Por Eugenio Ortiz Carreño/Bahía de Banderas

El pueblo de Valle de Banderas se viste de gala para celebrar las fiestas patronales en honor de la Virgen del Rosario de Tintoque, una imagen que ha estado presente en los hogares de las familias locales, pero también en la historia de los pueblos de la región, por los grandes portentos realizados.

Varios historiadores coinciden en señalar que los milagros inician incluso desde el momento que se da la presencia de los españoles en la zona, cuando un resplandor milagroso evitó el choque mortal entre los soldados y millares de guerreros nativos, dándose un encuentro sin un gran derramamiento de sangre.

Ese portento ocurrió incluso antes de la aparición de la Virgen de Guadalupe, al indio Juan Diego, con lo cual se marca un precedente de la presencia divina en la región de Bahía de Banderas. Pero no paró ahí todo, sino que según se han puesto en evidencia, por las investigaciones que historiadores como el cronista municipal profesor Eduardo Gómez Encarnación, los hechos inexplicables se siguieron suscitando.

Las crónicas relatan que Tintoque fue un pueblo indígena ubicado en el área de Punta de Mita donde hoy se encuentra Corral del Risco y el hotel de lujo Four Seasons, donde incluso antropólogos del INAH han hallado importantes vestigios prehispánicos. Se dice que antes de la llegada de los españoles, los habitantes de Tintoque se dedicaban al aprovechamiento del caracol de tinte, perlas, conchas sagradas, y otros productos marinos.

En un relato videograbado, el cronista de Bahía de Banderas, relata que después de la conquista española, los pobladores continuaron realizando el buceo de perlas y la extracción del caracol de tinte púrpura. Es de señalarse que en aquellas épocas se estimaba el tinte púrpura 10 veces más que el precio del oro.

Durante el siglo XVII los piratas que esperaban el paso de la Nao de China o de Filipinas, incursionaron con frecuencia la Bahía de Banderas, por lo que Tintoque y otros pueblos fueron quemados varias veces por los bucaneros para robar sus preciadas perlas. Debido a esta inseguridad y a la escasez de agua, Tintoque desapareció como pueblo hacia 1690.

LA VIRGEN DE TINTOQUE TODOS Y SUS MILAGROS

El profesor Gómez Encarnación relata que es probable que los religiosos de la orden de los agustinos, de Mascota, alrededor del año 1600, hayan traído una imagen de virgen del Rosario a este pueblo. Al desaparecer Tintoque la imagen de la virgen fue trasladada al pueblo de Santiago Temichoque, hoy Valle de Banderas. La tradición oral conservó este suceso en el relato milagroso, que dice que cuando el pueblo de Tintoque desapareció, la imagen de la Virgen del Rosario fue traída a Valle de Banderas.

Para entonces Tintoque había dejado de ser un pueblo de pescadores de perlas y de caracol de tinte y la última persona en quedarse en ese lugar donde estaba el pueblo fue la Tenanche, que era la cuidadora del templo y de la imagen. Se dice que ya muy anciana y presintiendo su muerte decidió sacar la imagen de aquel lugar deshabitado, y una mañana la anciana tomó la imagen y caminó tres leguas al oriente hasta Santiago Temichoque donde la dejó al resguardo del templo.

Luego regresó a Tintoque a su antigua casa para esperar la muerte. La primera noche que la Virgen debió pasar en Temichoque, desapareció misteriosamente. Por la mañana solo encontraron el nicho vacío y las huellas de unos pies diminutos marcados en el polvo del camino hacia el mar. Asombrados por el suceso los vecinos siguieron aquel rastro hasta Tintoque, donde se llevaron la sorpresa de que la Virgen estaba ahí, haciendo compañía a un lado de la cama de la anciana moribunda.

La vieja tenanche dijo a los visitantes que la había sentido llegar de madrugada, y con lágrimas en los ojos les pidió se la llevaran de nuevo porque su fin estaba cerca. Pero cuando intentaron hacerlo, la imagen de la virgen se hizo tan pesada, que ni cuatro hombres fuertes pudieron levantarla. Entonces decidieron llevarse también a la anciana para que la acompañara y solo así pudieron despegar a la imagen del sitio donde estaba. La anciana murió y está enterrada en lo que hoy es Valle de Banderas y desde entonces la Virgen de Tintoque se quedó en el pueblo de Valle de Banderas que antiguamente se denominó Santiago Temichoque.

La fama y milagros de la Virgen de Tintoque fueron conocidos desde Las Varas hasta Tomatlán y por ello Valle de Banderas fue lugar de peregrinaciones. Se refiere que en tiempos difíciles era resguardada en San Sebastián del Oeste y que de allá se le traía en procesión a los pueblos de la Costa. El milagro más antiguo lo refiere el padre Gabriel Sendis, en uno de sus libros donde anota que hace 400 años, estando la Virgen de visita en el Real de San Sebastián en un día tranquilo y sin que hubiera temblor alguno, se le vio sacudir con mucha fuerza, sin que aquel temblor inexplicable pudiera moverla de su lugar donde estaba ni caerse de su nicho.

También se relata que durante muchos años a una mano de la virgen de Tintoque, le faltaban dos deditos, según referían los mayores, que los perdió a causa de un rayo. A principios del siglo pasado había una capilla de adobe y teja de barro donde hoy se levanta la parroquia de Valle de Banderas. La humilde iglesia resguardaba el altar y un nicho donde se encontraba la sagrada Virgen del Rosario.

En ese entonces llovía mucho y esa noche la tormenta se dejó venir como si Dios quisiera echar el cielo abajo. Un rayo tras otro hacían temblar las casas de adobe del pueblo y desde los tapancos las abuelas echaban agua bendita a los cuatro vientos y rezaban la milagrosa oración de la Magnífica, en afán de apaciguar el mal tiempo. Afuera el vendaval hacía remolinos con las nubes iluminadas por los relámpagos.

De pronto una centella se desprendió del cielo y lo partió en dos y el rayo cayó en el tejado de la capilla y se clavó en la tierra, sirviéndose de las paredes de adobe. A su paso se incendiaron las cortinas y los cuadros de santos y mártires y con aquel estrépito ensordecedor la urna de la virgen que se encontraba en el nicho se vino abajo y al caer al suelo, por el peso de la urna se abrió y la imagen de la Virgen salió botada con el niño Jesús entre sus brazos. Después, contaban los testigos, la tempestad se fue alejando rumbo al mar, poco a poco hasta llegar la calma.

Por la mañana cuando el padre Rocha y los vecinos hicieron el recuento de los daños, encontraron a la Virgen de pie, entre la madera carbonizada estaba Nuestra Señora de Tintoque abrazando amorosamente al Santo Niño. pues ni el rayo ni la caída lograron arrebatarlo de sus brazos, aunque hubo quien aseguraba que el niño estaba prendido a su espalda protectora.

Tal vez por la fuerza de la centella y la caída perdió dos dedos, y es cosa de asombro que cuantas veces se intentó reponerlo volvieron a caerse. Solo ella, en su renovación milagrosa restituyó sus dedos y devolvió el color a sus mejillas que estaban tiznadas por el fuego.

Antes en tiempo de lluvias en el Valle de Banderas se sembraba mucho maíz de temporal y cacahuate. En agosto las milpas se ponían en banderilla y los cacahuatales estaban en floración y cuando más se necesitaba el agua, llegaba agosto con sus calmas, después de dos semanas sin llover el suelo se ponía como un comal, y el viento como salido de un horno o de una olla de carne. Las hojas de la milpa parecían rabos de cebolla y los cacahuatales se dormían en el rescoldo de los arenales, entonces había que sacar a la Virgen por los potreros a pasearla por Jocotán, por el agua Zarca, por la quemada, por el río Garra de Cuero, para pedirle la lluvia bienhechora y por ahí iba la peregrinación cantando alabanzas, mientras el pueblo de Valle de Banderas se quedaba atrás cociéndose en el calor del mediodía.

Muchas veces ocurría el milagro y a la imagen de la virgen se le ponía la carita roja como una manzana, y de la piocha destilaba el sudor, cuando se abría la urna, los peregrinos miraban su vestido empapado como si ella también hubiera venido caminando, La lluvia no se hacía esperar y muchas veces antes de estar de regreso se soltaba el tormentón.

OTRO MILAGRO, LA MUCHACHA DE AZUL

Contaban las abuelas a las que les tocó vivir la revolución mexicana que además de dinero, caballos y otros bienes los revolucionarios buscaban mujeres jóvenes y bonitas, como botín de guerra. En su desesperación los padres de las muchachas trataban de esconderlas del desenfreno de los facinerosos, en roperos, pozos de agua, y habitaciones con puertas tapiadas y otros laberintos.

Se dio el caso en Valle de Banderas, que un grupo de jovencitas fue llevado a los cerros cercanos para esconderlas. Los vándalos puestos al tanto de la maniobra de la gente, fueron tras ellas como perros de presa, pero no pudieron dar con su escondite. Se dice que una muchacha muy bonita se les aparecía una y otra vez en el camino y los invitaba a seguirla entre cañadas y arroyos, pero por más cerca que le tenían, nunca pudieron darle alcance.

Cuando informaron de lo sucedido dijeron al jefe que la joven traía puesto un vestido y un manto azul es decir cómo estaba vestida la Virgen del Rosario de Tintoque.

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