OPINIÓN

Por Jorge Berry (*) – m.jorge.berry@gmail.com

Ni con todo el aparato de estado que en este gobierno se ha dedicado a cultivar la opacidad se pudo detener la noticia. Decidieron, con razón, que la hospitalización e intervención del presidente Andrés Manuel López Obrador se iba a filtrar a los medios más pronto que tarde, y que más valía tratar de controlar la narrativa.

El intento resultó algo burdo. La inverosímil declaración del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, diciendo que el presidente estaba en “perfecto estado de salud” después de ser sometido a un cateterismo, es un contrasentido. Ninguna persona que requiere le destapen las arterias puede estar en perfecto estado de salud.

Pero un gobierno acostumbrado a imponer una realidad alterna, no puede contenerse. La historia de siempre, y la solución de siempre. Hay que darnos más atole con el dedo. El problema es que ahora, acostumbrados al estilo cuatrotero, nadie les cree, y ante el vacío informativo, pues el espacio se llena con especulación.

¿Qué tan grave es lo ocurrido al presidente? Es la segunda vez que va a dar al hospital por un tema cardíaco. La primera, como se recordará, terminó en uno o varios bloqueos arteriales que le fueron tratados en Médica Sur, de CDMX, no una institución de medicina social, precisamente. Habiendo pasado por un problema similar hace unos años, les puedo decir que los cuidados post-operatorios no incluyen una dieta basada en la garnacha. 

Esta vez, el viernes, después de la mañanera, se internó, quién sabe con qué síntomas, y le aplicaron el cateterismo en el hospital militar.

El sábado por la mañana, el presidente López Obrador grabó un mensaje que fue difundido en sus cuentas de Twitter y Facebook. En él, explicó que era un estudio ya programado, que los médicos no encontraron bloqueos, y que no le aplicaron ningún “stent”, que es como se tratan los bloqueos arteriales.

Si lo vieron, tal vez estarán de acuerdo conmigo en que su aspecto no era el de una persona en perfecto estado de salud. Se veía demacrado, cansado y algo asustado. Habló de la posibilidad de su muerte, y cómo afectaría su legado político. Dijo que tiene escrito un “testamento político” para asegurar sus cambios, pero no señaló beneficiarios. Sin especificarlo, dejó la impresión de que el lunes estará en la mañanera.

Será interesante, y revelador, ver como so mueven las piezas en Morena luego de este susto. Porque no se puede minimizar que, durante por lo menos unos minutos, nos quedamos sin presidente, mientras lo tuvieron sedado para practicarle el cateterismo.

Esto solamente alterará a las distintas sectas que componen Morena, e intensificará el fuego amigo, porque se acelera la batalla por la sucesión. Claudia Sheinmbaum, en un acto verdaderamente suicida, aumentó los precios del agua en todas las alcaldías de CDMX que perdió en la elección de junio, y mantuvo los subsidios en las alcaldías morenistas. Venganza pura que no recuperará los votos de los capitalinos.

Marcelo Ebrard, por su parte, también tiene las manos llenas. La semana pasada la secretaria de energía de los Estados Unidos, Jennifer Granholm estuvo en México. Se reunió con Rocío Nahle, secretaria de energía de México (es un decir). Nahle pretendió explicarle las inexistentes bondades de la reforma eléctrica, y luego sacó un twit hablando de la comprensión y aceptación de sus razonamientos por parte de Granholm. Pero la secretaria de EU respondió con un twit que habló sobre la preocupación que causa en EU la famosa reforma eléctrica. En pocas palabras, la desmintió, y eso finalmente va a los débitos de Marcelo Ebrard.

No puedo dejar de insistir en que toda la información sobre la salud presidencial es especulativa, incluyendo el contenido de su mensaje en redes. Es imposible no recordar su larga y rica historia de mentiras desde el púlpito presidencial. Nadie, excepto los muy cercanos, su familia y sus médicos, saben el estado real de la salud del presidente.

La alteración que las especulaciones causan a la vida nacional son imposibles de calcular. No es este el lugar apropiado para repetir los memes y las burlas del peculiar sentido del humor mexicano, pero vale la pena echarse un clavado a las redes. Se van a reír, y van a llorar.  

¡Hasta el viernes, amigos de Bahía y Vallarta!

(*) Periodista, comunicador y líder de opinión con casi 50 años de experiencia profesional.

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