OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

En las fronteras de la conciencia, cada vez que veo en medios que hay una campaña de donación de órganos, lo registro como un tema altruista, importante para la ciencia médica, pero que no me detiene a reflexionar, y, lo que es más grave, a participar. Después de todo, mis órganos ya tienen más de 60 años funcionando, y encuentro a varios acusando algún deterioro por el uso y hasta el abuso de una vida intensa.

No soy más que un reflejo de una cultura inexistente en lo que a donaciones se refiere. En México, estamos al fondo de la CONCACAF de las donaciones. Y olvidándonos de la donación de órganos, que aquí todavía se considera un tema sofisticado y poco frecuente hablemos de la donación de sangre. Por cada trasplante de órganos, hay cientos de miles de trasfusiones de sangre que salvan vidas de manera cotidiana, pero que no reciben la publicidad y la atención de los medios o de las instituciones, porque una trasfusión se considera un tratamiento común.

El asunto me llamó la atención a raíz de la necesidad de sangre para mi madre, quien hubo de internarse para una cirugía, allá por 2013. Luego de recibir varios “paquetes” de sangre (así les llaman) recibí una llamada del banco de sangre del hospital, que me informó que debía reclutar a 10 donadores de sangre para reponer la que habían dado a mi paciente. Me enviaron los requisitos, que son razonables, y empecé a hacer llamadas telefónicas, básicamente a la familia, para que fueran a donar. Para mi sorpresa, pues no está tan fácil. Unos, porque tuvieron hepatitis después de los 10 años, otros, porque están tomando medicamentos, otros más, porque se les olvidó la credencial del IFE, y otros ya iban en camino, cuando se encontraron con una manifestación o una obra del gobierno del CDMX, y ya no pudieron llegar por el tránsito generado.

Esto, que parece chusco, no lo es tanto, cuando, por más esfuerzos que uno hace, se da uno cuenta que convencer hasta a parientes cercanos de presentarse a donar, resulta más difícil que arrancarles un préstamo. Me dijo la Dra. responsable del banco de sangre del hospital donde estuvo internada mi madre, que la causa más común por la que rechazan a un donante es que, o comió hace menos de 4 horas, o no ha comido hace más de 12 horas. Es decir, muchos llegan sin conocer los requisitos, pero aunque después los puedan cumplir, no regresan.

Total, que los servicios de salud, tanto públicos como privados, han vivido durante años en un estado permanente de desabasto. Ya en ninguna parte del mundo se paga a los donantes, a raíz de la aparición del VIH, y el peligro que representaba para las donaciones y, sobre todo, para quien recibe la sangre. La sangre que ahora se obtiene, es de familiares de pacientes o de voluntarios, y las de los voluntarios se tienen que someter a procedimientos y pruebas cuyo alto costo sólo puede abatirse solo si se trata de un volumen importante de sangre.

Entonces, yo me pregunto, ¿dónde están los teletones para la donación de sangre? ¿Las campañas de la Secretaría de Salud, con los grandes trailers afuera de las universidades para recolectar sangre entre los estudiantes? ¿Hay programas de recolección de los propios hospitales? ¿Hay pláticas en escuelas, centros comunitarios, centros culturales o de salud, encaminados a informar y educar a la gente con respecto a la importancia de la donación? No lo sé, pero son técnicas que son de rutina en otros países. Y el objetivo es salvar vidas.

Además, en México, donde operan menos de mil bancos de sangre, la información no está centralizada, lo que dificulta aún más el abasto. Por lo anterior, a los familiares de quienes reciben trasfusiones, se les presiona para obtener sangre suficiente, no para su paciente en específico, sino para cualquiera que la necesite. Y en el sector público, hay procedimientos quirúrgicos electivos, que sólo se practican si el paciente demuestra, con papelito en mano, que llenó su cuota de donadores.

Me dijo la Dra. Del banco de sangre, además, que las solicitudes de donación que escuchamos con frecuencia por radio y TV, y las que vemos en tuiter, no sirven para nada. Los pocos que llegan, casi siempre piden dinero, y son rechazados automáticamente.

En Europa, más del 15% de quienes donan sangre, son los llamados “donadores altruistas”, que donan para contribuir al sistema de salud, y lo hacen, en promedio, una vez al mes. En México, con menos del 3%, somos el último lugar del mundo, debajo de África, y el resto de América Latina. Qué pena.

Sin embargo, siendo mexicano y conociendo a mis compatriotas, no creo que la falta de generosidad o empatía sea una característica de los mexicanos, en general. Tiendo a pensar que la baja participación en la donación de sangre u órganos, más bien, se debe a la falta de información y a una falla en la educación que recibimos desde los primeros niveles escolares.

Con todo, no es un caso perdido. Precisamente por el caso de mi Mamá, conocí casos de personas con sangre tipo “O”, de donador universal, que se encuentran registradas en alguna agrupación, a través de la cual hacen donaciones periódicas. Por ser sangre universal, cualquier persona puede recibirla y, por supuesto, es la más demandada, aunque no la más común.

Done sangre. Anímese. No sabemos en qué momento podremos necesitar sangre nosotros o alguno de los nuestros. Ayudará a salvar muchas más vidas, que si sólo lleva su tarjetita que dice, “En caso de muerte cerebral, otorgo el permiso para que mis órganos sean… etc., etc.” Y conste que no soy el consejero médico de ningún medio de comunicación, pero si lo investigué.

¡Hasta el lunes, amigos de Vallarta y Bahía!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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