LA MIRADA INCÓMODA

“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”: Antonio Gramsci.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

El escenario mundial hoy, en el 2022, es una clara muestra de lo que ha sido el siglo XX, pero como todo intento de repetición tiene sus grandes límites, como afirmaba, en el siglo XIX, Marx: “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

La narrativa que se logró integrar para enfrentar al nazismo, luego se extrapoló para atacar a lo opuesto, la experiencia de la URSS, dando lugar a la guerra fría y construyendo una amplia narrativa que dividía al mundo en dos partes: los que están con la URSS eran los “antidemocráticos” y los que apoyaban a Estados Unidos y Europa occidental que eran los democráticos.

Los antidemocráticos estaban rodeados de una cortina de acero, los democráticos de bases militares para reprimir a más del 60% de la población mundial que pedía la descolonización del mundo y sufrió invasiones, masacres y grandes genocidios en nombre de la libertad y la democracia.

Las democracias occidentales estaban lideradas por un país que en 1970 y, hasta hoy, los derechos de los afrodescendientes son vulnerados; antes por ley hoy por el accionar de la policía.

Las dictaduras que sostuvo Estados Unidos son muchas, la de Papa Doc en Haití a los Somoza en Nicaragua, a República Dominicana y al propio General Batista hasta fines de 1959 en Cuba. Dictaduras en Centroamérica luego de destruir el intento democrático de Guatemala; Honduras donde la United Fruit gobernaba el país desde una gran plantación; en Panamá, donde las bases de Estados Unidos controlaban el artificio de país que logró ser la base para el canal del mismo nombre, y cuyo líder por la libertad, el General Torrijos, misteriosamente muere en un accidente aéreo.

Golpe de Estado en Guyana para impedir el ascenso del líder popular Jagan, represión en Puerto Rico colonizada desde comienzo de siglo por Estados Unidos como botín de una guerra inventada a comienzos del siglo XX.

En Sudamérica la dictadura más larga seguía su rumbo y hasta fue heredada a otros militares en Paraguay, luego Pinochet y las otras dictaduras argentinas, Uruguay, Bolivia, Perú, mientras Colombia se desangraba en una guerra civil que llegó a durar siete décadas.

Argentina pierde su primera guerra inducida por sus “amigos de Estados Unidos”, una jugada magistral para apropiarse del petróleo del sur y el control del rico continente antártico, con el auxilio de Pinochet.

Miles de muertos y desaparecidos en la lucha por la democracia a la cual se opuso y hoy se opone nuevamente el gobierno de Estados Unidos, en la parodia postguerra fría de lucha contra el “comunismo”. Nombre nuevo a otro capitalismo que en este plazo del nuevo siglo ha sido más eficiente en varios rubros comenzando por el tecnológico, en muchos países capitalistas.

Por ello, el escenario actual es patético, en la defensa de la pérdida de su posición hegemónica luego de haber llegado a imprimir moneda sin respaldo llevan al país y al mundo a una crisis que sería incontrolable, salvo que una guerra lo “salve”, cuyo motivo es una deuda pública en Estados Unidos que en 2020 fue de 24,497 millones de euros lo que es igual al 133,92% del PIB de Estados Unidos, que lo ubica entre los países con más deuda respecto al PIB del mundo.

Para Paul Krugman lo que distinguía a Estados Unidos es que además de ser una gran economía “…defendíamos algo, teníamos una serie de valores, democracia, los Derechos Humanos, el socio en el que se podía confiar, el que creía en el imperio de la ley, pero esto ha cambiado y por ello la influencia de Estados Unidos en el mundo ha mostrado un gran declive…”.

Pero esta nueva comedia puede llevarnos al final real de la historia o a una situación insostenible, ya que estamos viendo una nueva era, el antropoceno, que significa que el hombre como especie es el responsable de las grandes trasformaciones que hoy amenazan a la sociedad en un frente conocido como el cambio climático global.

En esta última gran contradicción, entre el uso racional de los recursos naturales y el fin de las transformaciones a la naturaleza para adecuarla a su consumo, es quizás el tema que no los divide ni a Estados Unidos ni a Rusia ni a China entre sí, en el fondo los une porque no van cambiar su dinámica depredadora, aunque en las tristemente célebres conferencias, reuniones o congresos se diga lo contrario para llenar letras del mundo de la información y no transformar el mundo real.

¡Qué casualidad que las tres grandes potencias no se pongan de acuerdo en esta difícil situación, que amenaza a la humanidad! Y no es un cliché más, porque lo estamos viviendo y nos asusta creer que piensen en el planeta en una batalla perdida e incrementen cada día más la inversión en la denominada conquista del espacio, al cual ya se lo están dividiendo como ocurre con el mundo irreal del Metaverso en donde se están rematando los terrenos virtuales.

Estos “ensayos” comienzan a inquietar como ensayos de huida del mundo real que es el que está amenazado y que no se ve un acuerdo global para lograr una salida real.

Si por otro lado, las nuevas concepciones sobre la sociedad digital plantean una drástica reducción del empleo en el mundo, que hoy ya es efectivo ante los millones de marginales que se mueven como los emigrantes en busca de nuevas alternativas, y se terminarán sumando a los desocupados o retirados del mundo laboral antes de edad de retiro, o a los que podrían sobrevivir con la renta básica universal, sería este nuevo mundo la inversión del actual donde el ocio estaría reemplazando al trabajo como mecanismo de supervivencia, en un mundo alterado.

LA NUEVA NARRATIVA: DEMOCRACIA, POBREZA

Al analizar las desigualdades extremas, hay que distinguir entre el ingreso y la riqueza y esta última está formada por el conjunto de bienes y activos de todo tipo que pueden poseerse bajo el régimen jurídico vigente en cada momento.

Para Piketty en su libro “Capital e Ideología”, las sociedades propietarias florecieron en Europa durante el siglo XIX y principios del XX se caracterizaron por una concentración extrema de la riqueza. En Francia, el Reino Unido o en Suecia, el 10% más rico poseía entre 80% y 90% de todos los activos (tierras, bienes inmuebles, activos profesionales y financieros, todos ellos netos de deuda) y el 1% más rico, por sí solo, poseía entre 60% y 70% de todos los activos existentes.

Por más que el Banco Mundial y los demás organismos de Naciones Unidas intenten mostrar que la pobreza está retrocediendo, el estudio de OXFAM presentado en Davos 2019 dice lo contrario.

Los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4,600 millones de personas (un 60% de la población mundial), la desigualdad en el mundo está profundamente arraigada y ha alcanzado un nivel escandaloso. El número de milmillonarios en el mundo se ha duplicado en la última década.

En América Latina y el Caribe, el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza, y el número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000 y la pobreza extrema está aumentando. En 2019, 66 millones de personas, es decir, un 10,7% de la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Oxfam muestra además cómo el modelo económico sexista profundiza la crisis de desigualdad, permitiendo a una élite millonaria acumular vastas fortunas a expensas del resto de la ciudadanía, especialmente de las mujeres y niñas en mayor situación de pobreza. Las mujeres y niñas dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12,500 millones de horas diariamente, lo que supone una contribución a la economía global de al menos 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología. 

Un incremento de tan solo el 0,5% adicional al impuesto a la riqueza del 1% más rico de la población durante los próximos 10 años, permitiría recaudar los fondos necesarios para invertir en la creación de 117 millones de puestos de trabajo de cuidados en sectores como la educación, la salud, el cuidado infantil y la asistencia a las personas mayores. 

Las respuestas negativas a estas propuestas no asombran, no hacen nada por el planeta enfermo que los afecta también, menos por los pobres, porque ellos ya han perdido el sabor a los elementos básicos de los humanos desde la solidaridad a la cooperación, por ser contrarios a los principios que hoy los rigen: el consumo individualista, competitivo y destructivo.

De allí que la democracia termina sobrando en una población sin solidaridad, sin compasión, individualista y egoísta, no puede haber democracia que es lo contrario.

En el mundo actual, la votación de las masas desideologizadas por sistemas diferentes de desinformación, solo permiten la forma y no el fondo, o sea, una cosa es la votación y la otra es la legislación para transformar, eso no está en el guión de la democracia postmoderna, tampoco lo tuvieron las anteriores, por ello siempre ha sido una utopía idealista extraída de una experiencia no democrática, como fue el modelo griego clásico de la sociedad más desigual y misógina de su tiempo histórico.

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