TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Cuando se habla de inteligencia emocional hay bastante más respeto hacia el término, contrario a lo que sucede con el concepto de superación personal. Es como un rechazo a un tipo de enseñanza y práctica que se ha puesto de moda últimamente y que toma un mayor auge a partir de la pandemia por las horas acumuladas en interminables semanas de aislamiento social a las que estuvimos sometidos durante más de un año y medio.

Bastaría comentar que me parece que los intelectuales o quienes se precian de serlo, viven con el prejuicio de no caer en esa sensiblería como si el destino de las personas estuviese empaquetado en un cofre con principios básicos a seguir para sortear los problemas, dificultades vicisitudes que habrían de presentarse a lo largo de nuestra existencia.

Definitivamente no es un decálogo ni una lista de quehaceres obligatorios los que puedan resolver de manera absoluta una vida. Tampoco un motivador, un psicólogo, un terapeuta resolverá problemas en nuestra vida de la noche a la mañana si no lo acompañamos de aprendizaje, práctica, lecturas, disciplina, cambio de hábitos, costumbres, observación, análisis, introspección, diálogo, confrontación, comunicación, respeto y evaluación continua sobre los avances obtenidos.

No hay actividad en ninguno de los campos de la vida diaria que se desarrolle con destreza por arte de magia. Es la disciplina, el aprendizaje, la repetición, la práctica, el conocimiento, la autoestima y un sinfín de otros factores los que contribuyen a conseguir logros en la vida.

Entre los deportistas de élite, es hoy día muy común ver que detrás del entrenador, el nutriólogo, el fisioterapeuta, está un psicólogo motivador. Grandes atletas han destacado después de haber cambiado de hábitos y haber fortalecido su inteligencia emocional.

Más allá de la habilidad atlética o deportiva se encuentra el factor emocional, la fuerza mental que interviene en momentos clave para sortear el problema o abordar la dificultad con determinación e inteligencia.

Muchas veces es una imagen, un libro, una canción, una persona, un lugar, una pérdida lo que despierta esa inquietud que nos hace ver la necesidad de cambiar y de buscar dónde o cómo lograr superar el dolor, la adversidad o simplemente romper un círculo vicioso que nos impide romper el cerco que nos hemos auto impuesto para salir adelante.

Las religiones han sido un buen refugio para sortear la adversidad, así como profesionales de la salud mental. Lo que tristemente a veces esconde esta necesidad tan humana de sacar el dolor o la frustración, es el surgimiento de falsos gurús, maestros, guías espirituales de los que México ha visto varios moverse en las grandes ligas como el famoso Padre Maciel.

Casos muy sonados los ha habido como aquel dramático episodio en 1978 del Father Jones en Guyana donde se suicidaron cerca de mil personas fanatizadas por este personaje. Fuera de esos extremos tenemos a los motivadores donde abundan los de menor calidad que rozan los linderos de la charlatanería e imagino de allí la fobia de los intelectuales con el tema superación personal.

No obstante, muchos de estos motivadores si han logrado cambiar personas, transformar vidas y en eso radica su éxito.

No es gratuito que hoy día sea más frecuente encontrar en las universidades programas encaminados a tratar temas relacionados con la espiritualidad, el auto conocimiento, y sobre todo la inteligencia emocional que ha tomado gran relevancia porque nos ayuda a reconocer y regular las emociones propias, a entender la de los demás y a reconocer errores.

A nuestra clase política y a nuestra sociedad o nos hacemos guajes y estamos muy a gusto en nuestro cerco de ceguera al no querer reconocer nuestros errores de cómo abordar la justicia, o, nos está faltando un buen curso de capacitación sobre inteligencia emocional.  Parece que ya sabemos por qué matan a los periodistas, lo que no sabemos es de dónde vienen las órdenes, porque como dijera Romain Le Cour Grandmaison del Washington Post, no sólo el crimen organizado es el culpable.

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