OPINIÓN

Por Abel Pérez Zamorano (*)

Las calamidades sociales aumentan en este sexenio. Ciertamente, antes había criminalidad, pero se agravó y hoy adquiere tintes terroríficos. Entre el 1 de diciembre de 2018 y el 26 de octubre de 2023, ocurrieron 169 mil 465 homicidios dolosos (Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana); en promedio 95 diarios, lo que hace a este sexenio el más sangriento de los últimos tiempos. Y considerando los días que le restan, y suponiendo el mismo promedio de homicidios, concluirá rebasando los 201 mil. Y están los desaparecidos… que también han aumentado. “Durante el primer trimestre del año, según datos del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, en todo el país han desaparecido 2,095 personas; un aumento del 20.5%, en comparación con el mismo periodo del 2022…” (El Economista, 7 de abril de 2023). Inseguridad y miedo campean en nuestra sociedad, hoy más que nunca rehén de la delincuencia.

En la economía, más de la mitad de los ocupados laboran en la informalidad, en actividades de sobrevivencia, sin seguridad laboral, salario mínimo, vacaciones, seguro social, atención médica, jubilación ni pensiones. Un desperdicio de fuerza laboral en actividades de bajo impacto productivo. Se objetará que el fenómeno viene “de antes”, cierto, pero ahora ha aumentado. Este lunes la prensa publicó “Al cierre del tercer trimestre de 2023, las personas en México, en todas las modalidades de empleo informal, aumentaron 680 mil respecto al mismo lapso de 2022, ubicando a un total de 32.6 millones de habitantes, lo que representó el 55.1 por ciento de la población ocupada en México, estimó el Inegi” (La Jornada, 27 de noviembre). Y aumenta la emigración: 2022 fue año récord en migrantes muertos en la frontera norte, oficialmente 830. Si encontraran aquí empleos suficientes y bien remunerados, seguridad, vivienda, salud y educación de buena calidad, su número sería menor; y tan no es así, que al irse votan con los pies, como dijo Lenin, y muchos al buscar la vida encuentran la muerte. Pero el presidente considera un éxito enviar nuestra fuerza de trabajo a Estados Unidos; es que las remesas ayudan a flotar a la economía.

Una muestra lacerante de la ineficacia gubernamental es lo ocurrido en Acapulco con el huracán Otis. El gobierno federal reconoce, falazmente, 50 fallecimientos, pero las empresas funerarias reportan que en los días siguientes al desastre proporcionaron más de 300 servicios; esto sin contar los desaparecidos, entre ellos buen número de marinos. Medios de prensa locales estiman que el huracán dejó más de 600 mil toneladas de basura, y hoy la alcaldesa increpa a los vecinos que le exigen recogerla. La tragedia del puerto nos recuerda que existió el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que disponía de una bolsa de 5 mil millones de pesos destinada expresamente como apoyo a víctimas de siniestros. Lamentablemente, en 2020 López Obrador lo suprimió, claro, arguyendo corrupción, lo cual contradice su dicho de que en su gobierno esta ya no existe; y entonces, ¿por qué eliminó el Fonden? Otros damnificados han quedado también sin atención, como los de Tula, y los de la línea 12 del metro, tragedia ocasionada por ineficiencia y falta de mantenimiento; y el metro sigue siendo un perfecto desastre, peligroso e incómodo.

En materia médica, conseguir consulta con especialistas en hospitales públicos es una odisea, y faltan medicinas. Los hospitales generales carecen de materiales básicos de curación, y los usuarios han de adquirirlos por su cuenta. Particularmente, escasean los medicamentos específicos para niños con cáncer: es patético ver a sus padres obligados a protestar públicamente en demanda de medicamentos, siendo obligación del Estado proporcionarlos. ¿Dónde quedó entonces el tan cantado Insabi? ¿Dónde el sistema de salud mejor que el de Dinamarca? Era solo demagogia, que lamentablemente no deja de surtir efecto en algunos sectores desinformados. En cuestión de salud, recordemos además que, por negligencia gubernamental y una errada política sanitaria, México quedó entre los países con más muertes por covid: “La OMS cree que muchos países subestimaron el número de muertos por covid. Según los datos revelados este jueves, en 2020 y 2021 hubo en México un exceso de mortalidad ligado a la covid de 626 mil personas, lo que incluye personas que fallecieron directamente por la enfermedad, por otros problemas médicos e interrupciones de la atención médica derivados de la pandemia. La cifra casi dobla las 324 mil muertes por covid reconocidas por la red sanitaria mexicana desde el inicio de la pandemia, según se desprende del informe sobre exceso de mortalidad global presentado por expertos de la OMS” (BBC News, 5 de mayo de 2022). Más engaño oficial; pero aún con las cifras rasuradas fuimos el quinto país con más muertos. ¿Es este, entonces, un gobierno exitoso y honrado, merecedor del aplauso popular?

En cuanto a pobreza y desigualdad, según estudios especializados, como los realizados por los doctores Julio Boltvinik y Araceli Damián, en esta administración el número de pobres ha aumentado, término medio, en un millón por año. Y la desigualdad ofende. Según el Informe sobre desigualdad global 2022, del Laboratorio de Desigualdad Mundial (World Inequality Lab), analizado por Latinometrics, los cinco países más desiguales del mundo son, en ese orden: 1) Mozambique, 2) República Centroafricana, 3) República Dominicana, 4) Perú, 5) México (Infobae, 6 de febrero de 2023). Los diez mexicanos más acaudalados tienen una riqueza igual a la del 50% más pobre de la población (65 millones de personas). El 10% concentra el 79% de la riqueza y percibe el 60% del total de los ingresos, mientras la mitad más pobre solo recibe entre el 8 y 10%. Escribe el director de la OCDE-México: “México es el país de la OCDE donde se laboran más horas al año […] y el país con menos días de vacaciones pagadas al año, con un mínimo de 6 días anuales (en contraste con 20-25 días en la mayor parte de los países OCDE) […] Estos datos sintonizan con las estimaciones del Coneval que calculan que un 76.5% de la población mexicana vive en condiciones de pobreza o vulnerabilidad” (El economista, 20 de junio de 2022). Y no olvidemos que vive aquí el hombre más rico de América Latina (gran amigo de López Obrador, y quien recibió una concesión para construir el Tren Maya); y que continúan los escándalos de corrupción gubernamental y en el círculo familiar del presidente. Todo lo anterior, no obstante que en la 4T serían “primero los pobres” y se combatiría la corrupción.

En resumen, el país es zona de desastre, como Acapulco después de Otis. Y la Cuarta Transformación, el Otis de México, dejará, al final del sexenio de las ilusiones, un calamitoso legado. Y si la población no ha reaccionado en rebeldía es porque ha sido anestesiada con los pesos y centavos que individualmente reciben un sector de estudiantes y de personas de la tercera edad. Así como se anestesia a un enfermo para intervenirlo, y es posible abrirlo con un bisturí, extirparle el apéndice, etc., sin que sienta dolor alguno, igualmente se ha anestesiado al pueblo ocultándole la verdad, adulándole, apelando a sus sentimientos más atrasados, con promesas sin fin y dádivas que no le sacan de su pobreza ni le resarcen de todo lo que ha perdido. Es la anestesia social, pero como en el hospital, pasado su efecto el paciente despierta y siente agudamente el dolor. Así el pueblo terminará por cobrar conciencia del monumental engaño del que ha sido víctima, pondrá orden y hará justicia.

(*) Catedrático de la Universidad de Chapingo.

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