OPINIÓN

Por Brasil Acosta (*)

Hace siete años nos dejó el comandante Fidel Castro Ruz. Me encontraba en la cuna del Movimiento Antorchista, el desarrollado, progresista y colectivista pueblo de Tecomatlán, Puebla, cuando recibí la noticia de que Fidel había nacido para la vida eterna y dejado la mortal. Los revolucionarios de México sentimos “un aguijonazo” en el pecho; y para ser consecuente con este suceso, nuestra organización acordó realizar un homenaje a la memoria de Fidel en el Auditorio Nacional, donde pocos días después participaron más de 10 mil antorchistas, además de que, en todas las entidades del país, se organizaron jornadas para recordarlo. En el evento del Auditorio Nacional, además de un video oficial, se presentaron los grupos culturales de poesía, danzas, bailes y cantos alusivos a la Revolución Cubana; y nuestro dirigente nacional, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, destacó, durante el discurso estelar del evento el gran papel que Fidel Castro desempeñó en la historia de los pueblos.

Poco antes de que ingresara al Movimiento Antorchista Nacional (MAN), conocí la música de Silvio Rodríguez y, como muchos, me volví simpatizante de la Revolución Cubana; pero hasta que me convertí en militante del MAN fui consciente de las aportaciones de Fidel a la lucha revolucionaria de América Latina. En 1991, en Guadalajara, se realizó la primera cumbre de los mandatarios de los países latinoamericanos y, entre ellos, estuvo Fidel Castro. Recuerdo que mi madre vivía en un fraccionamiento cercano al hotel Camino Real, donde se hospedaron los presidentes. Como estudiante revolucionario en proceso de formación y simpatizante de la Revolución Cubana, fui al hotel con la intención de ver y saludar al comandante Fidel y hacerle llegar nuestra solidaridad.

Otro compañero de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) y un servidor fuimos los únicos en respaldar a Fidel y a la Revolución Cubana, gritando las consignas: ¡Viva Cuba! ¡Viva la Revolución Cubana! ¡Viva Fidel! Cuánto entusiasmo habría en nuestro grito que el comandante Fidel Castro volteó a vernos a los ojos, nos saludó cerrando el puño en señal de combatividad. Ese sencillo gesto me convenció aún más de que la lucha revolucionaria es justa y necesaria para acabar con la pobreza y los abusos del imperialismo estadounidense, cuya propaganda acusaba a Fidel de dictador. Ese gesto, asimismo, contribuyó a fortalecer mis lazos con los necesitados y consolidarme como activista del Movimiento Antorchista.

Gracias a los viajes de estudio de economía que me patrocinó la UACh y gracias también a mi gran organización Antorchista, conocí directamente la Revolución Cubana y sus logros antes de la caída del Muro de Berlín y de la Unión de la Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). He de recordar que después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 la situación se complicó; que en 1961, los estadounidenses organizaron un desembarco militar en la famosa Bahía de Cochinos, conocida también como Playa Girón; y que la batalla que ahí se suscitó, comandada por el propio Fidel, concluyó con la derrota de los invasores gringos, dando lugar a que el cuatro de febrero de 1962 se difundiera, en una pletórica Plaza de la Revolución, la Segunda Declaración de la Habana, cuyo anuncio fundamental fue que Cuba formaría parte de los países edificadores del socialismo, y que sería el primero en América Latina.

En las siguientes líneas reproduzco, justamente, la parte en la que Fidel Castro separa a Cuba del pasado neocolonial, al que perentoriamente lo había asociado Estados Unidos (EE. UU.): “En Punta del Este se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba representó los pueblos; EE. UU. representó los monopolios. Cuba habló por las masas explotadas de América; EE. UU., por los intereses oligárquicos explotadores e imperialistas. Cuba, por la soberanía; EE. UU., por la intervención. Cuba, por la nacionalización de las empresas extranjeras; EE. UU., por nuevas inversiones de capital foráneo. Cuba, por la cultura; EE. UU., por la ignorancia. Cuba, por la reforma agraria; EE. UU., por el latifundio. Cuba, por la industrialización de América; EE. UU., por el subdesarrollo. Cuba, por el trabajo creador; EE. UU., por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba, por los alfabetizadores asesinados; EE. UU., por los asesinos. Cuba, por el pan; EE. UU., por el hambre. Cuba, por la igualdad; EE. UU., por el privilegio y la discriminación. Cuba, por la verdad; EE. UU., por la mentira. Cuba, por la liberación; EE. UU., por la opresión. Cuba, por el porvenir luminoso de la humanidad; EE. UU., por el pasado sin esperanza. Cuba, por los héroes que cayeron en Girón para salvar la Patria del dominio extranjero; EE. UU., por los mercenarios y traidores que sirven al extranjero contra su Patria. Cuba, por la paz entre los pueblos; EE. UU., por la agresión y la guerra. Cuba, por el socialismo; EE. UU., por el capitalismo”.

El primer bloqueo comercial contra la Revolución Cubana inició en 1960, como una reacción a las expropiaciones de las compañías y otras propiedades de ciudadanos estadounidenses. Embargo: después de la Segunda Declaración de la Habana, en febrero de 1962, se recrudecieron las medidas; y más tarde el bloqueo se extendió y cobró un carácter extraterritorial. Por poner un ejemplo: si alguna empresa estadounidense adquiría acero hecho en Japón, cuya composición tuviera más de 10 por ciento de níquel cubano, la compañía era sancionada mediante la desincentivación de su comercio.

Pero de nada han valido a los imperialistas estadounidenses 31 años de bloqueo económico arbitrario e inhumano contra el pueblo cubano, a pesar de que hace unos días, en noviembre de 2023, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la mayoría de las naciones del mundo –con la sola votación en contra de EE. UU. e Israel y la abstención de Ucrania– sufragaron por el levantamiento del bloqueo. Sin embargo, como el imperialismo yanqui aún mantiene capacidad de veto, en la práctica cotidiana, muchos de los países se someten a sus designios. Así es el país de las dos libertades, el país de la “democracia”, así de absurdo, pero terrible para el pueblo cubano. Pero a pesar de esto, Cuba es ejemplo de educación, deporte, medicina y de la solidaridad.

Ahora, los gringos imperialistas pretenden golpear a los jóvenes nacidos en el famoso “periodo especial” mediante las redes sociales. Por ello es importante que el pueblo cubano fortalezca los principios marxistas-leninistas y el ideario de José Martí para fortalecer la estructura del Partido Comunista Cubano (PCC) e inculcar esos ideales en los jóvenes, para que se vacunen contra los venenos de la manipulación capitalista. La firmeza en el legado de Fidel y de la Revolución Cubana debe servir a las juventudes de La Isla y del mundo para no desistir en su adhesión al nuevo concierto de las naciones que buscan contribuir a la construcción de un mundo multipolar, con el liderazgo de Rusia y China.

Actualmente tenemos la responsabilidad de impulsar una nueva campaña de alfabetización, pero ahora digital, para frenar al imperialismo que, como la humedad, quiere meterse por esos medios y descomponer a las juventudes, haciéndoles creer que los malos son los buenos; es decir, los que han ahorcado al pueblo cubano ahora se quieren presentar como sus redentores.

En la recomendable película El Brigadista se cuenta cómo se efectuó la eficaz campaña de alfabetización durante 1960; ahí se reproduce un fragmento del discurso de Fidel, que advierte: “¡Qué vergüenza para el imperialismo! Comprobar que el crimen fue inútil; que el asesinato de un maestro humilde de nuestro pueblo se convirtió en 100 mil brigadistas Conrado Benítez. ¡Adelante, compañeros! ¡A cumplir las nuevas tareas! ¡Viva nuestra juventud gloriosa! ¡Viva la Revolución Cubana! ¡Viva el Socialismo! ¡Patria o Muerte! ¡Ya vencimos y seguiremos venciendo!” ¡Viva Fidel!

(*) Diputado federal Antorchista.

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