OPINIÓN

Por Teófilo Flores Luna (*)

¡Ahora ya no es lo mismo! ¡No somos iguales! Escuchamos una y otra vez, cada que hay algún señalamiento que compromete la veracidad de lo que afirma el presidente o se evidencia que en su administración federal se hace lo mismo que criticaba cuando andaba en modo candidato eterno. Debido a su poca seriedad para atender los problemas que padecemos, el Sr. presidente Andrés Manuel López Obrador, cree que porque él asegura “que ya no es lo mismo”, “que no son iguales”, conjura cada uno de los padecimientos sociales que sufre la mayoría de gente, sobre todo la más necesitada.

Después de casi cinco años transcurridos de los seis para los que fue electo como presidente, cualquier ciudadano con un mínimo sentido crítico, sin apasionamiento alguno, solo observando detenidamente el entorno en que vive, se da perfectamente cuenta de que las expectativas que le prometieron como candidato presidencial morenista en el 2018, no se han concretado o muy poco se han cumplido.

Como ha sido característico de cada sexenio de los que recuerdo, cada cual tuvo sus programas estrella, todos ellos han coincidido en promocionar programas sociales, esos apoyos destinados para la gente de escasos recursos económicos, para que mitiguen momentáneamente sus necesidades más apremiantes. La magnitud de estos apoyos, siempre han estado en relación directa al grado de descontento e inconformidad que los beneficiarios manifiestan en contra de la administración en turno. Al inicio de la década de los setentas, empezaron a repartir una despensa. El efecto que estos “apoyos” causaron en la población que los recibía, ocasionó que se institucionalizaran para que no se prestaran a servir de instrumento de manipulación a políticos inescrupulosos, al menos esa fue la intención. Así, años más tarde, la familia trabajadora que requería de un apoyo de este tipo, en teoría, solo tenía que presentarse a solicitarla a la dependencia creada para tal fin: el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).

En 1968, de 46.68 millones de mexicanos que entonces había, 33.1 millones; el 69.4% padecía las consecuencias de algún tipo de pobreza (alimentaria o patrimonial; casi siempre ambas). En estas circunstancias, la mejor manera de apaciguar el descontento de la población que se inconformaba por el cada vez más evidente reparto inequitativo de la riqueza social; era la asignación de una despensa. Pero desde entonces y, aun así, la población que padecía pobreza seguía creciendo de manera exponencial.

29 años más tarde, ya no fueron suficientes las despensas para apaciguar a la población inconforme. En 1997, en el sexenio de Ernesto Zedillo, hay un cambio sustancial para tratar de lograr el mismo efecto apaciguador que en su momento se consiguió con una simple despensa. Surgió entonces con el nombre de PROGRESA (Programa de Educación, Salud y Alimentación), un apoyo más integral.

Los siguientes tres presidentes de México posteriores a Zedillo (Fox, Calderón y Peña Nieto), conservaron durante sus sexenios este novedoso programa de “ayuda” integral; solo le cambiaron el nombre (PROSPERA, OPORTUNIDADES, etc.)

Quien ahora dice que no es igual que los anteriores, elegido en el 2018 por 30 millones de votos para ser presidente de 125 millones de mexicanos, donde el 41.5% de la población, 51.9 millones; vive en condición de pobreza y, 21 años después de “inventado” PROGRESA, se ve en la necesidad de implementar una nueva forma de liberar la presión social que se ha acumulado por el crecimiento exponencial de la pobreza.

Junto con un nuevo método clientelar y de condicionamiento para incautos, el presidente también debía garantizar los intereses económicos del grupo empresarial que aposto por él, cuyo principal interés era el ser beneficiarios de los millonarios contratos para construir obra pública.

La “innovación” del sexenio obradorista es la “ayuda monetaria directa”. Las principales vertientes del programa estrella del presidente (60 y +, Becas Benito Juárez) escasamente beneficia al 10% de la población actual del país, donde, de 134.5 millones de mexicanos, 55.7 millones enfrentan los estragos de la pobreza. Su otra prioridad: salvaguardar los intereses económicos y garantizar beneficios para sus socios fifís, de quienes le apoyaron para llegar al poder, lo consiguió solo implementando contratos de obra pública por invitación o asignación directa.

Como vemos, de 1968 hasta el presente, en el ocaso de la administración de “primero los pobres”, la población que vive en la pobreza, no solo no ha disminuido, sino que se ha incrementado considerablemente. Además, en la misma “mañanera”, sin ningún rubor, cínicamente se declara que los grandes empresarios, en lo que va de su administración, no solo no han perdido un solo peso, sino que han incrementado sus ganancias, incluso durante el periodo de la pandemia que provoco el virus SARS-CoV-2.

Agreguemos a lo anterior que, para que el pueblo trabajador acepte y crea sin cuestionar que morena es la esperanza de México, es necesario que se orqueste una insultante campaña mediática que inicia desde la misma “mañanera”, donde además se denigra y agrede a todo aquel que considera su enemigo o no comulga con la 4T.

Al pueblo organizado le queda claro que morena no es la esperanza de México, y que en las circunstancias en que en este momento vivimos, cada día que pasa es más necesario que se eduque políticamente, se organice y luche.

Es la única garantía que tiene para anteponer sus intereses de gente trabajadora; se emancipe como clase social y no se conforme con el pan y circo con el que ahora se le anestesia.

(*) Dirigente del Movimiento Antorchista en las Costas de Jalisco.

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