Tragedias que imponen cambios 

TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Era un sábado de fin de enero de 1977 cuando en la clase de periodismo que tomábamos en las instalaciones de El Norte como parte de nuestras materias de cuarto semestre de la carrera de LCC recibimos la terrible noticia. Ya se nos hacía muy raro que no hubiera acudido a la clase nuestra compañera que llevaba 99 de promedio y buscaba la excelencia y que nuestro profesor tampoco se presentase.

Enojados por la levantada temprana y sin que el maestro hiciera acto de presencia estábamos a punto de irnos cuando vimos aparecer dos verdaderos fantasmas. Nunca olvidaré los rostros desencajados de Ramón Alberto Garza nuestro maestro y Alejandro Junco el director del periódico.

Serían como las 8:20 de la mañana de ese fatídico sábado 29 de enero cuando ingresaron al recinto para darnos detalles de una trágica noticia. Nuestra compañera Laura Millet había sido asesinada horas antes, esa misma madrugada, en una oscura carretera después de haber acudido al Sargent Pepper la discoteca de moda y que un galán güero, de buena apariencia y con anillo de graduado del TEC al que habían conocido en el antro, se ofreciera a darles un aventón a su casa. Su hermana Elda había narrado lo acontecido porque el balazo que le propinó su agresor sólo le rozo en sedal. Desgraciadamente Laura no había sobrevivido al feroz ataque con tres balazos en la cabeza. Tal episodio quedó marcado para siempre como una horrible experiencia para toda nuestra generación 75-79 del TEC de Monterrey.

Ahora, 45 años después de ese horrendo crimen se avivan las llamas de los feminicidios en México que vuelven a despertar indignación con la creciente ola de asesinatos y desapariciones.

Debanhi se ha convertido trágicamente en símbolo de las atrocidades que les acontece a nuestras jóvenes por el gran pecado de salir a divertirse un rato. En este caso hay mucho de misterio. No se sabe bien de quién era la finca, quiénes asistieron, por qué se bajó del taxi, por qué las amigas la abandonaron, por qué enviaron a un taxista que no estaba dado de alta en ninguna plataforma, por qué apareció en una cisterna. Por qué la mataron.

Ninguna acción, cualesquiera que fueran las circunstancias justifica ni este ni ningún otro crimen. Lo dramático es que la ley no haya avanzado lo suficiente ni las fiscalías, ni las investigaciones, ni la sociedad en casi medio siglo.

En aquel entonces Edgar Contreras, el asesino de Laura Millet, fue condenado a 20 años de prisión y salió antes de tiempo por “buena conducta”. La esposa lo perdonó. La sociedad también y rehízo su vida hasta que encontró la muerte en el 2011 por un ataque al corazón.

En una región tan próspera, con gente trabajadora, centro medular de la industria del país y ejemplo de calidad y productividad, se vive una de las peores olas de feminicidios de los últimos años en el país. “Las muertas de Juárez son ahora las de Nuevo León”, como lo puntualizara Elena Reina en El País.

Acorde a cifras de la Comisión Estatal de Búsqueda, del 1 de enero al 17 de abril de este año, 327 mujeres fueron reportadas como desaparecidas; 294 fueron localizadas con vida y cinco sin vida. O sea que hay 28 mujeres todavía sin saber su paradero. Pero en los registros considerando años anteriores, la cifra es de más de 1700 desapariciones.

Escandalosas estadísticas que hablan de un grave problema social que con una pena y castigo ejemplar para Edgar Contreras hubiera sido punta de lanza para imponer sanciones más estrictas.

Tal vez por tratarse de un alto ejecutivo, director de la Sección Amarilla de Teléfonos de México y vivir en la Colonia del Valle, la sociedad no presionó lo suficiente y los jueces y fiscales fueron más que permisivos.

En México es imperante que nuestras fiscalías, jueces, tribunales, juzgados, autoridades de los tres niveles, institutos de educación y la sociedad en general, empecemos a reestructurar por completo un sistema que ha mostrado deterioro, corrupción, ineficacia y obsolescencia.

Los tiempos han cambiado y no hemos podido detener esta violencia desenfrenada. Vivimos en un país que parece apapachar el crimen, los feminicidios, el narcotráfico, las desapariciones, los asesinatos a periodistas, los feminicidios.

Más allá de “un basta”, “ni una más”, “no más atentados contra la prensa”, se requieren acciones concretas con mejores resultados.