Por Eugenio Ortiz Carreño/Bahía de Banderas

Las ballenas jorobadas que hoy son la admiración de cientos de turistas en la bahía de Banderas, fue objeto de toda clase de historias en los siglos pasados, que han sido tema para la grabación de películas que han generado grandes fantasías en las generaciones pasadas.

Pero según ha investigado el cronista de Bahía de Banderas, el maestro Eduardo Gómez Encarnación, muchos de los protagonistas de aquellas historias llegaron a la bahía de Banderas, en busca del gigante más codiciado para aprovechar su carne y su aceite y otros derivados para la industria del calzado de aquellos tiempos.

En sus interesantes investigaciones, el cronista logró localizar un relato sobre la llegada de barcos balleneros a la bahía de Banderas, y a la desembocadura del río Ameca. Esos barcos balleneros tienen nombre y sus capitanes también tienen nombre y apellido.

Y por lo interesante que resulta este relato, a continuación se reproduce textualmente el arribo de algunos de esos barcos, que en varios casos no era en las mejores condiciones.

Narra el cronista Eduardo Gómez Enajenación que “Como se lee en One Whaling Family de Harold Williams (traducción de Carlos Munguía Fregoso), el 14 de enero de 1861, varias embarcaciones balleneras procedentes de los Estados Unidos, anclaron en los alrededores de la desembocadura del río Ameca, en la Bahía de Banderas. Habían salido de Bahía de Tortugas, Baja California, rumbo a la Bahía de Banderas o “Bahía de las Jorobadas” como la llamaban los balleneros.  La mujer de uno de los capitanes de barco, dejó en su diario de viaje un legado valioso de sus días de estancia en este lugar:

“Enero 14.- llegamos a la bahía alrededor de las 4 de la tarde y anclamos. Aquí se encuentra el Callao del capitán Fuller, quien vino a bordo a tomar el té con nosotros. Arponeó una jorobada, pero los tiburones se la comieron casi toda antes de que la arrimaran el barco. Alcanzaron a obtener 20 barriles (de aceite). Los tiburones abundan aquí. Ellos (los balleneros), han visto muchas ballenas desde que llegaron hace una semana, pero son muy ariscas y no dejan que se les acerquen. El lugar es muy bonito. En la costa todo es verde y hermoso hasta donde alcanza la vista. Hay poblados y ríos de aguas cristalinas.

“Los mexicanos han ido a ver al capitán Fuller para comerciar. Tienen carne (de res), pollos, maíz, queso, huevos, que ofrecen a cambio de cualquier cosa que se les antoja. Parece que les gustan mucho las telas. Hay muchas naranjas, limones y (mummy apples) creciendo en la orilla. Parece un lugar apropiado para que los hombres se liberen. Hoy el capitán Fuller mandó un bote a tierra para que sus hombres cortaran leña y uno de los muchachos robó las vituallas y escapó. A algunos hombres les picó la hiedra venenosa.

“Aquí crecen las buenas maderas- caoba y ébano- que a veces se exportan a Nueva York. Quiero ir a tierra a dar un paseo por los alrededores. Algún día de estos lo haré. El Florida (otro barco ballenero, se entiende) llegó poco después que nosotros y ancló.

“Esta tarde bajamos a tierra para caminar un rato. El capitán Fish y su esposa y el capitán Fuller también habían desembarcado. Pasamos un rato muy agradable, nosotras -las damas. Recogimos conchitas en la playa mientras los caballeros iban de cacería. Luego nos sentamos bajo la sombra de un árbol muy verde y frondoso.

“Todo es tan verde y bonito. Hay muchas variedades de árboles, pero ninguno nos es familiar con excepción de las palmeras de coco y otra especie de palmera (cabbage tree, que crece en Las Antillas. Hay una fruta que parece manzana pequeña que crece en árboles y es muy venenosa. Otra clase de árbol produce una fruta en racimos. No recuerdo cómo se llama. Los frutos son suaves y ácidos- saben un poco a piña. Son muy buenos, algunos lugareños los estaban recogiendo. Una era mujer. Era muy amable y hermosa.

“El capitán Fuller traía un hombre que podía hablar con ellos. Estas gentes viven al otro lado de la bahía y estaban recolectando estas frutas. Una mujer montaba a caballo. Algunos hombres traían mulas y otros llegaron en una canoa. La mujer quería que la señora Fish y yo montáramos en el caballo, pero no lo hicimos. (Ella) Montaba en silla de dama. Estaba muy bien vestida-y también los hombres. No vimos más que una clase de flor silvestre en la costa y parecía gloria de la mañana”.

Este es el relato de un tripulante de una de las embarcaciones balleneras extranjeras que llegaban a la costa, y como se puede advertir en el relato se dan detalles del litoral, poblado de una vegetación exuberante, como hasta ahora.

Es una fortuna que los que hoy buscan a la ballena jorobada, no sea para sacrificarlas.

This div height required for enabling the sticky sidebar