OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

m.jorge.berry@gmail.com

Terminó ayer otra semana difícil para el gobierno. El presidente Andrés Manuel López Obrador, siguiendo su estrategia de encono en sus conferencias mañaneras, esta vez la emprendió contra la UNAM. Dijo que “cundió el derechismo” en la Universidad.

Entre los círculos académicos, las declaraciones se han interpretado de diversas maneras. Unos piensan que es su forma de tratar de influir en la designación del nuevo rector, que es uno de los procesos que aún no controla. Quiere a una UNAM docilita, como tiene a la SCJN.

Otros piensan que es venganza por los ataques de organizaciones de médicos mexicanos, casi todos de la UNAM, que se oponen a la contratación de médicos cubanos.

También se ha planteado el argumento emocional. Dicen que AMLO detesta a la UNAM porque tardó 14 años en graduarse, aunque debería estar agradecido de que no lo corrieran por mal estudiante, por decirlo suavecito. Pero finalmente, es otro frente que quedó abierto.

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Luego, está el lío del defectuoso diseño del nuevo espacio aéreo mexicano. Expertos en el tema alertan sobre un importante incremento en acercamientos peligrosos entre aeronaves por esta causa. Claro que, lo que opinen los expertos nunca ha importado mucho a la administración obradorista. Tuvimos a un audaz funcionario que dijo que no habría ningún accidente, “porque los aviones se repelen”. Estoy seguro que lo recuerdan.

Lo cierto es que el problema surge del capricho presidencial del aeropuerto de Sta. Lucía. El rediseño del espacio se hizo pensando en el funcionamiento simultáneo de Toluca, Benito Juárez y Felipe Ángeles. Es, según todos los estudios, imposible que funcionen así. Pero como los razonamientos técnicos rebasan por mucho la capacidad de comprensión del presidente y sus vasallos, los descartan, en aras de lograr mayor actividad para el nuevo aeropuerto. Eso no pasará.

Los organismos internacionales de aviación, encabezados por Estados Unidos, redujeron la graduación del espacio aéreo mexicano de uno a dos. Mientras esa circunstancia no cambie, ninguna aerolínea internacional puede abrir nuevas ruta desde o hacia México. López Obrador mandó a su secretario de gobernación a presionar a las aerolíneas nacionales, y tuvieron que aumentar sus vuelos desde el desértico nuevo aeropuerto, pero perderán dinero.

Ojalá alguien me ponga un e-mail diciendo lo entusiasmado que está por volar desde o hacia Sta. Lucía. Desde luego, las tarifas aéreas serán más baratas. A lo mejor hasta cobran menos de impuesto.

Hoy, están asaltando a los pasajeros, cobrando 2 mil pesos por boleto, por el uso aeroportuario. Y es que no hay otra forma de reponer las millonarias pérdidas ocasionadas por la primera y la peor decisión de este sexenio, que fue abandonar el NAICM en Texcoco.

Pagamos por dos aeropuertos. Nos quedamos sin ninguno. El nuevo se tiró a la basura, y el Felipe Ángeles es basura.

Mientras, cada despegue o aterrizaje en CDMX va acompañado de plegarias para que no ocurra una desgracia por la ineptitud de este gobierno.

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El lunes 6 de junio, en teoría, se inaugura la Cumbre de las Américas en Estados Unidos en Los Ángeles, California, en medio de enormes dudas sobre quiénes serán los asistentes. El presidente de México López Obrador, olvidando por completo la responsabilidad que tiene de cuidar el bienestar de quienes lo eligieron, condicionó su asistencia a que se invitara a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Si Estados Unidos no los invita, es porque son tres dictaduras autocráticas, pero esa forma de gobierno, obviamente, es cercana al corazón del macuzpano. Es a lo que aspira.

Al momento de escribir estas líneas, era incierto si el presidente de Estados Unidos Joe Biden tomaría en cuenta los deseos de López Obrador, pero no parece probable. Hay más dudas. Guatemala dijo que no iría, Bolsonaro de Brasil no ha confirmado.

Pero el tema central para Washington es México. México, junto con Canadá, es parte del tratado comercial más importante del continente. Si la cumbre se le sale de las manos a Biden, sufrirá un descalabro político interno considerable. Tal vez, con desaire obradorista de esa dimensión, Biden ya no se haga de la vista gorda con los arranques bolivarianos de nuestro gobierno, y decida apretar las tuercas. Si lo hace, estará afectando a millones de mexicanos, de ambos lados de la frontera, que dependen del bienestar de nuestra relación.

Eso parece no verlo el presidente, y es inaceptable.

¡Hasta el viernes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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