OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

m.jorge.berry@gmail.com

Desde que Andrés Manuel López Obrador y Morena llegaron al poder, contraer matrimonio ya se volvió actividad de alto riesgo para la clase política mexicana. Recuerdo bien a César Yáñez, y estoy seguro que el presidente lo extraña a su lado. César coordinaba las relaciones de AMLO con los medios, desde la candidatura a la jefatura de gobierno, hasta el triunfo electoral de López Obrador en 2018 para la presidencia de la República.

Nadie mejor que Yáñez conocía la volatilidad de AMLO, pero cuando uno se enamora y toma decisiones con el corazón y no con el cerebro, pasan cosas. No conozco las circunstancias del comienzo del romance de Yáñez con Dulce María Silva Hernández, pero sí recuerdo que, allá por el 2016, la dama estaba en prisión en su natal estado de Puebla, acusada de fraude. Puebla era entonces gobernada por Rafael Moreno Valle, del PAN, quien tenía serias aspiraciones presidenciales. Muchos pensaban entonces que mantener en prisión a Dulce María Silva era una maniobra panista contra AMLO, sabiendo que le pegaban a su hombre más cercano.

Finalmente, Dulce María salió en libertad, el romance continuó en plena campaña, y casaron en Puebla el 29 de septiembre de 2018, con la elección ya ganada, pero antes de tomar posesión. Cuentan que Dulce es una mujer dominante y firme. Ella quería un bodorrón, y César, enamorado al fin, lo aceptó. El invitado de honor, y testigo del enlace, fue por supuesto, el entonces presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador.

Dudo, aunque no lo sé, que César Yáñez hubiera aceptado otorgar la exclusiva de la boda a la revista Hola. Tampoco sé si Hola pagó por resultar el medio elegido. Lo que sí sé es que el numerito le costó carísimo a César Yáñez. AMLO, horrorizado por aparecer en la mamá de todas las revistas fifís, descartó de inmediato a su colaborador y fiel escudero de más de 20 años, y lo relegó a las sombras de la administración. Yáñez, disciplinado como siempre ha sido, aceptó la decisión del jefe sin abrir boca, y de paso dejó a la fuente que cubre presidencia, en manos de un inepto funcional, que no sabe de comunicación sino solo de propaganda burda. Se llama Jesús Ramírez Cuevas, es un reportero fracasado que fue despedido de Proceso, y que le ha hecho un daño formidable a la imagen presidencial. Primera boda con víctimas.

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Juan Collado, abogado penalista, y de los muy cotizados, estaba feliz ante la boda de su hija. Collado, quien contaba entre sus clientes a Raúl Salinas de Gortari, a Carlos Ahumada y a Carlos Romero Deschamps, entre otros, decidió echar la casa por la ventana, y se aventó una súper boda en Cuernavaca. Todos los personajes antes citados, estaban presentes, junto con el ex presidente Carlos Salinas, el todavía presidente Enrique Peña Nieto y el “Jefe” Diego Cervantes de Ceballos. Las fotografías y las crónicas sobre la fiesta enfurecieron a Palacio Nacional.

A alguien se le ocurrió echarle encima a Collado a la Unidad de Investigación Financiera, entonces conducida por nuestra tercera víctima de una bodagate 4tero, Santiago Nieto, de quien hablaremos enseguida.

El caso es que le descubrieron a Collado cuentas multimillonarias en dólares en Andorra. Se giró orden de arresto, y lo esposaron en un lujoso restaurante de Av. Palmas en Las Lomas en CDMX, donde comía con el exlíder petrolero Carlos Romero Deschamps, que pensó que venían por él, que también lo merecía, pero ya sabemos cómo es la justicia en México.

Juan Collado lleva dos años y medio en prisión, y se ha rehusado a incriminar a nadie, y mire que se lo han ofrecido. Por algo será.

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La boda más reciente en explotar como artefacto nuclear en el seno de Morena se realizó, extrañamente, en Guatemala. Y me parece extraño, porque ambos cónyuges son mexicanos. El novio, Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera. La novia, Carla Humphrey, Consejera Electoral del INE.

Tal vez recordando lo que le pasó a César Yáñez, la boda se realizó en privado, en un lujoso hotel de Antigua. Pero no contaron con que llamaría la atención el arribo a esa ciudad de decenas de aviones privados, en los que viajaron los invitados. Se irán filtrando poco a poco los nombres de algunos de ellos, pero el escándalo se produjo con la llegada de Paola Félix, secretaria de turismo del gobierno de Claudia Sheinbaum en CDMX.

Por principio de cuentas, es difícil justificar la ausencia de la secretaria de turismo al Gran Premio de México, el evento que más derrama de divisas genera para la ciudad en todo el año. Lo peor, es que llevaba 25 mil dólares en efectivo, quién sabe para qué. La explicación de que pertenecían al dueño del Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, y que su origen es lícito, nadie se la traga. Menos, cuando la señora Félix presentó su renuncia de inmediato.

También, por supuesto, renunció Santiago Nieto. No creo que su sucesor, el viejo dinosaurio socialista Pablo Gómez, lo vaya a investigar, así que no tendrá que someterse a las persecuciones que él mismo realizó, pero sí le costó el puesto.

Hasta contraer matrimonio es peligroso en la 4T.

¡Nos leemos en lunes, Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

BODA 1 749x1024 - Los riesgos de las bodas

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