OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Me entero hace unos momentos que hay trabajadores del gobierno estatal de Nayarit cambiando letreros y señalizaciones para poner en vigor la decisión de cambiar de nombre a Nuevo Vallarta, y hacerlo Nuevo Nayarit. De paso, también retiraron “Riviera Nayarit”.

Tuvimos la primera noticia de esta absurda postura desde la patética intervención de Nayarit en el Tianguis Turístico de Cancún. El secretario de Turismo de Nayarit, Juan Enrique Suárez del Real Tostado, a pesar de su rimbombante nombre, deja mucho que desear como funcionario. De turismo, no sabe nada. De mercadotecnia, menos. Esta columna lleva meses tratando de hablar con él, pero está muy ocupado. ¿En qué?

Es la típica historia de la 4T. Ponen en puestos delicados a gente que no tiene la capacidad ni el conocimiento para ocuparlos. No sé qué estudió el señor Suárez, pero turismo, no. Lo único que les preocupa es pintar todo de púrpura morena, y tratar de borrar todo lo que les precedió, sea bueno, malo o regular. Y la culpa no la tiene él, sino el gobernador Navarro, quien, siguiendo el guion de su caudillo, nombra a incondicionales en lugar de profesionales.

Le repito, gobernador. ¿Por qué no se cambia el apellido y se pone “Miguel Ángel Nayarit”? Así no le hace publicidad a España.

Cambiar los letreros y avisos es una decisión arbitraria. No tienen fundamento jurídico para hacerlo, ni argumento racional. Espero una reacción inmediata y robusta del empresariado, de la ciudadanía y de los DUEÑOS del fraccionamiento Nuevo Vallarta, apoyados por la alcaldesa de Bahía de Banderas, Mirtha Villalvazo. Ella sabe que un cambio así, es facultad municipal, y no estatal.

Podría seguir, pero quiero comentarles la crisis mundial que enfrentamos en este momento.

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El miércoles por la noche, ocurrió lo impensable. Después de otro discurso televisado, Vladimir Putin, presidente de Rusia, ordenó la invasión general sobre Ucrania, y empezó la movilización de unas 200 mil tropas rusas en las fronteras este, norte y sur de Ucrania, donde Rusia ya había amasado a sus efectivos.

Ese discurso fue para preocupar. Vimos a un Putin desquiciado, furibundo, fuera de control e impredecible. ¿Les suena? Entre otras linduras, dijo que uno de los objetivos de la invasión era lograr la “desnazificación” de Ucrania, cuyo régimen estaba aplicando medidas genocidas para acabar con la población rusa. Llamó a las fuerzas armadas de Ucrania a desertar, e irse a casa luego de entregar sus armas. Habría que recordarle que el presidente Volodimyr Zelensky, tiene raíces judías, y antepasados que murieron en el holocausto.

Todo el discurso fue encaminado a justificar la invasión ante la población de Rusia. Los rusos de a pie no quieren la guerra con Ucrania. Muchos, tienen parientes o familia viviendo en Ucrania. Los lazos que hay entre ambos países son históricos, pero son dos países distintos, y eso es lo que no acepta Putin. Zelensky es, además, inmensamente popular en Rusia. Era la estrella de un programa humorístico de la televisión rusa e interpretaba un personaje muy querido por la audiencia.

El propio Zelensky trató de llamar por teléfono a Putin en los últimos momentos, pero no le tomaron la llamada. Putin dio luz verde a la invasión, justo en los momentos en que sesionaba el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y los embajadores de ambos países se hicieron de palabras. El Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterrez, dijo que era el peor momento desde que asumió el liderazgo en la ONU.

Al término de la II Guerra Mundial, la ONU fue creada precisamente para evitar crisis como esta. Era la garantía de que ningún país tomaría territorio de otro por la fuerza. Con esporádicas excepciones, esta garantía se mantuvo 70 años. Putin la ha sepultado.

Es imposible no recordar la invasión de Alemania sobre Polonia en 1939, con el argumento de “defender a la población alemana que vive allí”. Si Putin acusa a Zelensky de nazi, tendría más bien que mirarse en el espejo. Quien parece un Hitler moderno es él.

La reacción de Estados Unidos y los aliados de la OTAN ha sido robusta, pero del todo predecible. Estaba tomada en cuenta en la estrategia de Putin. La bolsa de Moscú suspendió operaciones hasta nuevo aviso. El rublo se desplomó, pero los precios del barril de petróleo rebasaron los 100 dólares, cosa que no ocurría desde 2014, cuando la primera invasión a Ucrania, que resultó en la anexión de Crimea. Rusia quedó económicamente aislada, al quedar impedida del sistema Swift de transferencias financieras. Efectivos militares de la fuerza de respuesta rápida de la OTAN, además de tropas de apoyo enviadas por Estados Unidos, refuerzan a los países miembros de la OTAN cuya ubicación geográfica los hace vulnerables, como Polonia, Hungría, Lituania, Letonia y Estonia.

Habrá también que seguir de cerca los acontecimientos al interior del Kremlin. ¿Qué tan fuerte sigue Putin? ¿Por qué su desesperación y urgencia de invadir? ¿Por qué su redoblada seguridad personal? ¿Será que hay corrientes internas en Rusia que empiezan a decir “ya basta”? Porque todo esto acabará en más penurias para la ya de por sí sufrida población rusa. Son preguntas que el tiempo responderá.

Por lo pronto, nos quedamos todos con la zozobra de presenciar el impensable comienzo de la III Guerra Mundial, que sería la última, porque igual damos el golpe de muerte al planeta, y lo hacemos inhabitable a punta de detonaciones nucleares.

Lo dijo Putin en su discurso. “Rusia tiene capacidad nuclear, y está dispuesta a usarla si alguien interfiere en Ucrania”.

La advertencia, viniendo de una persona visiblemente desequilibrada, debe tomarse en serio.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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