OPINIÓN

Por Jorge Berry (*)

m.jorge.berry@gmail.com / @jorgeberry

El rebrote de la maldita pandemia ya está con nosotros. Ahora es la famosa variante “Delta”, y que es responsable de la gran mayoría de los nuevos contagios. Con las vacunas, los cubrebocas, la sana distancia, y demás medidas de protección, los contagios, las hospitalizaciones y las muertes comenzaron a reducirse, así que el bicho mutó, y aumentó su capacidad de transmisión. Hasta ahí, todo va de acuerdo con las leyes de la naturaleza. El mentado virus no necesita de la ayuda de los humanos.

No sé qué tiene nuestra especie, que a veces es capaz retar a la naturaleza, pensando inocentemente que va a ganar. No se puede. La naturaleza es, hasta ahora, invencible, y más nos vale aceptarlo.

Ordinariamente, soy partidario de la libertad personal absoluta, mientras no afecte a otros. En el caso del Covid-19, esa libertad con la que algunos justifican su conducta, no solo afecta a otras personas, sino también las mata. Las personas que no se vacunan por sus creencias personales, son responsables de buena parte de la fuerza de este rebrote.

No propongo, desde luego, que haya vacunaciones forzadas, pero sí que haya medidas para minimizar el impacto de este peculiar sector de la población mundial.

Se puede organizar rápidamente un sistema de expedición de cartillas de vacunación. Todos los vacunados tenemos un papel que así lo acredita. Debería ser obligatoria su portación para usar cualquier tipo de transporte público, para acceder a bares y restaurantes, para entrar al súper o al mercado, para asistir a cualquier evento deportivo o cualquiera otra reunión de más de 300 personas. Esto, mientras se expiden las cartillas. En Bahía de Banderas y Puerto Vallarta, muchos de los residentes extranjeros no se vacunaron, a pesar de que era gratuito. Ahora, si quieren regresar a su país, solo podrán usar el aeropuerto en horas y días especialmente designados para el regreso de los no vacunados, con la advertencia de que no podrán volver sin vacuna acreditada.

Más allá del hecho de que en pleno siglo XXI persistan creencias y supersticiones francamente medievales, esta gente que se rehúsa a vacunarse provoca medidas, como las anunciadas hace unos días por el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, que ponen en peligro miles de empleos, y que pueden provocar, ooootra vez, un golpe terrible a la industria turística, de la que se sostiene, en gran parte, la economía de la región.

También el gobernador Alfaro podría ser más exigente con su Mesa de Salud, que aplica medidas a machetazos, pudiendo hacerlo con bisturí. El cierre absoluto de bares y antros durante todo el mes de agosto, es una media draconiana en extremo, que pone contra la pared a un número importante de trabajadores y empresarios que mueven ese sector.

¿No podrían exigir que, en vez del cierre absoluto, solo le puedan servicios a quien demuestre ya estar vacunado? Y, por supuesto, garantizar que todos los trabajadores de los establecimientos ya lo estén. Es una postura razonable. Arriba del 90% de las hospitalizaciones recientes son de gente que no se ha vacunado, ya sea por desidia, o porque no han tenido acceso a las vacunas, pero estos últimos, son los menos. Todavía el jueves pasado, hubo la última jornada de vacunación en Vallarta.

Nayarit, por su parte, asume una actitud más tolerante. Aunque sí habrá restricciones de aforo y horario, no obligarán a cerrar durante un mes entero a los bares y antros. Son condiciones mucho más favorables para evitar el cierre de fuentes de empleo.

Los gobiernos no pueden hacerlo todo. Necesitan la cooperación de los gobernados. Para lograrla sin sobresaltos, hay que convencer no imponer. La necesidad de una campaña informativa que comunique las ventajas de vacunarse, y los peligros de no hacerlo, hubiera evitados los dolores de cabeza que sufren las autoridades estatales.

En el proceso mental del gobernador Alfaro, la prioridad es Guadalajara. Si bien las medidas también afectan a Guadalajara, no van contra el corazón de la economía de la ciudad. En Vallarta, la afectación es mucho mayor.

Tampoco me explico un cierre parcial de este tamaño, al mismo tiempo que se reanudan clases presenciales en las escuelas. Lo que dice el presidente López Obrador de que “a los niños les afecta muy poco” es una patraña, y Alfaro lo sabe. Quién sabe qué se dijo en la última reunión entre ambos, pero Alfaro quedó muy mansito.

Pero esto de interpretar decisiones y acciones de los políticos, es muy aventurado. El viernes mejor les platico de otra cosa.

¡Hasta entonces!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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