Alfredo César Dachary

Al comienzo de la década de los 40´, los ingleses en plena guerra contra la Alemania nazi, no les quedó otra salida honrosa que asumir el ocaso de su hegemonía y darse el lujo de “elegir” o, mejor dicho, asumir cuál sería su heredero, para liderar el mundo occidental y era Estados Unidos.

El proceso comenzó con el traspaso de sus principales bases en el Caribe, que serviría a los norteamericanos como centro para la lucha antisubmarina, que generaron los alemanes y que le costó muchos barcos al gran sistema de transporte naval de Estados Unidos y Canadá para poder mantener en pie la debilitada fuerza militar británica, acosada por aire y mar por una Alemania victoriosa.

El ascenso de Isabel II, como reina del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones en 1952, apenas terminada la guerra y con ella el fin del Imperio Británico, que comenzará su lucha por romper las cadenas de la opresión durante toda la segunda parte del siglo XX.

Isabel, la “reina madre”, la “abuela del imperio”, también lideró desde la unidad del mismo, que no es menos que el poder gobernar la gran lucha de los pueblos contra un imperio en decadencia, lo que generó grandes masacres, que cubrieron de rojo esta aparente “anciana bondadosa”, que ya nunca retrocedió ni siquiera en defensa de los propios ingleses cuando Margaret Thatcher, cercó a los sindicatos, los rindió y cerró las minas, tiempo histórico donde se comienza a formar una resistencia que estallará en el Brexit, el grito de los pobres y el miedo de los poderosos, pero la suerte ya estaba echada.

Al igual que su abuela la Reina Victoria, lo ostentoso del poder imperial tenía grandes costos, como fue la coronación de la emperatriz de la India la Reina Victoria en 1877,

en medio de una larga sequía y hambruna que se agudizó con una fiesta para 30,000 invitados, de todo el gran subcontinente indio.

La monarquía británica perdió a su soberana y sus posesiones se redujeron de manera ostensible al igual que sus súbditos también; el imperio se redujo a lugares geopolíticamente estratégicos, como lo fueron las islas y puertos como Singapur, Hong Kong, Gibraltar, Malvinas, Ascensión, Santa Elena y muchas más.

Son los restos de un imperio que se conservan hasta ahora, con Australia, Canadá y Nueva Zelanda entre las mayores joyas de la reina, aunque la principal y más importante colonia fue lo que luego se conocería como Estados Unidos, heredera directa del imperio y de la oscura historia que éste ha proyectado en el mundo.

En la etapa más violenta, que fue cuando las colonias intentan independizarse, la recién ascendida al trono, la reina Isabel II, tuvo que hacer gala del formidable aparato de dominación a su disposición entre 1952 y 2022, dejando a su paso antiguos países destruidos, vaciados de sus riquezas naturales, con grandes protestas reprimidas de la gente que buscaban su emancipación y ésta era rechazada por el valor de las mismas, ya que eran fuente de riqueza del imperio.

En el 2011 fue descubierto un enorme archivo que ocultaba pruebas de los crímenes cometidos en nombre de la reina, y que se salvó de ser incinerado para evitar que cayera en manos de gobiernos independientes después de la descolonización tan incompleta como inevitable.

Las Islas Malvinas, que han sido históricamente argentinas, son la expresión más evidente de esa rémora imperial, pero esto ha sido la acción directa porque en paralelo Gran Bretaña es el “escudero” del imperio norteamericano, desde la invasión a Irak, Afganistán, Libia y a Siria, que aún continúa, y muchas más que fueron orquestadas desde el Foreign Office, lugar donde se sacrificó gran parte de los pueblos de África y Asia.

El reinado de Isabel II durante 70 años – que incluso superó la extensa época victoriana de su tatarabuela entre 1837 y 1901 – dejó una herencia de naciones sometidas a la fuerza de las armas, desde África y Asia a la propia América y la vieja Europa.

Catorce de ellas continúan hasta hoy regidas por la monarquía, pero si se suman las que integran el Commonwealth llegan a cincuenta y seis, al grado de ser la organización que reúne a los países que mantienen lazos históricos con la corona del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que ahora están en decadencia ante el impacto negativo del Brexit, que amenaza desmantelar el imperio ante la libertad que plantean Escocia y Gales, además de Irlanda del Norte afectada seriamente por la actual crisis británica.

El rey Carlos III, hijo y sucesor de Isabel II en el trono, será jefe de Estado de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas, las Islas Salomón, Tuvalu, Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Granada, Jamaica y San Cristóbal y Nieves, pero de esa lista de naciones, las últimas seis ya habían solicitado despegarse de la monarquía.

El 30 de noviembre de 2021, Barbados fue el primer descolonizado y se transformó en la república más joven del mundo. Realizó una serie de enmiendas a su Constitución impulsadas por el Partido Laborista y se liberó del imperio británico y del gobierno, aunque sea más de forma que de fondo de la soberana.

Para Robert Goddard, un académico nacido en Barbados que da clases en la Universidad Emory de Atlanta, sostenía en diálogo con la BBC: “Hay algo simbólicamente incómodo en que una democracia mayoritariamente negra tenga como jefe de Estado a un miembro de la familia real británica, que durante siglos ha colonizado estos territorios y los pobló con esclavos africanos para producir azúcar y ron destinados al consumidor metropolitano”.

La Corte durante su reinado prohibió que los inmigrantes negros o extranjeros trabajaran en el área administrativa del Palacio Real hasta fines de los ’60, o sea, casi dos décadas después que Isabel II llegara al trono.

De las luchas independentistas que le tocó a la Reina avalar a través de la “mano dura de Sir Winston Churchill” como Primer Ministro, el Estado asesinó, torturó y confinó en campamentos a la población local durante la revuelta del movimiento Mau Mau en Kenia. En esas tierras se crearon grandes parques nacionales para ocultar el genocidio de la colonización y la lucha de descolonización.

En 1953, Gran Bretaña ordenó el derrocamiento del líder elegido democráticamente en la ex Guayana Británica, hoy Guyana independiente, lo que llevó a enviar tropas y buques de guerra, suspendió su constitución y así interrumpió un plan de nacionalizaciones del gobierno, quedando abierto el conflicto con Venezuela por el Esquivo, una rica zona petrolera.

El mismo año, otro golpe de Estado terminó con la democracia en Irán, al imponer la destitución del primer ministro Mohammad Mosaddeq que había osado nacionalizar el petróleo y se alertó al Sha para poder mantenerlo en el poder, aunque pocos años después es derrocado por una revolución popular.

La deuda de Gran Bretaña con Estados Unidos ha seguido hasta hoy, y se hizo muy fuerte durante la participación inglesa en la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953, donde envió a más de 80,000 soldados para colaborar con Estados Unidos en pleno auge de la Guerra Fría.

Los británicos también fueron precursores en el uso del Agente Naranja durante un conflicto en Malasia que se extendió hasta 1960 a la población como haría años después Estados Unidos, en la guerra de Vietnam.

Pero también derramó sangre en su propio territorio cuando la ocupación de Irlanda, el 30 de enero de 1972, la fecha del llamado Domingo Sangriento, un regimiento de paracaidistas del ejército británico asesinó a 13 civiles durante una marcha de protesta pacífica en un área de predominio católico en Londonderry, Irlanda del Norte.

La conciencia lleva a las autoridades británicas a generar la “Operation Legacy” (Operación Legado) que fue un programa de destrucción sistemática de archivos aplicado desde finales de la Segunda Guerra Mundial (o posiblemente antes) hasta los primeros años de la década de los 60 en 37 territorios ocupados por los ingleses.

Países como Belice, Guayana Británica, Jamaica, Kenia, Malasia, Singapur, Uganda y muchos otros, vieron cómo fueron incineradas las pruebas sobre asesinatos, abusos y torturas que los británicos habían ejercido sobre sus pueblos durante su dominación.

El historiador Tony Badger, persona que ha recuperado la mayoría de la documentación relacionada con la “Operación Legado”, puso al Ministerio de Relaciones Exteriores actual en una posición «vergonzosa y escandalosa», en sus palabras: “estos documentos deberían haberse desclasificado en 1980”.

}El hallazgo se produjo en enero de 2011, al descubrir la existencia de 307 cajas con documentación “superviviente” de aquella limpieza. Al parecer quedaron olvidadas, por más de 50 años, en un archivo de máxima seguridad del Ministerio de Asuntos Exteriores Británico, en Hanslope Park, Buckinghamshire (Reino Unido); lejos de los ojos de los historiadores, investigadores y del público en general.

El edificio de Hanslope Park construido específicamente para el Ministerio de Asuntos Exteriores en 1992, y durante los siguientes 20 años, se guardaron millones de documentos relacionados con las Colonias y la consiguiente Commonwealth.

Ocultar aquel material durante tanto tiempo representó una violación de la legislación sobre la desclasificación de documentos, por lo que una vez descubiertos tuvieron que hacerse públicos a corto plazo. Estos papeles representan una verdadera mina de oro para los historiadores, pero pasará algún tiempo antes de que todos se hagan públicos.

Entre la documentación recuperada, se conserva un telegrama fechado el 3 de mayo de 1961, firmado por Iain Macleod, Jefe de la Oficina Colonial del Reino Unido, con destino a todas las embajadas británicas. En el telegrama se daban instrucciones sobre cómo “rescatar” documentos oficiales de países recientemente independizados – o en vías de independizarse – con instrucciones sobre cómo deshacerse de ellos.

Este último hallazgo pone al descubierto la narrativa oficial del Reino y las familias reales, de los políticos y la gran burguesía inglesa, todos comprometidos en un proyecto de varios siglos para formar un imperio, y promover la “modernización, democracia y derechos humanos”. Una vez más la mentira sale a la luz. cesaralfredo552@gmail.com

ENGTFRESACADO

El ascenso de Isabel II, como reina del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones en 1952, apenas terminada la guerra y con ella el fin del Imperio Británico, que comenzará su lucha por romper las cadenas de la opresión durante toda la segunda parte del siglo XX.

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