OPINIÓN

Por Rafael Camacho – camachocotar@gmail.com

En las tradiciones cristianas, por estas épocas se hace referencia al burro, representándolo en el pesebre por su origen más humilde de la creación y no son pocos quienes representan al mismo Jesús usándolo como medio de transporte.

Este fuerte animal tiene sus antepasados en los asnos silvestres de áfrica y fueron traídos a nuestro continente por los españoles, pues en la época de “la conquista” no había animales de carga.

En Puerto Vallarta, los burros jugaron un papel muy importante en sus inicios, pues fueron usados para el transportar sal hacia las montañas y utilizados de igual manera, para llevar materiales de construcción en sus lomos.

Poco se habla de ellos, si no es de manera despectiva, refiriéndose casi siempre de manera negativa a algún ser humano, falto de inteligencia, degradando su condición a la de un animal.

Sin embargo, a leguas se nota la injusticia en esos comparativos, pues los burros no sólo son fuertes y resistentes, también son muy inteligentes, se adaptan muy fácilmente a cualquier ambiente, son longevos y sobre todo, muy pacientes.

A pesar de tantas cualidades por los que el hombre debería sentirse agradecido, el ser humano ha explotado irracionalmente estas cualidades llevándolos al borde de la extinción, pues porque, si no lo sabías estimado lector, su población continúa disminuyendo drásticamente. De acuerdo con un reporte de Investigación y Desarrollo, en la década de los noventa existían 1.5 millones de asnos en México, actualmente quedan menos de la mitad. Otra de las principales causas ha sido la introducción de nuevas tecnologías de transporte y carga, relegando al burrito y descuidándolos, sin que casi nadie se preocupe por su cuidado y reproducción.

Hace algunos años, en pleno centro de Vallarta, a un lado del mercado del río Cuale, un burrito hacía el papel de una cebra, claro está, rayado el animalito con pintura blanca y era el sustento de su cuidador, quien ofrecía fotografías del recuerdo a los turistas.

En el mundo del arte. Jim Demetrio, un reconocido escultor, inmortalizó merecidamente a estos animalitos con su escultura en el Parque Lázaro Cárdenas y recientemente se develó la escultura “Salud” en Olas Altas, donde un burrito está sentado frente a una silla interactiva y brinda con los turistas. Mario Spedicatto, un destacado pintor avecindado en este puerto, plasma en sus pinturas las imágenes de alegres y divertidos burritos caracterizados de diversas formas. Los burritos han encontrado un espacio imborrable en el mundo del arte y la literatura, tal como debería ser apreciado en otras áreas de la vida diaria del ser humano.

Así es que, si ves por la calle de la ciudad o en algún pueblito, a uno de estos cuadrúpedos, trátalos con respeto y cariño, no vaya a ser que, dentro de poco, sólo escuchemos hablar de ellos.

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