Por Jorge Berry/Colaborador de Vallarta Opina (*)

m.jorge.berry@gmail.com

A seis meses de haberme mudado a Puerto Vallarta, o más bien a Nuevo Vallarta, no acabo de entender dónde está la diferencia. Esto de las fronteras diseñadas por el ser humano, invariablemente causa problemas. A alguien, hace muchos años, se le ocurrió que un río marcaría el fin de Jalisco, y el principio de Nayarit. (O viceversa)

Entonces, claro está, no se podía predecir la explosión de desarrollo turístico que iba a ocurrir en Vallarta. Desde que Liz Taylor y Richard Burton difundieron al mundo las bellezas y delicias de Vallarta, empezaron a llegar turistas. Visionarios de entonces comenzaron con pequeños hoteles, que al poco tiempo se transformaron en atractivas inversiones para las grandes cadenas del mundo, y así se fueron haciendo los gigantescos hoteles todo-incluido, que ya son la norma en el mundo de la vacación de playa. Crecieron también restaurantes y comercios y se multiplicó la infraestructura para mantener el ritmo. Lo que se acabó fue el espacio.

Puerto Vallarta ya no tiene espacio físico para donde crecer. Por ello, la inescapable conclusión de que el crecimiento de la zona, del destino, pues, indica hacia Nayarit. Esto no gusta a muchos vallartenses, que ven el crecimiento de Nuevo Vallarta, y Bahía de Banderas en general, como un acto de usurpación.

“Se aprovechan de la fama de Vallarta, para su propio beneficio” es una opinión que se escucha con frecuencia, y no deja de ser cierto. Pero habría que reconocer que el crecimiento de los últimos años que se ha dado en Bahía de Banderas, también beneficia a Puerto Vallarta. Para empezar, las comunidades de canadienses y americanos que se instalan por acá, aumentan considerablemente porque ha subido la oferta de bienes raíces. Llegan, ya sea de tiempo completo, o por lo menos, la mitad del año, y ocupan servicios y empleados, muchos de ellos de Vallarta. El atractivo de visitar el malecón, la marina, las calles inmortales del viejo Vallarta, de chacharear y regatear precios, de conocer gente y hacer amigos siempre está latente.

Por supuesto que esta diferencia entre Jalisco y Nayarit puede y debe desaparecer. No ocurre, porque están involucrados los políticos en el asunto, y eso siempre es mala noticia. Que si los impuestos de acá benefician a los de allá, y no es justo. Que si las disposiciones de tránsito son iguales, pero se aplican distinto… Bueno, fue un triunfo que se pusieran de acuerdo para que fuera la misma hora en Bahía de Banderas y en Vallarta.

Uno supondría que ahora que ambos municipios tienen alcaldes del mismo partido, la cosa debería mejorar. Pero hay que reconocer que Morena siempre tiene subgrupos que están en conflicto; y además, que Jalisco es gobernado por Movimiento Ciudadano, mientras que en Nayarit gobernará Morena.

No soy un novato en esto. Viví muy de cerca el proceso electoral de 2000, cuando Vicente Fox ganó la presidencia, y Andrés Manuel López Obrador la jefatura de gobierno de la CDMX. Sé cómo se las gastan los partidos políticos y sus seguidores. Y ni así entiendo cómo fue que Movimiento Ciudadano entregó envuelta para regalo la alcaldía de la ciudad de Vallarta a Morena. De plano, cedió la plaza. Era de conocimiento general que si MC mandaba de candidato a Luis Munguía, la victoria era segura. Pero se impusieron otros intereses, se rompieron varias promesas, Munguía acabó, después de un épico berrinche con triple mortal al frente, como candidato del impresentable Partido Verde, y aun así, por poco gana.

Las consecuencias de ese proceso están por verse, pero hay que dar el beneficio de la duda a los que llegan. Deben responder al voto de la gente que confió en ellos, y olvidarse de sus respectivos partidos.

Los políticos mexicanos de todos niveles no quieren entender que ganar una elección significa gobernar para todos; no solo para los simpatizantes de su partido, sino para todos. Ganar una elección debería llevar como consecuencia obligatoria perder la militancia partidaria. Los partidos tienen poder, y no deberían tenerlo. Eso se reserva para los representantes ciudadanos electos a través del voto.

En fin, que ya me puse controversial desde este que es mi primer artículo en Vallarta Opina. Poco después de llegar a Vallarta tuve el privilegio de cenar en el Café des Artistes con don Luis Reyes Brambila, fundador de Vallarta Opina. Quiero pensar que le daría gusto mi participación en el periódico. Esa noche, que compartió también Sofía Reyes Zúñiga, presidenta y directora general de Vallarta Opina, don Luis, en unas cuantas horas, me hizo arrepentirme de no haberme mudado a Vallarta hace 20 años. Me hizo sentir en casa, y dejamos volar la imaginación.

Espero que mi participación en Vallarta Opina dure muchos años, y se expanda junto con el grupo, porque sé de buena fuente que hay planes ya caminando para ello.

Pongo a su disposición, querido lector, este correo electrónico donde espero sus comentarios, sugerencias, inquietudes y preguntas. Periódicamente, dedicaré este espacio a publicar y responder a sus correos.

Gracias por iniciar conmigo este viaje, y aquí los espero el lunes.

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional y a partir de hoy colaborador de Vallarta Opina los días viernes y lunes.

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