OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Es posible que poca gente reconozca el nombre de Vin Scully. En Estados Unidos, fue una leyenda en la crónica deportiva, donde narró los juegos de béisbol de los Dodgers, primero de Brooklyn, y luego de Los Angeles, durante más de 50 años. Scully murió el miércoles a los 94 años de edad.

Tuve el privilegio de conocerlo en la década de los ‘80s cuando viví en Los Angeles. Compartí con él desde el palco de prensa de Dodgers Stadium numerosos juegos de los Dodgers, incluidos varios con Fernando Valenzuela en el montículo.

Fue en una de esas oportunidades que demostró no solo ser un gran narrador, sino también un gran ser humano. Era 1982, y empecé a trabajar en KMEX- Canal 34. El director general, Danny Villanueva, también ya desaparecido, me tramitó una visa de trabajo que ofrecía poca estabilidad. Me quedaban dos caminos: buscar la ciudadanía por el hecho de ser hijo de un ciudadano, o tramitar la famosa tarjeta verde y obtener así una residencia permanente. Hice lo segundo.

El proceso, largo y tedioso, incluía llenar una serie de requisitos previos, y necesitaba tres cartas de recomendación de ciudadanos establecidos. Se me ocurrió contarle todo esto a Vin Scully, y solicitarle una de las cartas. Escuchó pacientemente toda mi historia, me sentó en una mesa y empezó a preguntarme más. Le conté de mi trayectoria en México, y le provocó mucha curiosidad enterarse que me tocó narrar para Televisa las Series Mundiales de 1977 y ’78, en las que Yanquis venció a Dodgers dos veces consecutivas, con Reggie Jackson haciendo trizas el pitcheo de los Dodgers. Además, Scully sabía que para cuando le pedí la carta, ya era yo la voz oficial en español de los entonces Raiders de Los Angeles de la NFL.

Total, Scully escribió una carta al Servicio de Inmigración y Naturalización que hizo que casi se le salieran los ojos al agente migratorio encargado de entrevistarme. El agente me empezó a hacer preguntas de cómo y dónde conocí a Scully, y acabó preguntándome que daban de cenar en el palco de prensa de los Dodgers. Unos seis meses después, concluyó el trámite, y finalmente obtuve la residencia.

Pero al Sr. Scully nunca se le olvidó. Cada vez que nos topábamos en el palco, o en algún banquete de un evento del equipo, que él siempre conducía, me preguntaba sobre mi status. Dejé de verlo unos meses, pues no era temporada de béisbol.

Cuando en la siguiente primavera lo volví a ver en Vero Beach, Florida, durante el entrenamiento previo a la temporada de los Dodgers, le volví a agradecer su carta porque ya me habían dado la Green Card. Fue en esa pre-temporada que tuve el gusto de introducir al gran Fernando Valenzuela al golf. Puedo presumir que la primera vez que El Toro jugó golf, fue conmigo.

Vi a Vin Scully por última vez en la televisión, lanzado la primera bola en un homenaje que le hicieron los Dodgers antes de uno de sus juegos. Su inolvidable voz de terciopelo, su dicción, su profesionalismo, su asombroso vocabulario y facilidad de palabra serán siempre parte de la historia de los Dodgers y también del béisbol, puesto que ocupa su sitio en el Salón de la Fama. Puede sonar increíble, pero Vin Scully narró a los Dodgers desde 1950 hasta 2016. Son 67 temporadas consecutivas. Descanse en paz.

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El lunes les platicaba de la nueva liga de golf patrocinada por Arabia Saudita, la LIV. Algunos de sus jugadores presentaron una demanda en Estados Unidos para que la PGA les permita jugar las finales de la Copa FedEx. El asunto no merecería mayor comentario, si no es por el hecho de que los dos mexicanos, Carlos Ortiz y Abraham Ancer, están entre los demandantes. La demanda no prosperará. Cobraron su dinero a los árabes sabiendo perfectamente que la consecuencia sería una expulsión inmediata de la PGA. Ellos hicieron su cama, ahora que duerman en ella.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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