Por Eugenio Ortiz Carreño/Bahía de Banderas

El pueblo de San Pancho crece sin control de ninguna especie y un indicador de ello son los enormes edificios de hoteles y condominios que se han levantado en los últimos años. Otro ejemplo es la proliferación de restaurantes que se apropian de las calles con mesas y sillas sin que ninguna autoridad cuide el orden.

El fuerte impulso que ha tenido la construcción, tiene su contraparte en el daño que se causa a la infraestructura al romper machuelos y el adoquín de las calles, por el paso de pesados camiones de materiales de construcción y maquinaria pesada, sin contar con el cambio del entorno con la aparición de enormes edificios de más de cuatro pisos.

Sin embargo, el impacto más negativo se da en el aspecto demográfico, ya que muchos de los pobladores originarios, entre ellos ejidatarios y pescadores, han vendido sus solares o viviendas y hasta sus negocios y los nuevos habitantes son personas con costumbres que en nada se asemejan a los nativos.

Lo expresó claramente uno de los pobladores que atendía su comercio localizado en la calle Sol Nuevo, que tras afirmar que el es nativo del lugar, lamentó que desgraciadamente de ellos solo queda el 50 por ciento, porque la mayoría ha vendido sus propiedades para cambiarse a otros rumbos del municipio o del Estado de Nayarit. Lo peor es que en su lugar ha llegado “pura basura” de gente viciosa y con serios problemas morales que evitó mencionar.

Ese fenómeno es visible a simple vista porque en la calle principal donde antes estaban pequeños restaurantes, tiendas, cafeterías y negocios familiares pequeños, hoy son sustituidos por establecimientos de mayor potencial económico que lo primero que modifican son las fachadas de los inmuebles y no se diga los interiores.

En otros casos se trata de nuevos restaurantes de comida internacional, de marcas extranjeras, que además invaden las áreas públicas, invaden primero las banquetas y luego ponen mesas y sillas en el arroyo de la calle, sin que nadie les diga nada lo que le da a San Pancho el aspecto de un pueblo sin ley ni orden.

Esto no parece preocupar a los nuevos pobladores que realizan cambios en las casas, las mismas casas que el gobierno federal de Luis Echeverría Alvarez construyó para sus amigos ejidatarios y pescadores, que se caracterizaban por ser de una sola planta, con dos o tres recámaras, su baño, su cocina y su sala de estar.

En su lugar se levantan fastuosas residencias o fastuosos edificios de varios niveles afectando por supuesto al vecindario, que tampoco se preocupa mucho porque eso mejora la plusvalía del lugar y están dispuestos a vender sus casas o terrenos más caros si es posible. Esa es la dinámica en la que ha entrado el pequeño núcleo urbano de San Pancho.

Entre tanto, en la playa el pequeño mercado de artesanías también sigue creciendo con la llegada de comerciantes procedentes de otros países incluso que también venden artesanía mexicana procedente de China. Todo esto, ante la mirada impasible de la imagen del Santo Francisco de Asís, junto a la higuera que da la bienvenida a todos los visitantes a la playa.

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