TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Con toda certeza podemos afirmar que la comunicación digital e inmediata nos hace más palpable conocer los horrores que estamos viviendo en el planeta. Tal vez sea una de las épocas donde la violencia está más a flor de piel y como el magma en las profundidades de la tierra, se va generando tal presión que por diversos lados busca salir hasta emerger con una violencia incontrolable que no sabemos hasta donde puedan llegar los daños y las consecuencias.

No podemos olvidar lo que se vive día a día en el país en materia de violencia. Trascendió al narco y sumado a los feminicidios se infiltró en un campo de futbol.  Tampoco podemos olvidar lo que acontece en el medio oriente, en África y más recientemente en Ucrania donde ha ido a parar la ambición de un Putin que anhela convertirse en el zar de un nuevo imperio socialista que trae de cabeza al mundo entero.

En la escala local nuestro entorno social también busca válvulas de escape y para los que estamos inmersos de alguna manera en el medio cultural, la fascinación por la creación y el resultado de ese proceso de transformación nos produce un hálito de esperanza y nos invita a reflexionar sobre otras formas de transgresión de la que no nos damos cuenta.

Va permeando como una culturización que aprobamos poco a poco hasta que nos damos cuenta de que vivimos inmersos en el cemento y hemos olvidado el paisaje.  Absortos en el recorrido de la casa al trabajo y a la rutina diaria, vamos olvidando esa parte humana de contactar, de dialogar, de expresar y sentir nuestra ciudad, disfrutar de sus calles y sus alrededores, de explorar nuestras edificaciones históricas, de recorrer veredas y senderos visualmente atractivos.

De caminar sin sentirnos agredidos por el auto ni el ruido porque vamos caminando sobre algo placentero a la vista. Entre más ajenos estemos a reconocer que esa es otra forma de violencia que se genera a partir de ir acotando los límites de nuestro espacio vital y darle mayor juego a la verticalidad de la construcción sin respetar la horizontalidad de las visuales, estaremos más cerca de encerrarnos en una cárcel urbana.

Alejarnos de la estética, de lo placentero, de lo que nos invita a la reflexión, es despojarnos poco a poco de ese aspecto humano tan necesario que se plasmó desde la prehistoria.

De pronto estos pensamientos dijeron presente el viernes, después de una muy interesante conferencia presentada en la Oficina de Proyectos Culturales en Vallarta (OPC) con el atractivo título de Andy Warhol en casa, pero más se trató de explicar el proceso creativo por el cual el artista, curador y museógrafo Joao Rodríguez llega a una síntesis de expresión mediante unos diseños geométricos que resumían el caminar en espacios muy reducidos en su propia casa durante los dos años de encierro del COVID.

Los transforma en obras de arte y posteriormente en estéticos mosaicos para tener en casa, en una pared o en una mesa. Es como tener algo de Andy Warhol en tu propio hogar. Arturo Dávila, vallartense con maestría en Barcelona sobre urbanismo nos llevó en un interesante recorrido sobre esa necesidad de creación y recreación del ser humano desde las pinturas rupestres de Altamira hasta llegar a la preocupación de también embellecer los espacios donde ponemos el pie.

Nos recordó el gran proyecto realizado en Río de Janeiro en los 70 por Max Burle en los 4.5 kilómetros de malecón en Copacabana con atractivos diseños que son difíciles de olvidar. Este artista plástico se enfocó en generar placer al individuo a través de una bella obra paisajística.

No obstante, más allá de crear un objeto para contemplar un espacio estético la obra del paisajista brasileño también tiene una función social que se puede disfrutar en el día a día. Para una gran mayoría no es factible poder tener este tipo satisfacciones estéticas en nuestras propias casas, pero si en la prioridad de nuestras autoridades no figura el urbanismo sustentable ni la paisajística, como sociedad debemos empujar a generar conciencia sobre esta necesidad.

Indiscutible es que lo bello, lo que respeta la necesidad humana de tener entornos espaciosos, agradables, limpios e iluminados es fundamental desde muchos puntos de vista. No sólo para ser turísticamente más atractivos, también para contener la violencia tan inmersa en la sociedad.

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