TERCERA LLAMADA

Por María José Zorrilla

Estamos viviendo unas olimpiadas silentes como muchos las han denominado. Pero también unas olimpiadas muy comercializadas como lo han sido últimamente la gran mayoría de las actividades deportivas.  Desde que se incluyó el pay per view, la exclusividad de ciertas cadenas y patrocinadores los deportes ingresaron al podio del elitismo.

Ya no se puede disfrutar todo a través de la televisión abierta.  Las trasmisiones mexicanas que me han tocado ver de estas justas olímpicas tan sui generis, sólo reproducen los deportes donde participan mexicanos.  Si quieres ver a los demás tendrás que suscribirte a cierto tipo de compañía para ver algo más completo. No tenemos acceso a lo mejor del deporte sino a lo mejor donde algún mexicano participa, aunque sea la eliminatoria.

No está nada mal, echar porras a nuestros connacionales que con tanto esfuerzo llegan a esta justa mundial, pero me ha parecido muy poco profesional de las televisoras nacionales enviar probaditas de las olimpiadas sin que podamos disfrutar de todo el banquete. Soy apasionada de los deportes y en las olimpiadas me gusta ver casi todos los deportes ahora monopolizados por el escrutinio de las televisoras nacionales y desangeladas por la ausencia del público presente que le imprime energía y vigor a cada competencia y contribuye a elevar la calidad de la ejecución del atleta.

Tengo presente las olimpiadas del 68, yo estaba por entrar a la secundaria y mi padre le había regalado a mi hermana Mercedes un libro sobre estas olimpiadas.  Mi hermana y yo éramos las deportistas de la casa y nos bebimos el libro de pasta blanca en papel couche tipo “table book” con enorme fruición.  Mis dos hermanos mayores acudieron algunos de los eventos, nos emocionaron con sus historias y las películas en super ocho que filmaron durante algunos eventos.

Me tocó ver en la televisión a Enriqueta Basilio encender la llama olímpica, la primera mujer en hacerlo en la historia moderna desde que impulsara Pierre de Coubertin. Mucha fue la emoción de ver ganar al Tibio Muñoz en los 200 metros de nado de pecho cuando nadie lo daba como favorito y tenía sólo 17 años de edad, la pasión que despertó la gimnasta checa Věra Čáslavská que se ganó al público mexicano al incluir el jarabe tapatío como música de su rutina, batió todos los récords en gimnasia y se casó en la catedral metropolitana con su novio el velocista checo Josef Odložil. 

La angustiosa carrera del sargento Pedraza con su medalla de plata en los 20 kilométros, muchos pugilistas que lograron el oro olímpico, la de plata en esgrima de Pilar Roldan, también en plata la extraordinaria participación de Álvaro Gaxiola y la hazaña de la mexicana María Teresa Ramírez la nadadora de 14 años que logró el bronce en 800 metros nado libre.

Esas olimpiadas marcaron una época.  México lanzaba al mundo un mensaje de aceptación por la igualdad entre los sexos al escoger a una atleta encender el pebetero olímpico; el black power se hacía presente en la premiación con los ganadores del oro Tommy Smith y John Carlos de bronce de los 200 metros planos, portando un guante negro como protesta ante la desigualdad racial imperante en Estados Unidos.

No se nos olvida el hombre que voló por los aires, Bob Beamon que alcanzó los 8.90 centímetros en longitud, 55 centímetros por encima del récord anterior. Sigue siendo una leyenda.  A nivel olímpico esta marca sigue imbatible a pesar de los 8.95 que logró Mike Powell en 1991 en competencia mundial.

Ahora estamos en Tokio, ante unos juegos que estuvieron en la zozobra de la cancelación y revivieron el recuerdo de los que se cancelaron en 1940 por motivo de la II Guerra Mundial, aunque ahora se tratase de una guerra contra un minúsculo virus.

Con el espíritu por delante, ante todo tipo de adversidades (rechazo de organizadores, patrocinadores, deportistas y buena parte del pueblo nipón y amén de las enormes pérdidas multimillonarias) el comité olímpico internacional y el gobierno de Japón hicieron su trabajo al realizar estos juegos que son una muestra viva de la necesidad humana de sobreponerse ante las más terribles adversidades.

Las Olimpiadas tienen una fascinante historia desde el mundo antiguo y de alguna manera hablan también de la línea del tiempo sobre el que han transcurrido estas justas y lo que han significado a su paso.  A su inicio sólo los hombres libres y que hablaran griego podían competir.  En los casi doce siglos de existencia donde por cierto participaban desnudos sin prenda alguna, eran parte de una educación entre los griegos libres que empezaban a los 12 años y se les enseñaba a desarrollar los músculos y controlar los nervios, hacer ejercicios físicos y de atletismo durante 8 años.  A los 20 estaban listos para competir y para tomar las armas. Con la aparición del cristianismo los juegos fueron suprimidos.

A finales del siglo XIX el Baron Pierre de Coubertin retoma la idea ya con una visión más moderna.  Lo plantea como un encuentro de unión y hermandad a través de la competencia deportiva.  Su tenacidad logró convencer no al gobernante de Grecia Tricoupis que se oponía a esta idea, sino al príncipe heredero, el duque de Esparta para que se sumara al esfuerzo y persuadiera a su cuñado el Kaiser de Alemania a que aceptara la competencia y convenciera a Inglaterra.  Así dan inicio los juegos una vez más en Atenas, patrocinados por un millonario griego que vivía en Egipto en 1896, avalados por el Rey griego y su hijo, con la participación de 241 atletas de 14 países, ninguna mujer. Como dato curioso los deportistas costearon sus gastos ante las dificultades económicas del evento.

Grande fue el entusiasmo del público que abarrotó el estadio lo que significó récord de asistencia para un evento deportivo.  Solo hubo dos impedimentos para la continuidad de las olimpiadas, la I y la II Guerra mundial y un retraso por la pandemia, pero sobresalen algunos aspectos que han marcado hito en la historia de la humanidad.

La supremacía racial de los arios se vino abajo en pleno esplendor de Hitler cuando Jesse Owens un atleta afroamericano ganó cuatro oros en 100 metros planos, en 200 metros planos, salto de longitud y relevos de 4 por 100.   México 68 estuvo amenazado por el movimiento estudiantil que concluyó con la terrible matanza de Tlatelolco, pero los juegos olímpicos a pesar del dolor que vivió el país, se desarrollaron con gran éxito.  Marca un hito en la igualdad entre géneros al presentar a la primera mujer en encender un pebetero olímpico.

Cuatro años después Alemania que deseaba borrar todo rastro de aquella olimpiada de Hitler, vive un terrible momento ante el secuestro de 11 deportistas judíos que resultan víctimas de los conflictos entre palestinos e Israel y las olimpiadas de Moscú 1980 estuvieron marcadas por la ausencia de los norteamericanos por la llamada guerra fría que se prolongó hasta 1984 con el boicot ruso a los juegos realizados en Los Ángeles.

Los 14 países aliados a la URSS de ese entonces realizaron una contra olimpiada nominada los juegos de la Amistad.  Múltiples son los sucesos que se han desarrollado a la par de la justa deportiva más importante del mundo.  Relatan de alguna manera una parte importante de la historia de la humanidad que hoy día lucha incansablemente por sobreponerse al Corona Virus que tantos estragos ha causado al mundo entero. Mientras tanto esperamos ver más deportes, recordar las grandes hazañas de nuestros atletas en el pasado, deseando que caigan más medallas para México y que las televisoras trasmitan lo mejor de cada deporte, aunque no se encuentren mexicanos en competencia.  Es una justa mundial, queremos ver lo mejor del mundo, no solamente lo mejor de nuestro país.

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