EDITORIAL

En años recientes han arreciado el malestar, las quejas y las denuncias anónimas por el acaparamiento del turismo que llega en los grandes cruceros internacionales que arriban a la terminal marítima local a lo largo de todo el año.

Se trata de un importante mercado turístico del que –dicen- se benefician solo unas cuantas empresas de la industria en Puerto Vallarta y Bahía de Banderas.

Hay quien asegura que hasta ahora no existe ni una mínima posibilidad de procurar un trato más justo y equitativo que también beneficie al resto de las empresas que operan en la región, pero principalmente a aquellos negocios que están asentados en el llamado “corazón” de la ciudad en Puerto Vallarta, abarcando desde la colonia 5 de Diciembre, pasando por la colonia Centro y hasta la colonia Emiliano Zapata con todo y su Zona Romántica.

El enojo no es menor entre quienes señalan a unas cuantas grandes empresas turísticas –contadas con los dedos de una mano- como las responsables de acaparar a cientos de pasajeros que bajan de los barcos, quienes en la mayoría de los casos llegan ya con los recorridos guiados contratados, así como tours por la montaña, comidas en restaurantes y visitas a negocios, incluidos viajes en algún crucero local por la bahía de Banderas.

Hace algunos años, un director general de la entonces Administración Portuaria Integral (API) de Puerto Vallarta confirmó a este diario que, efectivamente, muchos pasajeros de estos cruceros internacionales llegaban al destino con los recorridos y tours precontratados desde que salían del puerto de origen en Estados Unidos, o bien, que el negocio se cerraba a bordo del barco cuando “alguien” se encarga de convencer a los pasajeros indecisos.

Existe la certeza de que esta forma de operar no ha cambiado en años recientes y que hoy en día al descender a la ciudad los pasajeros, éstos son contactados por el personal responsable de prestar los servicios turísticos adquiridos para ser disfrutados en tierra.

La molestia es mayor entre los empresarios –entre pequeños y medianos-, quienes lamentan que la gran mayoría de estos turistas no puedan circular libremente por el destino turístico, caminar por el malecón y por sus calles para meterse a conocer y adquirir los productos en los negocios de su elección. Es cierto que algunos quedan libres, pero lamentablemente son una minoría y se les puede ver consumir en Walmart, tomar un taxi en la zona de la terminal portuaria o subirse a un camión para ir al centro. Es cierto, pero son los menos, mucho menos.

Y es que sucede que los pasajeros de los cruceros internacionales que son acaparados por unos cuantos son llevados a los negocios que pagan una comisión, incluso se habla del pago de una cuota mensual fija a cambio de llevar a los turistas a ciertos comercios y restaurantes.

Hay que decir que esta representa una práctica igualmente común y corriente que se presenta entre taxistas, choferes y guías, entre otros prestadores de servicios turísticos, quienes a cambio de una comisión o propina llevan a los turistas, nacionales o extranjeros, a ciertos negocios y restaurantes de la ciudad.

Se trata, pues, de una situación complicada la que priva en el sector de los cruceros internacionales, es un verdadero problema que lesiona los intereses de los negocios que no tienen para pagar la comisión o que simplemente se resisten a caer o incurrir en este tipo de prácticas que califican como desleales y deshonestas.

Además, este tipo de prácticas impiden que la derrama económica millonaria que generan los cruceros y sus pasajeros en tierra permee a toda la plataforma de servicios turísticos de la ciudad.

Ante este panorama, el llamado de esos empresarios afectados que no forman parte del negocio de los cruceros internacionales, es para que alguna autoridad ponga orden y evite este tipo de prácticas acaparadoras.

Bien puede ser la propia Administración del Sistema Portuario Nacional (ASIPONA) Puerto Vallarta, dependiente de la Secretaría de Marina, o la Secretaría de Turismo de Jalisco que tanto cacarea los resultados que arroja el sector.

Sin embargo, debemos reconocer que se ve complicado que, primero, los involucrados y las dependencias aludidas se interesen en el tema para resolverlo y, segundo, que cuenten con los elementos o herramientas legales para hacerlo.

Ante este complicado escenario los empresarios afectados, cuyas denuncias no son escuchadas, no tienen más remedio que lamentar el hecho de que el turismo de cruceros siga siendo en los años por venir rehén de unos cuantos.

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