LA MIRADA INCÓMODA

“La inteligencia es un accidente de la evolución y no, necesariamente, una ventaja”: Isaac Asimov.

Por Alfredo César Dachary – cesaralfredo552@gmail.com

La frase de Asimov parece es bala perdida, pero quizá la que más lejos ha llegado al pretender entender el futuro a partir de la larga experiencia del pasado y el presente.

Con la inteligencia, el humano encuentra una respuesta a sus grandes inquietudes y así logra instaurar a la religión, que luego de crear y operar se transforma en un creyente más.

La inteligencia en sus primeros atisbos de aplicación genera una injusticia vigente hasta hoy, el patriarcado, un modelo de sociedad que saca a las mujeres de los altares, las diosas y del poder, las reinas, limitándolas al mundo doméstico en el cual se generaba la reproducción, la alimentación y las demás necesidades de la unidad básica de convivencia de la familia patriarcal.

El paso siguiente fueron los grandes imperios, donde la religión asumida como la base del poder termina de esclavizar de manera muy particular, al otro cincuenta por ciento de la humanidad, los hombres, haciendo de ambas injusticias leyes divinas, que se consolidarán en la nueva era conocida como Axial.

Injusticias entre los humanos, explotación intensiva hasta la muerte en la esclavitud, organizada por los países más ricos e ilustrados, invasión a pueblos pacíficos y nueva esclavitud, con otro nombre: colonización, esos son los grandes resultados de una inteligencia que hace más de medio siglo abrió la era atómica y con ello le puso fecha probable a una guerra final (Apocalipsis).

Esta inteligencia no solo permitió esclavizar al hombre, sino que extermina a las otras especies o las transforma desde las semillas a los animales que logra clonar, y a los humanos posiblemente también, pero la diferencia será que estos nuevos seres sean más poderosos que sus creadores, lo que ocurrió miles de años atrás con la religión, donde el humano ocultó su ignorancia tras el miedo, pero esto luego se revirtió en el mundo del trabajo como un eje central obligatorio.

El matemático norteamericano Irving Good, que estuvo en los grupos pioneros de creación de la inteligencia artificial (IA), en 1965, la definía de esta manera: una máquina super inteligente como aquella capaz de superar ampliamente todas las actividades intelectuales de cualquier hombre por más inteligente que sea, puesto que el diseño de máquinas es de esas actividades.

Una máquina ultra inteligente podría desarrollar otras mejores, y se produciría indudablemente una explosión de inteligencia y la del hombre quedaría muy atrás; así la primera máquina ultra inteligente será la última que el hombre necesitaría inventar, siempre que la máquina sea lo bastante dócil para decirnos como mantenerla bajo nuestro control.

Sin embargo, nosotros creemos que la IA va a ser un hecho cuando se llegue a una mega IA, y éste es nuestro error de perspectiva, que ya que hace varios años que la IA está entre nosotros y es la misma que nos contesta en el banco y nos soluciona las quejas de gastos no hechos por nosotros sobre nuestras tarjetas, y es la misma de las empresas de electricidad, de teléfonos y muchas más incluido las áreas que nos contestan sobre ciertos temas. Nos guía en tiempo real en la ciudad en la ruta y por donde nos desplacemos, ya es el “lazarillo perfecto”.

En los laboratorios hay avances más complejos que los antes citados, así se puede sostener que la información puede adquirir vida propia, independiente de su sustrato físico, lo que se logró en la Universidad de Cambridge al crearse en el 2016 una molécula de ARN (el ácido ribonucleico) que codificaba 412 bits de información genética y era capaz de copiar cadenas de ARN más largas que ella misma, lo que reforzó la hipótesis de que la vida primitiva en la tierra implicó pequeños fragmentos de ARN auto replicantes.

En 1982, John Hopfield demostró como una red neuronal interconectada podría funcionar como una memoria auto asociativa. Así tenemos que el desarrollo de la vida se podría dividir en tres grandes eras que son:

1).-Vida 1.0 o Fase biológica, el hardware y software de la evolución que surgió hace 4,000 millones de años.

2).-Vida 2.0, que es la Fase cultural, el hardware es fruto de la evolución y se diseña buena parte del software, por los humanos que aparecen hace 100 millones de años.

3).-La vida 3.0 o Fase tecnológica, que diseña ya su software y hardware y que aparecerá a consecuencia de la Inteligencia artificial.

La diversidad de interpretaciones sobre sus usos y consecuencias, alcances y límites ha llevado a la formación de tres grandes escuelas según la interpretación de Max Tegmark, físico norteamericano del MIT y miembro del equipo de la institución para la creación y desarrollo de una inteligencia artificial general.

La primera, para los miembros de las utopías digitales, la vida digital es el paso siguiente de la humanidad, no confundir con todos, sino como siempre un sector de la misma que se irá permeando a este nuevo orden, un ejemplo de esta posición es el libro “El hombre mecánico” de 1988, y entre los pioneros se encuentra Richard Sutton.

La segunda posición se denomina los tecno escépticos y son los que la consideran una amenaza y que ésta se desarrollaría junto al hombre y generaría grandes preocupaciones, pero aportando grandes soluciones, entre sus figuras está Rodney Brooks, del MIT de Massachusetts.

La tercera posición es aquella cuyos miembros consideran que la IA sería benéfica para la humanidad. En 2014, Max Tegmark y un grupo de científicos crearon el Future of the Life Institute, orientado a garantizar que la vida sea lo mejor posible al introducir estas nuevas tecnologías encabezadas por la IA.

En su primera reunión de marzo del 2014, los temas prioritarios fueron las biotecnologías, armas nucleares y cambio climático, además de que se priorice la investigación sobre una IA más segura.

Uno de sus miembros Frank Wilczek, Premio Nobel de Física en el 2004 junto a David Gross y David Pulitzer, sugirió obtener un artículo sobre las conclusiones de los temas analizados, el cual fue firmado por Stuart Russell, Stephen Hawking, crítico de la IA, pero integrado al grupo, Frank Wilczek y Max Tegmark, el cual fue rechazado por los grandes periódicos, pero aceptado en el blog en The Huffington Post, al cual luego se sumaron aportaciones de Elon Musk, Bill Gates y otros líderes tecnológicos.

Nick Bostrom, filósofo sueco con un posicionamiento hacia el   trans humanismo, publica el libro “Superinteligencia”, que alentó más la búsqueda de la IA con mayor responsabilidad y de allí se pasó a una reunión macro regional en Puerto Rico denominada “El futuro de la IA: oportunidades y retos”, en la cual participaron, entre otros, Demis Hassabis.

De esa reunión internacional salió una carta firmada por 8,000 personas, que intentaba plantear las bases de una IA benéfica para la sociedad y no solo para grupos selectos, que circuló a nivel global.

En un futuro próximo habrá grandes avances en IA, unos ya los conocemos, aunque más indirectamente que otros que vendrán, y los resultados ya logrados hasta la mitad de la segunda década de este nuevo siglo son muchos, pero plantearemos algunos que pueden estar más cerca nuestro en la cotidianidad.

En el 2016, el equipo de Google Brain, crea una IA que traduce todo tipo de idiomas, lo que permite traducciones a veces simultaneas de conversaciones telefónicas, y más socializado está un pequeño aparato de un costo relativamente mínimo que traduce hasta 40 idiomas.

Alpha Go es una IA que le gana al campeón mundial de go, éxito logrado en el 2015 y en el 2017 ya salió su sucesor Alpha Zero, el cual fue dotado con un gran archivo de jugadas las que no usó, ya que prefirió practicar solo nuevas estrategias para ganar.

Hoy hay IA para la Bolsa de Valores que permite predecir el comportamiento en base a análisis coyunturales o más amplios con alto nivel de exactitud, la cual ha ido reemplazando a muchos corredores de bolsa en este complejo mercado de valores que vive de la especulación.

El tema central de la inteligencia artificial que ya se da en varias IA es la gran capacidad de aumentar sus conocimientos, para que las empresas pueden introducir cambios y adaptarse a las nuevas formas de trabajar. Ya están apareciendo servicios dirigidos a quienes trabajan por su cuenta. Entre ellos, podemos mencionar Moves, que ayuda a mejorar la situación financiera de los trabajadores digitales, y Lili, un servicio de banca para autónomos, pero pronto habrá muchos más.

En la base de esta tendencia se encuentra una creciente tensión social entre lo individual y lo colectivo, entre la autodeterminación y la comodidad de ser parte de una tribu.

Esta tensión no es igual en todas partes, pero estamos convencidos de que seguirá siendo un importante debate cultural cuyas consecuencias económicas y prácticas alcanzarán a todo el mundo.

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