OPINIÓN

Por Jorge Berry – m.jorge.berry@gmail.com

Luis Echeverría Álvarez fue el primer presidente de México en funciones que me tocó conocer. Allá por 1973 o 74, fui de reportero a la inauguración de unas instalaciones deportivas, y él cortó el listón. Me saludó de mano, pero me negó la entrevista. Los demás reporteros de la fuente se burlaron de mí. ¡Ya parece que el presidente de México le iba a dar la entrevista a un reportero cachorro! Estaba yo todavía muy verde.

Echeverría era, físicamente, un hombre imponente. Practicaba el tenis con asiduidad, y siempre se preocupó por vivir saludablemente. Tal vez por eso llegó hasta los 100 años de edad el pasado enero. La noche del viernes murió.

Echeverría fue presidente de 1970 a 1976. Antes, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, fue secretario de Gobernación, y según muchos, el responsable de la represión estudiantil en Tlatelolco en 1968. En cualquier caso, fue el receptor del tradicional dedazo presidencial, y prestó juramento como presidente en 1970.

Para quienes vivimos ese sexenio, es notable la similitud que hay entre su presidencia y la del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador. En su tiempo, Echeverría no era llamado populista, pero es exactamente lo que era. Bajo su lema de campaña, “Arriba y Adelante”, Echeverría tomó decisiones desastrosas para la economía de México. Le pasaba lo mismo que a AMLO. Pensaba que la mejor forma de combatir la pobreza era con programas asistenciales, en lugar de buscar inversión productiva y creación de empleos. Así nos fue. La inflación en su mandato llegó a la escalofriante cifra de 27% anual. En su último informe de gobierno se vio obligado a anunciar una brusca devaluación del peso frente al dólar. Desde los tiempos de Miguel Alemán Valdez, eso no pasaba. Acabó con la estabilidad cambiaria que había durado dos décadas. Para acabarla de amolar, nos heredó a otro presidente todavía peor, José López Portillo, quien acabó de sepultar la economía.

Volví a ver a Don Luis por el año 2002. Televisa me encargó ser el anfitrión del expresidente en la inauguración del nuevo centro de noticias en Televisa Chapultepec. Ya tenía 80 años, pero seguía avispa, y perfectamente lúcido.

Su paso por el gobierno no fue feliz, pero sigue siendo parte de nuestra historia. Descanse en paz, Luis Echeverría.

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Tenemos un problema serio con la basura. No sé de dónde nació la desagradable costumbre de dejar las bolsas de basura a media calle, pero es algo que debe atacarse. Esta peculiar forma de procesar deshechos es altamente contaminante y muy poco efectiva, pero quienes tienen tiempo de vivir aquí, me confirman que está profundamente arraigada. Desde el Pitillal hasta el malecón las calles amanecen tapizadas de basura, y ya es inaceptable.

No quiero ni imaginar qué pasaría si los trabajadores de limpia hacen un paro o una huelga. Me parece que el gobierno municipal debe tomar cartas en el asunto, y lanzar una intensa campaña de concientización que pueda, si no desaparecer, sí por lo menos reducir el problema. Una ciudad sucia no es atractiva ni para el turismo, ni para quienes vivimos aquí.

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En este espacio hemos documentado muchas de las ocurrencias que emanan de Palacio Nacional, pero esta reciente, no tiene ya explicación racional alguna. Resulta que el presidente López Obrador, en uno de esos arranques que suele tener, amenazó con iniciar una campaña para desmontar ¡la Estatua de la Libertad! Y además, lo hizo el pasado 4 de julio, día de la Independencia de Estados Unidos. Y, por si fuera poco, esta semana viaja a Washington a reunirse con el presidente Joe Biden.

El motivo que argumenta AMLO es la inminente extradición a Estados Unidos de Julian Assange, el periodista australiano que publicó documentos secretos y reservados por motivos de seguridad nacional de Estados Unidos.

Empecemos por qué su campaña es altamente injerencista. ¿Qué tiene que entrometerse el presidente de México en un asunto de extradición que compete solo a Gran Bretaña y Estados Unidos? ¿Acaso ya recibió Assange la nacionalidad mexicana?

Otro contrasentido del presidente es querer erigirse como un paladín de la libertad de expresión, cuando en México su gobierno es el más opaco de la historia.

Además, si tanto le preocupa el bienestar de Assange, ¿por qué no defiende así a los periodistas mexicanos, en vez criticarlos a diario en su mañanera? Se le olvida que van más de 100 periodistas asesinados en lo que va del sexenio, pero esos no le preocupan.

En fin.

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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