TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Ya estamos a nada de volver a celebrar “El Día de la Mujer”, una fecha que me parece bastante más que incómoda, pero necesaria.

Ahora en el conflicto de la invasión rusa a Ucrania, han surgido voces que dicen, dónde quedaron las feministas, dónde la igualdad de género: “Ahora sí las mujeres salen huyendo” y son los hombres los que tienen que quedarse a cuidar el suelo patrio con fusil en mano y armados de tremendo valor ante los despiadados ataques del enemigo.

Pero como bien dice Elvira Lindo en El País, parece no respetarse el valor de la mujer en este éxodo. Como si fuera cobarde y fácil salir huyendo con niños y abuelas a cuestas en medio de la noche y cruzando terreno desconocido. Como si fuera fácil caminar a veces 10, 15, 20 o más kilómetros, en las peores condiciones, con la responsabilidad de la vida propia y la ajena antes de ser alcanzados por fuego amigo o enemigo para finalmente cruzar la frontera y llegar como refugiadas a Polonia o Rumania.

También, como si fuera juego de niños alcanzar esa proeza, dejar su vida atrás para enfrentarse a la caridad ajena. Pero la famosa “guerra de los sexos” no deja de estar presente en un mundo donde olvidamos que es la fusión del hombre y la mujer la que nos da la permanencia.

Los extremos siempre han sido malos y el feminismo a ultranza surge ante el machismo exacerbado. No es fácil lograr el equilibrio en las sociedades ni en las familias. Hay roles que tanto uno como otro sexo pueden desempeñar maravillosamente bien y por igual. Y hay otros donde las diferencias son evidentes y no tiene sentido alguno discutir.

No obstante, es en el terreno de lo intangible dónde la igualdad se impone. Pero, es también en este terreno donde la diversidad es lo que enriquece.

Una mujer no necesariamente es más sensible que un hombre, ni un hombre es más racional que una mujer. La divergencia estriba en los enfoques, visiones y aproximaciones de cómo se manejan las emociones y las habilidades, aunque muchas veces estén subyugadas por el acondicionamiento cultural.

De igual manera podría decirse de cuando se asumen responsabilidades o se toman decisiones. Ni qué decir cuando se rompen los esquemas de profesiones exclusivas para un determinado sexo, particularmente para hombres.

Ejemplos de mujeres valientes que enfrentaron “la guerra de los sexos” hay muchos, uno de ellos fue en la mítica carrera París-Dakar donde se recorren miles y miles de kilómetros atravesando el temible desierto de El Sahara y que por primera vez la ganó una mujer.

Jutta Kleinschmidt nacida en Alemania en 1962, egresada de la carrera de física e ingeniería y enamorada del automovilismo pues su tesis la hizo sobre la BMW, se convirtió en la primera y única mujer en ganar en 2001 la legendaria prueba de campo traviesa inaugurada en 1978.

Interesante que el triunfo tuvo un significado y un gusto muy especial al ganarle a su expareja Jean-Louis Schlesser quien era el piloto a batir.

Habían vivido 6 años de romance y algunas veces compitieron por separado, pero al francés le dieron celos sus progresos y la relación derivó en odio, por lo que para Jutta significó un verdadero triunfo ganar la carrera más peligrosa y famosa del mundo de la categoría Rally raid, justo donde competía su antiguo amor, ahora peor rival.

Jutta conocida como “La Reina del Desierto”, se convirtió en un símbolo de la igualdad de género en Alemania y muchos otros países de Europa.

En la nota en Infobae de Darío Coronel declaró: “Creo no hay diferencia en las habilidades. Las mujeres necesitan tener la voluntad de ganar, al igual que los hombres para ser realmente exitosos”.

En México, quien simboliza la igualdad de género como la valiente alemana, y muestran habilidades para trabajar sin cortapisas, a pesar de las adversidades y poco apoyo, son los millones de mujeres que sacan adelante a sus hijos porque los maridos las han abandonado, las han golpeado, las han vejado y han eludido su responsabilidad paternal.

Como señala Carlos Elizondo en su columna de ayer en Reforma: “El país se sostiene en sus mujeres”. “Es más común ver hogares sin padre siendo sostenidos por una o varias mujeres, que viceversa”.

Son las mujeres, llanamente mujeres. No las feministas, tampoco las “chapadas a la antigua”. Esos términos deberíamos erradicarlos. Son mujeres que valientemente enfrentan cualquier reto para sobrevivir y salir adelante sin importar las condiciones.

Al igual que las ucranianas que para salvaguardar la vida de sus hijos y ofrecerles un futuro, dejan atrás patria, terruño trabajo, marido y la seguridad de un hogar.

Más que celebrar el Día de la Mujer, es para reflexionar que ser mujer o ser hombre es un milagro de la vida.

Vivir y saber convivir en un mundo donde la igualdad impere, es un privilegio del que todos deberíamos gozar.

Hacer que esas condiciones se den es responsabilidad de sociedad y gobierno en conjunto. Tristemente México dista mucho de ofrecer esas oportunidades de igualdad, aunque en el papel el Día de la Mujer sea un gran día.

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