nuestra relación amistosa fuera de Televisa. Con frecuencia salíamos juntos a la fiesta, después del trabajo. Vivimos muchas aventuras que no puedo contar aquí.

Ricardo nunca fue un reportero dócil. En Televisa, había que ser muy cuidadoso, porque estábamos sujetos a una férrea línea editorial que, de cruzarse, podía costar la chamba. En deportes, por ejemplo, hablar mal del América era un suicidio. Pero Ricardo parecía especializarse en estirar la liga todo lo posible, lo cual confirma su calidad y su cuidadoso seguimiento de la ética periodística.

Juntos, allá por 1981, diseñamos el formato del programa “Para gente grande”. Le plantee la idea de hacer un programa similar a uno gringo que se llamaba “Tomorrow”. Originalmente, lo íbamos a conducir juntos. Pero al presentar el proyecto al vicepresidente de noticias, Emilio Díez Barroso, sumariamente me sacaron del programa porque a estas alturas mi carrera en los deportes había despegado y no quisieron “alterar mi imagen”. Poco después me fui a Estados Unidos.

Al volver, en 1989, el primero que me llamó para felicitarme fue Ricardo. Reanudamos nuestra amistad de siempre, aunque ya habíamos cambiado. Ricardo dio un tubazo con Gente Grande y se volvió una figura en el mundo noticioso. Y yo volví ya como conductor de noticias generales. Ambos tuvimos durante años nuestros respectivos espacios en la cadena de noticias “ECO”.

Ricardo nunca perdió su instinto de reportero y causó un escándalo nacional al revelar los videos de Aguas Blancas, que acabaron tumbando a un gobernador. Ganó el Premio Nacional de Periodismo como reportero de guerra.

Cuando vino todo el escándalo del subcomandante Marcos, de nuevo Rocha se puso a trabajar. Obtuvo una de las muy pocas entrevistas que concedió Marcos. Pero llegó a México y cuando informó a los ejecutivos el material que tenía, le prohibieron de manera tajante que lo trasmitiera. No hizo caso. Su respeto a la profesión se lo impedía. Recuerdo que esto ocurrió un domingo y el lunes, vino el cese fulminante.

A partir de ahí perdimos el contacto diario y la relación se fue enfriando. Llegamos a coincidir unos meses en Radio Fórmula, pero en horarios incompatibles.

Sabía de la simpatía que Rocha sentía por el presidente López Obrador en sus tiempos de campaña y, en muchos casos, la compartía. Pero poco a poco, y aceleradamente desde que tomó posesión, acabamos ambos totalmente decepcionados.

Sé que Ricardo fue un maestro para muchos en nuestro medio y siempre fue generoso con su consejo y ayuda.

Querido Richie, nuestra generación se va apagando y tú fuiste uno de sus más brillantes faros. Por allá te alcanzaremos.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con 50 años de experiencia profesional.

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