OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Para nadie es un secreto que he sido un crítico inflexible de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador. Cuando ganó la elección de 2018, de forma abrumadora, decidí darle el beneficio de la duda. Después de todo, en sus años de jefe de gobierno en CDMX, nos habíamos convertido no en amigos, pero sí en cercanos.

Por esos años, yo llevaba Primero Noticias, el informativo matutino de Canal 2, y con frecuencia mandaba cubrir en vivo su conferencia mañanera. Andrés era otro. Cuando surgía algún problema en la ciudad, le dábamos toda la cobertura, y luego recogíamos su versión. Nadie se enojaba, nadie insultaba a nadie, ni mucho menos amenazaba.

La campaña de 2006 lo cambió. Sé que él está seguro de que hubo fraude, pero no hay una sola prueba que así lo indique. Creo que cuando le comenté mi punto de vista, fue la última vez que comimos juntos, cosa que solíamos hacer una vez al mes.

Su persistencia finalmente lo llevó a la silla, pero quien llegó fue otro López Obrador. Está sentado en Palacio Nacional una persona distinta a la que yo conocí: un consumado mentiroso, y con capacidad retórica de convencer a sus fieles de las más audaces falsedades.

Si la oposición quiere tener por lo menos un mínimo de posibilidades de vencer a Morena, tiene que entender que hay que organizar un movimiento social, y realmente desde abajo. Como dicen: ¿A quién le dan pan, que llore?

Vino un amigo a Vallarta de visita y fue a conocer El Pitillal. Me comentó, un poco sorprendido, que le preguntó a mucha gente por quién votaría, y la respuesta fue abrumadoramente “Morena”. ¿Por qué? “Pues es que nos dan nuestro dinerito para ayudarnos”.

Esta es la gran mentira bajo la que opera López Obrador. Hace creer a la gente que él, y solo él, está de su parte y los ayuda. Pero la realidad es bien distinta, y eso es lo que la oposición debe comunicarle efectivamente a las clases más desfavorecidas. Si hacemos cuentas, nos encontramos con desfalcos, fraudes, moches y mil mañas más que hacen los morenistas a todos niveles, para llevarse su parte del botín. La verdad es que al hambriento, hay que enseñarle a pescar, para que tenga sustento toda la vida, no regalarle una torta, que sólo le apaga el hambre por un rato.

Siguiendo con los números, hay que concientizar al pueblo de que perdieron más de lo que les dan. Ya no hay INSABI, ni Seguro Popular, dejando en desamparo a los enfermos que no pueden usar sus $4,500 pesos al bimestre en su salud, porque ni en el IMSS, ni en cualquier otro hospital público, los reciben. No hay medicinas contra el cáncer, especialmente para niños, y México fue de los peores cinco países en el manejo de la pandemia. Imposible calcular cuántas de esas 400 mil vidas que sucumbieron al Covid-19 se pudieron haber salvado, de tener a un profesional manejando la pandemia, y no a un mayordomo. Y de la educación y preparación de las nuevas generaciones, para enfrentar el futuro, mejor ni hablamos.

La administración cacarea mucho sobre la fortaleza del peso, pero no dice que significa una reducción automática de los ingresos y de la capacidad de compra de tantos que dependen de las remesas que envían sus familiares del extranjero. Y a eso, hay que agregar la inflación, el aumento de los precios de cualquier cantidad de productos, incluyendo los de la canasta básica, ya sea por desabasto, o por comerciantes aprovechados.  

Yo no tengo soluciones, y es evidente que los partidos tampoco, porque siguen ocupándose de sus pleitos internos. De lo que sí me acuerdo, es que cuando la economía crecía, cuando aumentaban los empleos, los ingresos, el poder adquisitivo, la inversión y la esperanza, era cuando los gobernantes eran los que ahora llaman “tecnócratas”, y  “neoliberales”, y hasta con desprecio.

Debemos convencernos de que, como dice el twitero Don Vix, los edificios se construyen desde abajo, nunca desde arriba. Es necesario hacer memoria, y diferenciar entre la realidad, y la historia dulce y romántica, pero a todas luces falsa y hueca, que los que están en el poder intentan que creamos. Hay que irse a la calle, y no me refiero sólo a los candidatos que estarán peleando puestos, sino a una vasta red ciudadana que ya hemos visto, con la marea rosa, y que debe crecer hasta sumar millones de ciudadanos, que están dispuestos y hasta ansiosos de participar. Es necesario hacer todo por despertar a México y a todos los mexicanos. Que no nos quede duda: esta es la última llamada porque, si el próximo año gana Morena, sólo Dios sabe si habrá comicios en 2030.

Se trata de nuestro México, así que, respiremos profundo, démonos ánimo unos a otros, y ¡manos a la obra!

¡Hasta el lunes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con 50 años de experiencia profesional.

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