Los diferentes tipos de extractivismo

LA MIRADA INCÓMODA

“Del extractivismo económico al extractivismo epistémico y extractivismo ontológico una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo” Ramón Grosfoguel.

Por Alfredo César Dachary

Cuando se festejó el quinto centenario del descubrimiento de América, la fecha estaba doblemente viciada, ya que no se trataba de un descubrimiento, sino de una conquista de los pueblos y culturas existentes para su posterior explotación.

Cinco siglos después los resultados siguen siendo una tragedia y el dato nos lo ofrece Oxfam en sus últimos informes que se presentaron en Davos 2020.

Los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4,600 millones de personas (un 60% de la población mundial), según revela Oxfam en un informe publicado la víspera de Davos.

En América Latina y el Caribe, el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza. El número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000. En grave contraste, la pobreza extrema está aumentando. En 2019, 66 millones de personas, es decir, un 10,7% de la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Las mujeres y niñas dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12,500 millones de horas diariamente, lo que supone una contribución a la economía global de al menos 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.

Estas cifras nos comienzan a hablar de los diferentes tipos de extractivismo, desde el más conocido que comenzó ampliarse en la conquista, la minería de metales preciosos al trabajo no remunerado que “culturalmente” hacen mujeres y niñas en el mundo y no tiene reconocimiento alguno, por obra del patriarcado.

El primer extractivismo está asociado a las «economías de enclave», definido en el clásico trabajo de Cardoso y Faletto publicado en 1969, y anteriormente algunos lo asociaban a la economía de plantación, como el clásico trabajo de Moreno Fraginal “El ingenio” y sus tres tomos sobre la industria azucarera y la esclavitud.

Para Eduardo Gudynas no todo extractivismo es sinónimo de minería o agricultura, lo cual no conlleva estar en contra de todo tipo de uso minero o agrícola, sino de una forma específica de lograrlo a través de la explotación de materias primas y recursos naturales asociados a los casos que están orientados y dependen de la globalización, como hoy es el tristemente célebre caso del coltán, que se extrae de forma infrahumana por niños y jóvenes en el Congo, con graves consecuencias para la salud incluida la muerte de muchos de ellos.

El autor nos propone el concepto de extrahección dentro de los procesos extractivistas. La extrahección es cuando el proceso extractivista envuelve violación de derechos y violencia contra los seres humanos que habitan en las comunidades afectadas. Se «arranca» los recursos naturales imponiéndose con violencia, quebrándose el marco de derechos y violándose los derechos humanos y de la naturaleza.

En la definición analíticamente más restrictiva que provee Gudynas, habría procesos de extrahección que no son extractivistas, ya que la definición de Gudynas y su propuesta de distinguir extracción, extractivismo y extrahección proveen un marco conceptual con el cual pensar las especificidades del «extractivismo» desde la experiencia latinoamericana.

Gudynas intenta hacer ver cómo han usado el término otros pensadores y pensadoras activistas/intelectuales críticos, usando conceptos que son muy sugestivos para discutir y abrir un debate. Se refiere a los conceptos de «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico», y no pretende ofrecer definiciones finalizadas sobre estos términos.

Señala que los pone entre comillas para no presentar estos términos como conceptos ya elaborados y terminados, sino como parte de una investigación en proceso que busca abrir un debate. Está consciente del riesgo del uso del término «extractivismo» para hablar de apropiaciones epistémicas y ontológicas.

No se pueden solapar los procesos «extractivistas económicos» con los procesos de apropiación «extractivistas epistémicos» y «extractivistas ontológicos» como si fueran equivalentes, sin embargo, hay una fuerte relación entre todos ellos.

Se podría ver el «extractivismo epistémico» y el «extractivismo ontológico» como las condiciones que hacen posible el «extractivismo económico», ya que lo que todos tienen en común es una actitud de cosificación y destrucción producida en nuestra subjetividad y en las relaciones de poder por la civilización «capitalista / patriarcal occidental céntrica / cristiano céntrico moderna /colonial» frente al mundo de la vida humana y no-humana.

Leanne Betasamosake Simpson toma el concepto de «extractivismo» y lo extiende a nuevos territorios epistémicos para caracterizar una actitud frente al conocimiento, y toma el ejemplo del proyecto de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde se apropian las ideas de los pueblos indígenas del mundo para colonizarlas asimilándolas al conocimiento occidental.

Al subsumir estos conocimientos de los pueblos al conocimiento occidental se les quita la radicalidad política y la cosmogonía crítica «alternativa», para mercadearlos mejor o simplemente extraerlos de una matriz epistémica más radical para despolitizarlos.

El «extractivismo» intelectual, cognitivo o epistémico trata de una mentalidad que no busca el diálogo que conlleva la conversación horizontal, de igual a igual entre los pueblos ni el entender los conocimientos indígenas en sus propios términos, sino que busca extraer ideas como se extraen materias primas para colonizarlas por medio de subsumirlas al interior de los parámetros de la cultura y la episteme occidental.

En lo personal, viví estas experiencias con los visitantes biólogos y otros científicos jóvenes que venían a la reserva de Sian Ka´an a recolectar semillas, o sea, a “apropiarse de germoplasma” para el futuro, a la vez que consultaban los usos potenciales de éstas a los guías mayas que los llevaban por la selva. A la noche en el recuento se daban ideas e intercambiaban en un círculo mayor para ajustarlas y extraer el máximo de usos y potencialidades de éstas.

Pero la explotación de la zona continental, no es el único territorio de “prospección y explotación”, ya que se ha profundizado el trabajo en los lechos oceánicos y de mares interiores, ante el agotamiento de cierto yacimiento y el requerimiento de nuevos minerales para la creciente industria tecnológica, como es el caso del litio, entre otros.

El sinsentido de destruir el fondo oceánico para, por un lado, buscar nuevos minerales y yacimientos de más fácil acceso y otro para frenar el cambio climático, forma parte de esa necesidad irrefrenable del sistema que no está dispuesto a reducir su crecimiento al costo que sea.

La primera parte de esta transición para remplazar los combustibles fósiles por energías renovables, frase esperanzadora, y quizá por ello nos aferramos con fuerza a la idea de que una transición a las renovables será la solución a nuestros problemas. Pero, ¿qué riesgos conlleva realmente ésta si la entendemos como un mero cambio tecnológico en vez de un cambio de paradigma? 

La búsqueda de concentraciones de depósitos minerales está a punto de destruir ecosistemas que aún ni siquiera hemos explorado y el otro riesgo al que nos enfrentamos es que la búsqueda de los minerales necesarios para la construcción de las tecnologías de energía renovable siga perpetuando las lógicas del extractivismo.

La mayoría de nosotros solo nos hemos relacionado con los ecosistemas oceánicos a través de alguno de esos documentales fascinantes sobre vida submarina, pero se sabe poco sobre cómo y por qué el fondo de los océanos se ha convertido en objeto de creciente interés por parte de las grandes empresas mineras y los mercados mundiales.

¿La razón? Es el descubrimiento en las exploraciones oceánicas del tesoro más preciado para seguir alimentando el sistema de crecimiento perpetuo: concentraciones de depósitos minerales que son significativamente mayores que las de los recursos terrestres accesibles restantes. En concreto, sabemos que existen importantes reservas minerales de cobalto, cobre, oro, hierro, manganeso, litio, níquel, tierras raras, plata y zinc en la superficie y en el subsuelo de los fondos marinos. 

El interés por los fondos marinos se remonta a los años 60, pero no ha sido hasta ahora cuando las barreras tecnológicas y la incertidumbre política y regulatoria en las zonas más allá de la jurisdicción nacional han comenzado a diluirse, ya que según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el concepto de “bienes comunes globales” se refiere a “dominios o áreas de recursos que están fuera del alcance político de cualquier Estado nacional”.

Estos bienes, protegidos bajo el principio de “patrimonio común de la humanidad”, incluyen la alta mar y el fondo oceánico, la Antártida, la atmósfera y el espacio exterior. Aunque hay que matizar: solo ciertas partes del fondo marino son aún parte de ese patrimonio común, aquéllas que todavía no han sido repartidas. Según el derecho internacional, los países pueden reclamar la ampliación de sus zonas económicas exclusivas y, por supuesto, lo hacen. Actualmente, un 57% del fondo marino ya está repartido y ese porcentaje no deja de aumentar. 

El viejo modelo de saqueo no ha cambiado, los países pobres no tienen capital para invertir en costosas exploraciones y bases en la Antártida, por ello no están presentes, y en general son los mismos ex-imperios metropolitanos y los nuevos imperios emergentes quienes pretenden apropiarse de estas últimas riquezas.

Así la etapa del extractivismo no ha terminado, se ha potencializado con apoyo de nuevas tecnologías y con el silencio de las grandes mayorías que sobreviven en la pobreza, por ello este nuevo reparto de estas últimas décadas es tan inequitativo como los primeros que generó la conquista.

Las extracciones se hacen en un modelo tradicional, apoyado en el poder económico; segundo, cuando se da la experiencia para transformarse en una mercancía en el mercado y el tercero cuando se colecta germoplasma y minerales para realizar estudios profundos de futuras explotaciones. La conquista no ha concluido y la Antártida, el Ártico, los océanos y las grandes selvas aún son útiles a un sistema que no deja de consumir como único presupuesto para vivir.