Este viernes murió la estimada señora Nelly Galván Duque, todo un personaje del llamado viejo Vallarta del siglo pasado, quien contribuyó de grande manera con el desarrollo turístico y empresarial de esta ciudad.

Nelly Galván falleció a los 99 años de edad y deja un legado de trabajo, esfuerzo y dedicación que la caracterizaron siempre a lo largo de su vida y que le permitieron ganar el reconocimiento y estimación de la sociedad vallartense.

Por esta razón, hoy reproducimos en estas páginas una interesante semblanza realizada hace unos años por el periodista Diego Arrazola Manterola, precisamente para el libro que hace un par de meses presentó la propia Nelly Galván Duque, obra de su autoría en la que hizo interesantes revelaciones.

Anoche, sus familiares anunciaron la realización de una misa para la señora Nelly, como todos la conocían en Puerto Vallarta, prevista para este sábado a las 3:30 de la tarde en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Descanse en paz Nelly Galván Duque.

“PUERTO VALLARTA ES MI MOTOR”

Por Diego Arrazola/Puerto Vallarta

No demasiados en esta ciudad pueden aspirar a ostentar el título de El Personaje. Para conocedores e integrantes de la sociedad local, Nelly Galván Duque es una de las personas más sobresalientes y carismáticas en el Vallarta de las últimas seis décadas.

Nelly –a secas, como es conocida– ha sido y es una socialité hecha y derecha. Por sobrados motivos, esta chilanga “nacionalizada” Pata Salada es El Personaje de la escena social vallartense.

Distinguida, sobrellevando con dignidad y gracia sus 93 años, Nelly es más conocida por el apellido de su último esposo, el escultor Ramiz Barquet. Una noche de estas, abrió las puertas de su departamento y las arcas de la memora y el corazón para hacer recuento de vida y de su paso por Puerto Vallarta. Apenas inicia la conversación y en cosa de nada evoca tiempos, nombres, hechos… se le enciende la mirada y se olvida, por casi dos horas, de los achaques de la edad.

Ama de casa, esposa, madre, empresaria, pintora y filántropa… son algunas de las facetas que definen a esta capitalina que llegó a esta ciudad en 1957, con su esposo, el ingeniero Guillermo Wulff y sus cuatro hijos. Tras la muerte de su bebé, por un mal cardiaco, Nelly estaba sumamente deprimida. Luis Favela, constructor amigo de su esposo, les había recomendado visitar Puerto Vallarta para ayudar a sobrellevar la pérdida. De modo que llegaron al pueblo costero procedentes de Nogales, donde el ingeniero Wulff se ocupaba en construir carreteras o puentes. Al salir del avión, “enmudecí. Me encantó el lugar, su vegetación…”, recuerda ella con emoción. Venían con planes de quedarse a lo sumo por tres días, pero –giros que da el destino– se establecieron a vivir indefinidamente aquí.

El primer hogar de los recién llegados se ubicaba en el centro, en pleno Malecón. Inicialmente, rentaron una casa a Ramón Rosales, “un señorazo”. Pagaron seis meses por adelantado y se gastaron así casi todo su capital. A diario comían en el hotel Rosita pues era “baratísimo y muy rico”.

PRIMEROS EMPRENDIMIENTOS

Los recién llegados no tenían mucho dinero así que hubo que ocuparse de inmediato. Cuando joven, Nelly trabajó en Sanborns en la capital, en su departamento de moda, primero como ayudante y luego como vendedora. En ese entonces era una de las tiendas de ropa más exclusivas de la ciudad de México. Trabajando en ese almacén, alguna vez ayudó a la aún desconocida actriz María Félix, quien fue en busca de un vestido para una recepción. Recién aterrizada en Vallarta, a Nelly le llamó la atención el enorme talento para el bordado de muchas de sus mujeres, oficio que aprendían desde pequeñas en la escuela, así que tomó la decisión de abrir un taller de costura y crear moda local.

Precursora de la industria del vestido en la ciudad, la emprendedora habría de tener mucho éxito en su negocio, cuyos diseños dieron fama a Vallarta, en parte por la promoción que le dieron las fotos aparecidas en la prensa internacional de clientes distinguidas como la actriz Liz Taylor. Fue tal su éxito que llegó a tener una boutique en California.

En tanto que el ingeniero Wulff, ser emprendedor y activo, acudió a un conocido, Fernando Romero, carismático arquitecto de Cuernavaca, quien edificaba casas para estadounidenses en una población que no tenía automóviles y donde todos se conocían. Juntos construyeron residencias para la colonia norteamericana, si bien más tarde la sociedad se acabó y no en muy buenos términos.

Por cierto, un amigo de sus primeros años en la ciudad fue el californiano Jack Cawood, atleta y emprendedor que había abierto el hotel Playa de Oro en la zona norte. Jack quería poner un restaurante de hamburguesas, lo que finalmente no se materializó, pero, en cambio, permitió a Wulff y Nelly incursionar en el negocio de la restaurantería.

Aunque pensaban asociarse, Cawood desistió a última hora del intento, lo que dio lugar a la fundación de El Dorado, en la playa de Los Muertos: “Era un exitazo. Fue el lugar al que todos tenían que ir”, recuerda Nelly, quien gracias a su personalidad y dominio del inglés (que aprendió de niña en la Escuela Americana de la capital) se encargaba de hacer las relaciones públicas del legendario establecimiento. Una de las estrategias de la pareja era pasear a turistas estadounidenses por la ciudad y enseñarles sus atractivos, a fin de motivarlos a comprar lotes y construir en los rumbos del río Cuale, encomienda que, naturalamente haría más que gustoso el ingeniero Wulff.

Después de El Dorado, vino un pequeño hotel boutique: Hacienda El Lobo, de 14 habitaciones, “todo precioso”, pero fracasó: “No tenía playa; no nos fue nada bien”, rememora Nelly. La buena fortuna se acababa. Además, luego de 22 años de casada con Wulff, este le pidió el divorcio en un proceso que tuvo tintes de comedia y drama. “Lloré, lloré y lloré. Estaba muy triste y me fui a México”. Audaz y simpático, fiestero igual que ella, su complemento ideal, así recuerda Nelly a su compañero de vida, padre de sus hijos, socio (“éramos una pareja perfecta”).

ASIGNATURA PENDIENTE

El destino le tenía una sorpresa a la divorciada. Esperando un taxi en la capital, un día un auto se detuvo frente a ella. Pasaba por ahí en ese momento su ex novio Ramiz Barquet, con quien estuvo a punto de contraer matrimonio, al grado de tener casa y muebles. La había reconocido. Tras saludarla le ofreció aventón. Hablaron y la invitó a cenar. Su amor de juventud apareció de la nada y ambos pudieron, finalmente, revivir su fallida relación. Cuando eran novios, el papá de Barquet se opuso de manera rotunda al noviazgo pues quería que su hijo se casara con una libanesa, como ellos.

También divorciado, Ramiz vivía en una hermosa casa en el barrio de San Ángel. Nelly se sorprendió al conocer la enorme obra escultórica del artista, quien acumulaba sus creaciones pues no estaba interesado en venderlas.

Al descubrir ese tesoro, ella convenció a Barquet de exponer sus esculturas y sacarle provecho a su desaprovechado talento. Nelly buscó a una amiga galerista en la ciudad de México para que promoviera la obra del reservado y tímido creador. La primera muestra fue un éxito. Luego vendrían otras exposiciones, así como encargos para la sede del Club Libanés e incluso una fue enviada a Beirut.

En un principio, ella se mudó a la capital, aunque venía de forma regular a esta ciudad a visitar a sus hijos y amigos. Renuente a mudarse a Puerto Vallarta, luego de mucho insistirle, Barquet finalmente acabó cediendo a los ruegos de Nelly. La pareja se estableció en la ciudad. Los nuevos aires inspiraron al artista quien fue más que bienvenido en la población, donde produjo buena parte de su obra, hasta su muerte en 2010. De las varias esculturas de Ramiz exhibidas en la población, destaca la célebre Nostalgia, donde aparece una pareja sentada viendo el paisaje, es decir, él y Nelly. Una forma más que digna y hermosa de celebrar su reencuentro.

Además de sus cuatro hijos (uno de ellos, Guillermo, fallecido en 2016), tiene ocho nietos, ocho bisnietos y dos tataranietos, la mayoría radicados aquí. Por otra parte, esta es una mujer que ha sabido cultivar la amistad: “Tengo la suerte de que me quieran tanto. Qué hice o qué pasó, no lo sé”.

“DEMASIADA SUERTE”

Como todo mundo, Nelly ha tenido quebrantos, pérdidas dolorosas, “pero si no tienes bajas no sabes qué es lo bueno”, reflexiona. Desde joven ha enfrentado pruebas severas y extremas, de las que se ha sobrepuesto con una gran fortaleza; ella piensa que ha tenido “demasiada suerte en la vida”. Añade que siente que “Dios me detiene de los hombros” y que nunca le ha dado miedo enfrentar todas las cosas que le han sucedido.

“La vida te está ofreciendo que aprendas; el que no se pone listo no madura”, comenta esta mujer que de adolescente debió trabajar para sostenerse y ayudar a su madre, a quien le pagaba la renta, luego de que perdiese su fortuna.

Esta ciudad es algo que difícilmente Nelly sacará de su vida, de su ser: “Es mi motor y no podría estar fuera. Aquí tengo, mis amigos, mi familia. Tengo todo aquí. No me arrepiento de haber vivido en Puerto Vallarta”.

Entre sus aportaciones a la ciudad, hay que incluir sus talleres de costura, que llegaron a ocupar hasta 125 bordadoras, así como la creación de la primera biblioteca en forma de la ciudad. La tenía en la planta alta de su taller y contaba con 800 volúmenes de diversas materias que consiguió a través de donativos de amigos y contactos. “Estaba fantástica, pero fue un fracaso. Nadie iba”.

DESAFÍOS Y CARENCIAS

Al respecto, Nelly considera que la ciudad tiene aún una seria deficiencia en cuestiones de cultura: “No sé qué pasa, pero anda baja; la gente no se ha cultivado”, sostiene esta artista que aprendió pintura a los 76 años en San Miguel de Allende, y llegó a vender sus cuadros en el lobby del hotel Camino Real. Amante del teatro, cuenta que ha ido a funciones de obras de calidad con notables actores, pero con escasa asistencia.

Por cierto, ella se negó a estudiar, odiaba la escuela: “Se me hacía horrible, lo peor”. Por tal motivo debió trabajar desde adolescente. La vida sería su universidad: “Todo lo aprendí de grande, ya casada”, remata.

También lamenta que Puerto Vallarta tiene una deuda pendiente con los ancianos, pues hay pocos asilos y cuartos disponibles para ellos. “¿Dónde van los viejitos?”, se queja quien colaboró en el DIF ocho años y vio de cerca la infraestructura y operación de casas hogar.

Casi para concluir la amena conversación, este personaje de extraordinaria memoria y un disfrutable don de gentes, advierte: “No recomiendo la vejez. Pierdes facultades, no te ves bien, ya no puedes caminar…”.

Sin embargo, dista mucho de ser una persona amargada o triste: “No me puedo quejar de nada. Si lo hiciera, me voy directo al infierno. He hecho lo que he querido, con mi esfuerzo… Me divertí mucho y he reído a carcajadas. Me voy a morir en una fiesta”, dice sonriente.

murionellygalvanduque2 1024x827 - Murió Nelly Galván, todo un personaje del viejo Vallarta
murionellygalvanduque3 - Murió Nelly Galván, todo un personaje del viejo Vallarta
murionellygalvanduque4 1024x768 - Murió Nelly Galván, todo un personaje del viejo Vallarta
murionellygalvanduque6 1024x687 - Murió Nelly Galván, todo un personaje del viejo Vallarta

This div height required for enabling the sticky sidebar